Diciembre 9, 2024

Quema del parlamento paraguayo en vivo y en directo

El cineasta Sergio Eisenstein hubiera soñado que la filmación de la toma del Palacio de Invierno hubiera sido transmitida en vivo y en directo por la mayoría de los canales de televisión del mundo, incluso, visto en todos los móviles. A Hitler tal vez le hubiera gustado que lo mismo hubiera ocurrido con el incendio del Reischtag. En la actualidad, cualquier acontecimiento importante lo podemos observar, en su cruda realidad, a través de los medios de comunicación de masas, por ejemplo, grabar la muerte en directo, sea por eutanasia o por violencia, no causa mayor impacto, pues ya se ha convertido en lo cotidiano.

 

 

En los países de América Latina existe una extraña combinación de fenómenos políticos: hay períodos en que el mapa se tiñe de dictaduras militares; en otros, de gobiernos neoliberales; en los siguientes, en socialismo del siglo XXI o bien, de gobiernos progresistas. Hoy asistimos al máximo de crisis de representación, al menos en la mayoría de  los países de América del Sur: en algunos se expresa en golpes parlamentarios, supuestamente legales, como en Brasil, con Dilma Rousseff;  en Paraguay, con  Fernando Lugo; en Honduras, con una marcada intervención del ejército y en concomitancia con la clase política: Hoy, la crisis de representación y la debilidad de la democracia electoral se expresa en el conflicto de poderes (Venezuela).

Hoy presenciamos  en Paraguay la  quema del edificio del Congreso, como protesta del pueblo ante la aprobación de la reelección presidencial, que debería ser refrendada por un plebiscito. En este acto de los parlamentarios se dio una clara alianza espuria entre la izquierda y la derecha, que pretendían perpetuarse en el poder junto  al pésimo Presidente, Horacio Manuel Cartes o, en su defecto, la reelección del derrocado Presidente,  Fernando Lugo.

Fernando Lugo, luego de perder el cargo, ha  resultado ser una decepción para el pueblo paraguayo, pues no ha dudado en aliarse al Partido Colorado que sustentó, durante decenios, la dictadura de Alfredo Stroessner, y que hoy, apoyando a Carter, militante de ese Partido, ha conducido al país a un verdadero desastre.

El rechazo a los políticos, no sólo en Paraguay, sino en todo el mundo, se explica porque la democracia formal electoral ya ha perdido sentido debido a que la política y los políticos son personas venales, fácilmente sobornables por los bancos y las grandes empresas. El servicio público, otrora respetable, se ha  convertido en un negociado permanente y, además, una forma de enriquecimiento, mucho más eficiente que, por ejemplo, la herencia de un pariente millonario, u obtener los premios mayores del Loto y del Kino juntos. Es cierto que la democracia, por imperfecta que sea, sigue siendo una alternativa más pasable que cualquier dictadura, es decir, un mal menor.

La famosa teoría de la  separación de poderes, de los balances y contra balances, tiene muy poco sentido en una democracia bancaria como la que tenemos en los actuales países  latinoamericanos, pues en la mayoría  de ellos los bancos deciden los asuntos más importantes de la vida política.

En nuestro continente, desde llamada independencia, se impuso el autoritarismo y, en mayor parte de las naciones, la monarquía presidencial que hace que el Parlamento sea decorativo, y cuando en algunas ocasiones los parlamentarios poden en cuestión el poder monárquico se produce un conflicto institucional que, en el caso chileno, llevó a la guerra civil, en 1891.

En la actual crisis de representación el rol de los Presidentes y de los Parlamentos está fuertemente cuestionado: en el caso del Presidente-monarca, a los pocos meses de toma  del poder tiene más rechazo que aprobación – Macri, Bachelet… -; en el de los parlamentarios, son aún más odiados y vilipendiados por la ciudadanía, pues se les equipara a los ladrones, que reciben un sueldo millonario y asisten a muy pocas sesiones, mientras el pueblo carece de los elemental para sobrevivir. En el fondo, son oligarquías que defienden con dientes y muelas el poder y su bolsillo, es decir se sirven al pueblo.

La frase de José Carlos Mariátegui, “ni calcos ni copias”, no se puede aplicar a nuestros países porque somos unos imitadores, pero  cada moda la repetimos con un cierto retardo; no sería raro que el acto audaz del pueblo paraguayo fuera imitado en otros países de América Latina que comparten el rechazo a la política y a los políticos actuales – ojalá no se les ocurra superarlos y quemar el edificio con parlamentarios dentro del recinto – , y su queman proyectos de ley que duermen el sueño de los justos, o aburridos discursos parlamentarios, tiene poca importancia, pues están grabados en los canales de televisión del parlamento.

 

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Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

03/04/2017 

 

 

                      

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