Diciembre 3, 2024

El superhombre y la furia de las masas

Rafael Garay es una versión de reality show, pero aumentada gracias a la  estupidez, ensañamiento y estupidez de los periodistas, que son capaces de dominar la débil mentalidad de las masas que las llevan al linchamiento, muy propio de pueblos bárbaros.

 

 

Las escenas,  tanto la de la llegada al aeropuerto como a la de los tribunales de justicia sólo pueden ser parangonadas con los actos de fe de los  inquisidores o el ahorcamiento de las Brujas de Salem, esta vez incitada por periodistas que le tienen una  feroz inquina a Garay por engañar a uno de ellos y, además, por burlarse de aquellos que gustan de seguir a los consejeros de inversiones financieras, en múltiples programas de televisión,  en foros con  Marcel Claude e incluso, invitado especial en Casa Piedra, lugar donde los presidentes se humillan ante sus patrones, los lo que empresarios.

Rafael  Garay ha sido una estrella a nivel, por ejemplo, del benefactor Leonardo Farkas, con la sola diferencia de que no regala dinero por doquier, sino que ensaña a ganarlo, invirtiendo con  un 18% de interés anual. Nuestro héroe “oriental” era tan sabio que podía explicar las fluctuaciones del dólar así fuera borracho como una cuba. ¿Qué culpa tiene Garay de que los periodistas y el resto de la masa sean fácilmente engañarles y que crean todo lo que ven en la pantalla tontificante?

La codicia y la ingenuidad son los motores de las estafas financieras: la Rafael Garay es coco de mono al lado de los quesitos de la  señora francesa o de los engaños de Alberto Chang, del grupo Arcano, y para que hablar del Grupo Penta, de Bancard y sus negociados en Perú y de otras linduras, especialmente de la derecha chilena; si comparamos los montos defraudados, el delito de Garay en mucho menos a los demás, que están manos de los tribunales de justicia. También hay  que considerar los sujetos perjudicados: no es lo mismo robar el dinero de 37 personas que hacerlo con al fisco que por extensión abarca a todos los chilenos, pues le problema es que las masas son anarquistas neoliberales y les importa muy poco robar dineros de las arcas fiscales y sí mucho cuando afecta a las personas en particular.

Los ignorantes, incluidos los periodistas, están indignados porque Rafael Garay, con sus dotes de pedagogo y peculiar inteligencia los engañó a su amaño, que incluyó la historia de su enfermedad terminal y su viaje a Francia para tratar su dolencia; si no existiera el engaño, no podría existir el  delito de estafa, que supone acción dolosa.

El sociólogo Emilio Durkheim, a finales del siglo XIX escribió Las reglas del método sociológico, obra en la cual explica que en todas las sociedades existe el delito, y en un libro posterior escribió El suicidio (1897), publicación donde establece algunas clasificaciones sobre este acto supremo de quitarse la vida: hay un suicidio egoísta y uno altruista, es decir, el  héroe que entrega su vida en aras de un bien social, por ejemplo, Arturo Prat – no falta el imbécil que crea que alguien lo empujó -. Según Genaro Prieto, el humorista del Diario Ilustrado, Prat era “rotario” al preguntar si “ha almorzado la gente para que murieran con la guatita llega”. (He investigado sobre tan “profundo tema” y, al parecer es una costumbre en todas las marinas del mundo, pues se necesitan fuerzas para morir; peor suerte tuvieron los soldados en la Primera Guerra Mundial, en que moría ahogado en sus propios excrementos, y la Segunda Guerra Mundial,  en la campaña de URSS, en invierno, en que si el soldado bajaba sus pantalones para orinar, se le helaba el trasero, con la consecuencia de una hipotermia. Mi nieta Beatrice reía a carcajadas del episodio protagonizado por Arturo Prat, al pensar que el cocinero del Huáscar lo hizo anticucho).

Los kamikaze  japoneses eran suicidas altruistas, y lo mismo ocurre con la actitud actual de Rafael Garay  al pedir a su abogado, García la Pastora, no cuestionar la prisión preventiva solicitada por los fiscales. Si comprendiéramos la personalidad de Garay, no cabe duda de que pretende convertirse en un héroe oriental, una especie de Confucio o bien, en maestro de artes marciales. No  falta el periodista, medio atontado que diga, muy orondo, ante las cámaras que Rafael  Garay prefiere la cárcel del Capitán Yáber por temor al  linchamiento popular instigado por los medios de comunicación, especialmente la televisión, que transmitió en cadena lo ocurrido desde el aeropuerto de Bucarest y Arturo Benítez, en Santiago, hasta los tribunales de justicia. Es el colmo que le Canal Nacional, en bancarrota, gaste miles de dólares para enviar reporteros  ad hoc.

Rafael Garay tiene el mérito, como candidato al senado, de haber impedido que llegara al senado un político tan mañoso y maquinero como el socialista Camilo Escalona.

La justicia nunca ha sido justa y la igualdad ante la ley nunca ha existido, pues el Estado de derecho y la democracia son conceptos utópicos, sabemos que el poder es fuerza y coerción, es decir, obligar a los demás a obedecer. Sólo Cándido, el personaje  de Voltaire, puede creer que, por ejemplo, el entonces Presidente de la República, Sebastián Piñera, ignoraba que el gerente de Bancard,  Nicolás Noguera, hacía negocios junto a Sebastián Piñera, hijo quien se encargó de sus finanzas luego del fideicomiso ciego. Gracias a un diputado comunista – “almuerza guaguas en el comedor de la Cámara de Diputados” – nos enteramos de que el gerente Noguera se había reunido, en varias ocasiones, con el con Sebastián Piñera sólo para conversar de “problemas   familiares” o, a lo mejor, aportar a la gastronomía de La Moneda ricas recetas de cebiche peruano, extraídos por Exalmar.

“Cándido” estaba convencido de que le terremoto que diezmó la población de Lisboa, en el siglo XVIII, era el mejor de los mundos posibles, pues lo malo y lo bueno  que ocurre corresponde a esta frase del filósofo Leibniz. Como “Cándido”,  muchos chilenos, fachos pobres, se disponen a votar por Sebastián Piñera a sabiendas de sus negocios turbios. En algunos días más, para gusto  de los tontos, Sebastián Piñera se proclamará como candidato a la presidencia de la nación, en medio de un circo donde el señor “Corales” será el alcalde Joaquín Lavín, enemigo jurado de familiares de los delincuentes, especialmente del narcotráfico.

Rafael Garay está jugando el papel de un héroe oriental y un auténtico suicida altruista y, como chivo emisario paga por todos los delincuentes de cuello y corbata que existen en el país, y que no son pocos.

Al “Cándido” de Voltaire lo quemó la inquisición por decir insensateces, luego del terremoto de Lisboa. A los lectores de Piñera nadie les dirá nada por hundir  a este país. Aunque esta vez firme un fideicomiso ciego, cojo, tuerto, leproso y mudo extendiéndolo, incluso, a los paraísos fiscales, seguirán haciendo negocios, pues padece incontinencia bursátil crónica. Es lo mismo que intentar sanar a un alcohólico sólo asustándolo con una cirrosis hepática.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

17/03/2017       

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