El candidato presidencial por el Frente Amplio, el sociólogo Alberto Mayol, afirma en uso de su derecho a decir lo que piensa, que Cuba es una dictadura y que allí no se respetan los derechos civiles. Agrega, eso sí, que Cuba ha tenido algunos progresos.
Agreguemos nosotros algunas otras condiciones que debería considerar un régimen de gobierno que por la fuerza y la violencia sojuzga a un pueblo concentrando todo el poder en una persona o grupo de estas, que reprime los derechos humanos y conculca los civiles. Tal, más o menos, se define una dictadura.
Una dictadura es ante todo una enemiga de su propio pueblo. Un régimen que se alimenta de su desgracia, de sus sufrimientos, de su explotación y miseria, y al que sojuzga también por la ignorancia. Y que viola otros derechos humanos tan considerables como la protección de sus niños, de sus ancianos, de sus mujeres.
Una dictadura suma a diario ejecuciones, desapariciones, torturas, prisioneros, exiliados y perseguidos por un sistema de policías secretas que genera el terror necesario para el control de sus enemigos.
En una dictadura el tirano sabe qué pasa en su reino. Y restringe el acceso de los extranjeros. Más aún, pocos mortales se atreven a visitar un país sometido a una cruel tiranía
¿Cumplirá Cuba con estas condiciones, además de las propuestas por el candidato del Frente Amplio?
El cubano es un pueblo asediado por más medio siglo por el más criminal de los imperios. Muchos de sus días que han parecido el primero, de manera simultánea también han parecido que es el último. La exigencia de democracia formal como la tiene cualquier otro país, es un tanto miope si no se considera el gigantesco esfuerzo que ha debido hacer Cuba para sobrevivir al asedio del más poderoso, inhumano y criminal de los imperios que han sido sobre la tierra.
Con todo, no toda falencia o limitación puede ser adjudicable al bloqueo.
Cuba ha debido pagar un costo alto y muchas veces mal visto: organizar su convivencia de tal manera que su mayor grado de libertad no deje ningún resquicio para la infiltración de sicarios, mercenarios y servidores de potencias anti cubanas, encabezadas por USA, que pongan en riesgo en primer término su integridad como país. Ha debido cerrarse para sobrevivir.
Y si USA no ha invadido a Cuba con su infinita maquinaria bélica, ha sido solo porque el imperio sabe que ese pueblo primero se hundirá en el mar, antes que rendirse. Y que una guerra contra Cuba no tendría destino. Y, más aún, no tendría frente ni retaguardia.
Exigir a un país que ha vivido medio siglo al borde de un ataque de nervios que tenga un sistema electoral como el nuestro sin considerar el rasgo criminal de sus enemigos, es injusto. Cuba ha debido sacrificar mayores grados de libertad para sobrevivir. Y es cierto que en Cuba las elecciones no son como en Chile, pero existen y, cosa rara, los candidatos son propuestos por la gente misma. Y, más raro aún, el día de las votaciones no son tropas fuertemente armadas las que cuidan el proceso. Son niños.
¡Qué extraña dictadura!
Y también han debido restringir expresiones de la oposición cooptada, como se ha demostrado hasta el cansancio, por agencias de espionaje norteamericanas, lo que no ha obstado para que de igual modo, digan lo que quieran. Vea como se desplaza por el mundo la más famosa bloguera cubana, sin que nadie le diga nada, sin que tenga alguna restricción.
Con todo, no hay cubano que no reclame, casi siempre con toda razón.
Es verdad que en Cuba hay restricciones relacionadas con su propia seguridad. Pero hay que considerar las enormes diferencias que hay en las circunstancias en las que se desarrolla un país como el nuestro y Cuba.
Antes de criticar a Cuba por la inexistencia de un sistema de partidos o de las limitaciones a los derechos civiles, ¿por qué no vemos como funcionan estas instituciones nuestro país? ¿Pasaría la prueba de la blancura de Mayol nuestro democrático sistema?
Cuba no es la suma de la perfección. Y la gracia de esta gesta inédita en el mundo está en la manera como procesa sus malestares: intentando encontrar caminos propios, sin seguir ninguna receta, cayéndose y volviéndose a parar y equivocándose mucha más veces de las que nos gustaría. Pero que no comete el error fundamental: dejar de luchar
Cuba ha vivido en una cuasi guerra desde el día uno. Y ha sobrevivido en condiciones en que ningún país de la tierra jamás podría hacerlo. Y no colapsó ni cuando la ingesta calórica del cubano medio durante el período especial bajó a niveles de espanto y no tenían una molécula de petróleo. Pero, más importante, tampoco hubo niños ni ancianos desprotegidos. Y Cuba resistió. Y ganó.
Tal como resistió a más de seiscientos intentos por asesinar a Fidel Castro, quizás el político más respetado del siglo veinte y el más querido por los más humildes y honestos del planeta. Extraño caso de este dictador llorado por todo su pueblo y por todos los pueblos del mundo.
Cuba ha debido sobrevivir a innumerables formas de ataque. Invasiones, plagas, complots, bloqueos, asesinatos, campañas de propaganda y a sobre todo a sus propios errores.
También ha sobrevivido al cariño desmesurado de muchos que se han dicho sus amigos que han sufrido un repentino bajón cuando descubren que en Cuba hay pobreza, deficiencias, errores, corrupción e insuficiencias.
Aquellos que creen que Cuba es la perfección misma, no caen en cuenta que la gracia de Cuba está en sus imperfecciones.
Raro caso es esta dictadura que se hizo cargo de curar a los niños de la catástrofe de Chernóbil sin pedir nada a cambio. Y que combatió en África hasta lograr la libertad de un par de naciones y el fin del apartheid y que solo pidió llevar de vuelta a sus muertos. Rara dictadura que se empeña en ayudar a salvar vidas en los países más remotos, azotados por calamidades tanto de la naturaleza como del capitalismo, hasta donde no llegan las cámaras de televisión ni los titulares de los diarios. Y que desplegó la más noble, desinteresada y valiente solidaridad con nuestros pueblos en los decenios aciagos del 70 y el 80 del siglo pasado.
Qué dictadura es esta que recibe cada años a cuatro millones de turistas que pueden hacer lo que quieran en su visita sin que nadie les prohíba nada. Aunque, es justo decirlo, con sus dólares traen también costumbres que no siempre son las más constructivas.
Y ahora esta dictadura sui géneris recibe a miles de estudiante pobres del mundo y los forma como médicos sin cobrar un peso.
Y todo en silencio, como debe ser.
Cuba ha desafiado al enemigo número uno de los pueblos. Y le ha ganado cada día que sobrevive. Y le gana a sus errores cada día. A pesar de todo, ha sabido sostenerse como un ejemplo en lo bueno y en lo malo. Cuba le ha ganado el destino asegurado para un país pobre, sin recursos naturales suficientes. Y, por sobre todo, sigue siendo una esperanza para los desheredados del planeta. Cuba es por sobre todo, un ejemplo.
Lo cierto es que la revolución cubana va a sobrevivir a Mayol.