Diciembre 9, 2024

Vanessa, la chilena que escapa del infierno del maltrato

La historia de Vanessa no es diferente a la de otras mujeres que han sufrido violencia en sus hogares. Incluso su vida puede seguir un camino mucho más peligroso si vuelve a Chile. Pese a que un juez chileno decretó medidas de protección contra su exmarido David Von Bischhoffshausen tras sufrir agresiones y violaciones, sus hijos quedaron fuera de esa situación de violencia. La paradoja es que los tribunales chilenos no consideran a sus hijos en peligro y su padre podrá seguir viéndolos. Él tiene derecho a un régimen de visitas que se truncó cuando en 2015, Vanessa y su nueva pareja, un español, huyeron a Alicante (sureste de España) con los dos niños. A partir de ahí, el padre interpuso en Chile una reclamación y la justicia española le ha dado la razón.

 

 

Skewes logró notoriedad pública en España luego de que junto a Juana Rivas, mujer española también víctima de la violencia machista, entregaron más de 150.000 firmas al Tribunal Constitucional con sede en Madrid. La plataforma ciudadana Change.org ayudó a estas mujeres a conseguir las firmas para intentar evitar que sus hijos menores de edad vuelvan a estar con quienes las maltrataban día tras día.

 

Vanessa Skewes no escatima esfuerzos para proteger a sus hijos. Change.org era su última oportunidad para paralizar la sentencia del Tribunal Supremo pero han rechazado el recurso y la madre tendrá que volver a Chile con sus hijos para que cumplan el régimen de visita con su padre. De vuelta al infierno y sin protección.

Para situarnos en la espiral de violencia que viven las mujeres en Chile, al 09 de febrero de 2017 se han registrado 6 femicidios consumados y 17 femicidios frustrados. El año 2016 se produjeron 53 femicidios. Algunos casos muy brutales donde mujeres terminaron siendo quemadas o les arrebataron los ojos, como sucedió en el espeluznante caso de Nabila Rifo en Coyhaique (Sur de Santiago).

“Yo me casé con el padre de mis hijos en el año 2005. Desde un comienzo fue todo un poco ‘disfuncional’. Me casé con 18 años, la relación fue a escondidas, y el matrimonio también. El tenía supuestamente 29 años, y después de habernos casado me confesó que tenía en realidad 39, que había estado casado también y que había tenido una hija, a la que nunca había reconocido, que tenía casi mi edad”, señala Vanessa a EurolatinpressCultura.

La historia de Vanessa parece de película. Recuerda la trama de la película protagonizada por Julia Roberts, Durmiendo con el Enemigo. La historia muestra a Roberts como una mujer que vive un infierno de vida junto a su marido, que de un momento a otro se descontrola y la golpea de forma salvaje. Es un círculo vicioso, todas la mujeres que sufren violencia de género viven con un hombre que repite el mismo patrón violento una y otra vez.

“La violencia comenzó a los seis meses de habernos casado. Cuando bebía perdía el control, y se volvía muy agresivo. Entonces me golpeaba si surgía alguna discusión. Me hizo dejar la Universidad, a mis amigos, y cualquier cosa que le provocara inseguridad”, recuerda.

El miedo y los golpes no se detenían. Vanessa no podía escapar, no tenía fuerzas para tomar su propio rumbo. El año 2007 nace su primer hijo Benjamín y en el 2009 su hija Josefina (Pepi). Tras 5 años casada aparece una salida, una luz. “En el año 2010, gracias a un trabajo que me consiguió mi cuñado, pudimos irnos de la casa, los niños, nuestro perro y yo”.

Como todo hombre controlador, Von Bischhoffshausen era incapaz de soportar la independencia de Vanessa. El acoso con rasgos de maldad fue en aumento, incluso hubo muestras de locura. “Un día se llevó a nuestro perro, le dijo a la cuidadora de los niños que lo llevaba al veterinario. Nunca volvimos a verlo. Mis hijos sufrieron mucho, y él les decía que “si la mamá regresaba con él, volveríamos a tener al ‘Canelo’”. En el mismo año, abusó sexualmente de mí y me fracturó la nariz. Aunque me dieron medidas de protección, él tenía visitas con mis hijos, con lo cual iba a mi casa cada vez que le tocaba. Usaba a los niños para enviarme mensajes, les decía que por culpa de su mamá, el papá iría a la cárcel. Finalmente dejé ese procedimiento y fue sobreseído”.

En los casos de violencia de género y acoso de sumo peligro, las mujeres pierden su autoestima, su libertad y sufren un miedo profundo. Además su confianza es nula con la sociedad ya que sabe que si la justicia es incapaz de detener al violento, nadie más podrá. Ellas están a merced de las mentiras de un hombre fuera de sus casillas.

“El intentaba controlar todo lo que pasaba en mi casa. incluso lo vimos varias veces aparcado cerca de nuestro piso, dentro del coche. En el año 2013 empecé una relación y esto lo volvió loco. Me golpeó, y me dieron nuevamente una orden de protección, pero no a mis hijos. El ya no podía acercarse a mí, y el hecho que estuviera mi novio en casa hacía que tuviera un poco mas de “respeto”. Entonces denunció a mi novio de abusar sexualmente de mi hija. Ella, que entonces tenía cuatro años, dijo en su declaración en Fiscalía que su padre le pedía que dijera esas cosas, además de decir que le pegaba con la correa. La causa fue archivada”, recuerda Vanessa.

El machismo mata

El machismo mata

La guerra psicológica era incesante. A Vanessa le estaba prohibido rehacer su vida por que su alma le pertenecía. “En el año 2014 pone una nueva denuncia por abuso contra mi novio. En una de las citaciones a Fiscalía por este asunto, me interceptó e intentó abrir la puerta. Dijo que nos mataría, que él también se mataría. Aquí conseguí por primera vez una orden de alejamiento, que sería supuestamente por seis meses, pero fue revocada por su abogado a las dos semanas”.

La única opción es escapar

Frente a situaciones extremas el ser humano reacciona para sobrevivir. Vanessa debió buscar la salida más dolorosa; el exilio. “Después de lo que habíamos vivido ese día, tendría que entregarle a mis hijos. Yo estaba aterrada. Tenía miedo de salir a la calle, de mirar por la ventana, de que mis hijos jugaran en el jardín. Es aquí cuando decido huir a España. Si bien siempre había sido una persona violenta, ésta iba cada vez en aumento. De verdad que si volvemos a Chile, lo creo capaz de cumplir con sus amenazas”.

Von Bischhoffshausen tiene una especie de hostal y alquila las habitaciones principalmente a extranjeros. Es un hombre que le gusta rodearse de chica jóvenes en fiestas. ¿Porque persigue a Vanessa? La verdad es que lo tiene muy difícil si quiere quitarle los hijos porque la patria potestad la tiene ella aunque la ley le da “derecho” de reclamar sus días de visitas. A eso se agarra su ex para tenerla cerca.

“Mi familia me apoya en todo esto. Salir de Chile fue muy doloroso. Cuando cruzamos Policía Internacional junto a los niños, lloré mucho. Dejaba por fin atrás todo eso que nos había causado tanto dolor”, rememora.

Establecida con trabajo en Alicante, España, Vanessa puede decir que vive, por primera vez, tranquila, lejos del dolor y las amenazas. Sus hijos están felices, tienen muchos amigos y son buenos alumnos. Ya acostumbrados a España, les gusta mucho el país. Extrañan mucho a sus primos, pero no quieren volver a Chile.
“El padre, en cuanto se enteró de que habíamos abandonado el país, interpuso una querella criminal por medio del Sename (Servicio Nacional del Menor de Chile). En las últimas semanas me ha enviado correos electrónicos ofreciendo una”tregua” para que regresemos con él. Luego me dice que si no la acepto, “nuestros amados hijos pagarán las consecuencias””, explica una mujer a la que ya no le quedan salidas.

Vanessa tiene un miedo que la paraliza. Revive una y otra vez lo que ha pasado. Pese al apoyo de su novio sabe que el problema con su ex no tiene solución. “El tiene un problema mental, que lamentablemente no tiene una solución legal”, piensa.

Si bien cree en la justicia chilena está convencida de que “ninguna medida de protección es útil si finalmente tengo que entregarle mis hijos a la persona que te ha agredido”, argumenta.

La justicia española le ha dado la espalda a Vanessa. Ahora tendrá que regresar a Chile. O no. “Todos los niños se merecen ser felices, estar a salvo y sentirse seguros, y mis hijos no son la excepción. Haré todo lo posible, y lo imposible, por protegerlos y no permitiré que regresen a esa pesadilla de terror que ahora les parece un poco más lejana”.

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