Diciembre 5, 2024

¿Quién es capaz de acusar a los EE.UU.?

Nadie lo acusa, nadie lo condena. El mundo sólo observa los atropellos a los derechos humanos ya llevados adelante por el nuevo Presidente de los EEUU y su gobierno. Y los anunciados.

 

 

En ese país, y abiertamente, se están atropellando, por parte de su ejecutivo y su Presidente de la República, los más elementales derechos humanos.

No hablamos de los derechos sociales y económicos en un país ya desarrollado donde el 15% vive en la pobreza, acrecentándose esa cifra entre negros e hispanos, y donde los problemas del apartheid se mantienen y aumentan.

Hablamos de los derechos civiles y políticos, esos cuyo atropello son siempre más distinguidos por nuestra cultura occidental y nuestra política.

Tomemos algunos:

Trump ha reafirmado claramente que en EEUU continuará aplicándose la tortura (por cierto a los terroristas). El Art.5° de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que “Nadie será sometido a torturas ni a apremios o tratos crueles, inhumanos o degradantes”. Si otro jefe de estado de América hubiera hecho tal afirmación –más aún siendo izquierdista- habría sido, al menos, expulsado de la OEA.

Otro. El Art.7° de la Declaración Universal establece que “Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado…” como lo está programando Donald Trump con los mexicanos y otros latinos.

El Art.13° de la misma Declaración establece que “Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado”. Con el muro actual entre EEUU y México, y su eventual fortalecimiento y extensión por parte del gobierno de Trump, se atropella flagrantemente este artículo.

El segundo párrafo del mismo Art.13° establece que “Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país”. Trump atropella derechos humanos de migrantes o visitantes de los 7 países “prohibidos” por él mismo (Irán, Irak, Libia, Somalía, Sudán, Siria y Yemen, todos musulmanes), que quieran entrar a los EEUU, aunque hayan vivido con sus familias como país propio en EEUU y sirvan a los EEUU. Es el caso de altos de altos técnicos o ejecutivos de Silicon Valley y hasta de funcionarios irakíes que trabajan para las FFAA. de los EEUU en Irak.  

Al perseguir a musulmanes y/o prohibir su ingreso desde países “prohibidos” por él mismo, Trump atropella también el Art.18° de la Declaración Universal que establece: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión (que incluye taxativamente la libertad de manifestar su religión o su creencia”).

Ante la oposición a sus “restricciones migratorias” por parte de una alta funcionaria nombrada por él mismo y un fiscal nombrado por George Bush hijo, Trump ha calificado a la funcionaria como “traidora malagradecida” y al Fiscal como “ridículo”. Esa es su estirpe. A ella la destituyó de inmediato. A la decisión del fiscal seguramente apelará hasta la Corte Suprema, donde tiene mayoría.

También ha pisoteado el derecho humano de no discriminación racial y religiosa, al tránsito de personas y a vivir en su propia patria, de miles de personas.

No estamos hablando del atropello de los EEUU a las normas básicas de la democracia, como aquella que establece la separación de los poderes del Estado o, la más fundamental, la que parte de la base de que la democracia, a diferencia de la autocracia o la aristocracia, es el gobierno de la mayoría ciudadana.

La democracia, según Aristóteles, es “el gobierno de la multitud” y, según Platón, “el gobierno de la mayoría”. Lincoln la definió como “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.

Y en la democracia moderna y actual se respeta la independencia y autonomía de los tres poderes del Estado.

En EEUU el Jefe del Poder Ejecutivo, sin embargo, nombra, sin consulta y según su color político, a cada uno de los miembros de la Corte Suprema, la máxima instancia del Poder Judicial. Lo ha hecho recién el Presidente Trump y ha colocado allí a un conocido juez conservador.

Y en EEUU la minoría ciudadana ha elegido, legalmente, al gobierno del país. Trump perdió por entre 3 y 5 millones de votos (no está muy clara la cantidad para ellos pero perdió) la elección presidencial nacional, pero ahí está, gobernando por decretos…y por twitter.

La situación mundial es difícil y peligrosa. Hay que buscar a un país ratón pero valiente que se atreva a ponerle el cascabel al más grande y voraz de los gatos. ¿Existirá?

Hasta ahora ningún país europeo, tan sensibles todos para levantar su voz contra los atropellos reales o no en otros países, ha acusado a los EEUU. Tampoco lo ha hecho algún país oriental. Ni Naciones Unidas.

Y menos alguno de los miembros de la OEA, tan preocupados de Venezuela o Cuba. El señor Almagro ha guardado absoluto silencio. No ha descubierto nada.

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