Diciembre 13, 2024

El Frente Nacional, un lobo con piel de oveja

Marine Le Pen y su segundo, Florian Philippot – este último se define como un admirador del general Charles De Gaulle – han tratado de cambiar la mala imagen del Frente Nacional, definido como partido fascista y de extrema  derecha, con el objetivo de llegar al poder conquistando las ciudades populares, especialmente las  del norte de Francia, como también  las antiguas comunas rojas de la banlieue parisiense.

 

 

El afiche de la candidatura presidencial de Marine Le Pen es una imitación de la de François Mitterrand: un paisaje campesino francés en un día soleado, con la foto, esta vez de la candidata, que reemplaza la palabra “La Fuerza Tranquila” por la “La Francia apacible”. El objetivo es asegurar electorado decepcionado, tanto de la  derecha como de la izquierda, prometiendo que el Frente Nacional es capaz de gobernar.

El programa, lanzado en lunes, 6 de febrero último, plantea negociar con la Unión Europea y, en el caso de fracasar, llamar a un plebiscito para que los franceses decidan sobre la permanencia o el abandono a esta institución. Respecto al reemplazo del Euro por una moneda nacional, el tema se pospondría para más adelante. Se plantean algunas ideas populistas, que favorecerían a las clases más pobres, sin embargo, el Frente Nacional sigue siendo racista, pero esta vez con un lenguaje más moderado del utilizado por su fundador, Jean Marie Le Pen. De  todas maneras, pretende la expulsión de los inmigrantes y, prácticamente, la eliminación del refugio político. Lo novedoso del cambio, llevado a cabo por la dupla Marine Le Pen-Florian Philippot, consiste en la  defensa del laicismo, abandonando el catolicismo a ultranza y reaccionario, antes dirigido por su padre, Jean Marie Le Pen.

El Partido Frente Nacional también se ha visto involucrado en varios casos de corrupción, al igual que los partidos de derecha, entre ellos la contratación de funcionarios con empleos ficticios, financiados por el Parlamento Europeo.

El ultraderechista Partido Frente Nacional no tiene nada de monolítico, incluso, la  familia Le Pen está dividida: en 2014, Jean Marie, presidente honorario, fue excluido de su cargo a petición de su hija, por haber negado la importancia histórica de las cámaras de gas, sosteniendo que eran hechos de muy poca importancia en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial; su nieta, Marion Maréchal Le Pen, actualmente dirige la fracción crítica del Partido que defiende los valores católicos más reaccionarios, como por ejemplo, el rechazo a la ley del matrimonio igualitario, así como el aborto a cargo de la  Seguridad Social; Marion es diputada por un distrito del sur de Francia, y encabeza los sectores ultraderechistas, seguidores de Vichy.

El racismo que el renovado partido Frente Nacional trata de disimular, explotó cuando un dirigente de ese Partido colocó meme en que la ministra de color, Christiane Taubira, de Guayana francesa, fue colocada junto a la foto de una mona, en el Facebook de un dirigente del Frente Nacional y, como es lógico, concitó el escándalo y una serie de debates sobre el racismo de los franceses. Algunos alcaldes del sur del país siguen insistiendo en la expulsión de los árabes del Magreb y, la misma diputada Maréchal Le Pen  no disimula su posición racista.

El Frente Nacional ha aprovechado la crisis de representación y los escándalos de  corrupción de la casta política para plantearse como una fuerza nueva y transparente, que podría salvar a Francia de la decadencia, abandonando el resto de Europa, cerrando las fronteras y expulsando a los inmigrantes ilegales – el grito permanente en sus manifestaciones públicas: “estamos en nuestra casa” -.

La estrategia de Marine Le Pen para lavar la cara del Frente Nacional comenzó en las últimas elecciones municipales, esta vez, tratando de ganar terreno a los comunistas y socialistas en las comunas del norte del país, muchas de ellas que sufren el desempleo y la pobreza a causa de la destrucción del potencial industrial, que el Frente Nacional achaca a la política económica de Bruselas y de la troika. Los  alcaldes de este partido tratan de demostrar buena capacidad de gestión y empatía con los ciudadanos. En Francia, como en Chile, los municipios constituyen la cuna de la corrupción y es muy fácil, por lo tanto, que un alcalde sea sometido a los tribunales por malversación de fondos públicos.

En el año 2002, cuando Jean Marie Le Pen pasó a la segunda vuelta, con el 17% de los votos, fue posible formar un frente republicano, la izquierda y la derecha unida “jamás será vencida” y lograr más del 80% de sufragios en la segunda vuelta presidencial, de Jacques Chirac frente a 17% de Le Pen.

Para mayo de 2017 el panorama es más complejo: en primer lugar, la casta política está mucho más desprestigiada – en 2002, sólo Chirac era considerado corrupto, hoy lo es toda la clase política, salvo raras excepciones; en segundo lugar, la derecha está en plena decadencia y cuestionada por el affaire Penelope-Fillon; en tercer lugar, de la izquierda van tres candidatos, con alguna posibilidad de triunfar; el candidato Emmanuel Macron se define como “ni de izquierda, ni de derecha” y es el que tiene más posibilidades de llegar en segundo; en cuarto  lugar, la  salida de Inglaterra de la Comunidad Europea, el avance de los movimientos de extrema derecha en este continente y el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, plantean un cambio de paradigma, que no existía en 2002; en quinto lugar, el proteccionismo que propone la candidata Marine  Le Pen se asemeja mucho al de Trump, en el sentido de favorecer la producción francesa VS la extranjera.

En la historia de Francia, a diferencia de Alemania, la ultraderecha tuvo muy pocas oportunidades de destruir la República: en febrero de 1936, cuando intentó tomarse el Parlamento, fracasó, y más bien abrió el camino al Frente Popular; en 1940 tuvo su única oportunidad de éxito, bajo la dirección del mariscal Philippe Pétain y Pierre y Pierre Laval, durante la República de Vichy y el colaboracionismo con el gobierno de A. Hitler. La ultraderecha sólo pudo resucitar a raíz del Poujadismo, movimiento populista reaccionario, de capas medias y comerciantes, que pretendía asesinar a Pierre Mendes France, en ese entonces, Primer Ministro de Francia, por el solo hecho de tener origen judío; de este movimiento   nació a la vida política Jean Marie Le Pen, fundador del Frente Nacional.

En las guerras coloniales de Indochina y de Argelia, la ultraderecha jugó un papel fundamental en contra de la República que, en el caso de la Organización del Ejército Secreto (OAS), buscaba intensificar el terrorismo al sentirse traicionada por el general De Gaulle. (Hay que recordar que los crueles métodos de tortura vienen del ejército francés empleados, principalmente en Argelia e Indochina).

En la actualidad, Marine Le Pen tendría que derechizar su línea política a fin de aprovechar el derrumbe de la candidatura de Francois Fillon y, de esta manera, evitar un nuevo frente republicano. Por lo demás aún no se sabe cuál de los tres candidatos de izquierda será su rival y, el que más le  conviene a sus aspiraciones de poder es Macron, quien ha sido una invención de por la  Prensa, y con un programa muy poco preciso, si es que cuenta con alguno.

Por primera vez en la historia de la V República es posible que los dos partidos antes principales, el socialista y el gaullista, no estén presenta para la segunda vuelta. Estamos asistiendo al derrumbe de la V República, sin que se anuncie una VI República, y en el mundo estamos al fin del período de la post Segunda Guerra Mundial que, de seguro, va a dar margen a un nuevo paradigma, con la destrucción de la  representación política 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

07/02/2017                           

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