Diciembre 14, 2024

Discurso de Donald Trump en la toma de posesión del mando: Nacionalismo, aislacionismo y resentimiento

El nacionalismo se convirtió en una fuerza hegemónica durante el siglo XIX y XX. Parodiando a V. Lenin, podríamos calificarla  como la enfermedad infantil de los pueblos. Todo nacionalismo responde a un cierto orgullo de pueblo resentido,    fuerza muy bien analizada y profundizada por F. Nietzsche.

 

 

El fascismo de Benito Mussolini y el nazismo de Hitler sólo podrían ser hermanados con pensamiento de Trump en lo que dice relación con el racismo y el chauvinismo, pero hay una gran diferencia: el fascismo-nazismo es expansivo, mientras que la posición de Trump es aislacionista.

Hoy, más que nunca, debemos ser cuidadosos con los términos que empleamos, pues el populismo es un término ambiguo y, por tanto, no se puede aplicar gratuitamente a Trump y a los movimientos europeos de ultraderecha; el populismo supone la hegemonía del actor popular, elemento faltante en estos movimientos actuales. Confundir populismo con lo popular es, francamente,  un error de análisis.

El aislacionismo de Trump no es nuevo en la historia de Estados Unidos: fue muy popular a comienzos del siglo XX, con motivo de la elección de Woodrow Wilson y, posteriormente, después del triunfo de  la Primera Guerra Mundial, cuando el electorado rechazó la incorporación de Este país a la Liga de las Naciones. El “nuevo trato”, impulsado F.D. Roosevelt fue una forma de proteccionismo y aislacionismo para salir de la crisis de 1929. Es cierto que el contexto es fundamental para explicar los fenómenos históricos, y los períodos de Wilson y Roosevelt tienen poca relación el que inicia Donald Trump, sin embargo, el aislacionismo ha tenido mucho peso en y atractivo para un sector de la sociedad norteamericana.

Donald Trump asume el poder sobre la base de un sistema electoral absurdo:  se concede el poder a quien perdió por una cifra de tres millones de votos contra su rival, Hillary Clinton, sin embargo ganó en la de los delegados de los Estados, lo cual hace que su legitimidad electoral sea puesta en cuestión.

Trump, a pesar de tener bajo apoyo popular – cerca del 40%, cuando sus antecesores, al comenzar su período, contaban con más de 80% del apoyo ciudadano – cuenta mayoría en Senado, la  Cámara de Representantes y en la Corte Suprema, es decir, todo el poder del Estado, sin embargo, muchas de las políticas propuestas por Trump no son del agrado de los Republicanos; en el Senado, el ex candidato presidencial ha sido incisivo y crítico en la evaluación y examen de los ministros  propuestos por Trump, en su mayoría magnates, ultraconservadores, blancos, varones, con ausencia de los latinos.

El presidencialismo chileno tiene poco que ver con el sistema presidencial norteamericano: en el caso del segundo, el Senado controla el nombramiento de los altos funcionarios, principalmente los Secretarios de Estado. Personalmente, no creo mucho en la democracia de los balances y contra balances que exigirían al Presidente una aplicación evolutiva de sus propuestas, pero sí podría tentarse en apelar a la mayoría silenciosa de sus adherentes.

Trump, desde que comenzó su campaña presidencial, ha demostrado una insuperable capacidad comunicativa, y el twitter es como una metralleta permanente en sus manos – basta utilizar unos pocos caracteres para lanzar una propuesta – y nadie le exige profundizar ni explicar sus dichos que, generalmente, son muy provocativos para llamar la atención del lector. Este método le valió dominar los titulares de los medios de comunicación.

El  discurso de toma de posesión  es una pieza maestra del estilo  periodístico de Trump: frases cortas, contundentes, simples, claras y rotundas, que llegan muy directamente a un sector de la sociedad norteamericana, cuya característica es el resentimiento contra los políticos instalados en Washington, dando lugar a una casta que se ha repartido el poder.

El discurso comienza con la afirmación de que “no se trata simplemente de un      cambio de administración, sino de devolver el poder al pueblo estadounidense”.

“Mientras Washington floreció, el pueblo no se benefició de esa riqueza”.

“Los  políticos prosperaron, pero los empleos desaparecieron y las fábricas cerraron”.

“El sistema se protegió a sí mismo, pero no protegió a los ciudadanos de nuestro país”.

“Sus victorias no han sido victorias de ustedes”

Posteriormente, viene la promesa del paraíso terrenal:

“Los hombres y mujeres de nuestro país ya no serán olvidados”.

“Todo el mundo los está escuchando ahora”

“Llegaron decenas de millones para formar parte de un movimiento histórico que el mundo nunca antes había visto”.

“En el centro de este movimiento se  encuentra una convicción fundamental: que una nación existe para servir a sus ciudadanos”.

“Los estadounidenses quieren grandes escuelas para sus hijos, vecindarios seguros para sus familias y buenos empleos para sí mismos”.

“Traeremos de vuelta nuestros empleos. Traeremos de vuelta nuestras fronteras, Traeremos de vuelta nuestras riquezas: Y traeremos de vuelta nuestros sueños”.

“Construiremos nuevas carreteras y autopistas, puentes y túneles, aeropuertos y ferrocarriles en toda nuestra maravillosa nación”.

“Seguiremos dos reglas sencillas: comprar productos estadounidenses y contratar trabajadores estadounidenses”.

Y termina con la  promesa:  

“hacer un Estados Unidos fuerte nuevamente”.

“Un país rico nuevamente”

“Un país orgulloso nuevamente”.

   El lugar común del cual han hecho uso y abuso todos los periodistas y analistas es loa palabra “incertidumbre” y, como a mí, personalmente, no me gusta usar lugares comunes para definir una política, creo más útil atenerse a los titulares que forman parte de las propuestas del actual Presidente, y que hay que tomarlas muy en serio, pues no son sólo amenazas, sino que forman parte de la “enfermedad infantil del nacionalismo”, que se incrusta en la mentalidad de los votantes a nivel mundial. Asistimos a una crisis de la democracia representativa de magnitudes universales, cuya expresión la constituye  el comienzo de la llamada “era Trump” y, como se entrevé, puede tener influencias insospechadas en Europa.

Chile Exportaciones

China

25%

Estados Unidos

12%

Italia

2,1

Rusia

1,1

Brasil

5,3

Colombia

1,2

Bolivia

1,8

 

Importaciones

China

21

Estados Unidos

10

México

3,1

Correa

3,3

Brasil

7.1

Alemania

4,3

Francia

2,3

Canadá

1,7

 

México

Exportaciones

Estados Unidos

75%

Canadá

6,1

China

2,0

España

1,5

Alemania

1,2

 

Importaciones

Estados Unidos

51

China

15

Correa

3,5

Malasia

1,6

 

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

21/01/2017

 

 

 

 

 

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