El Golpe de 1973 produjo desde sus inicios no sólo la intervención militar de las universidades y, ante todo, el programa de destrucción y desmontaje de la Universidad de Chile, universidad moderna desde su fundación a mediados del siglo XIX, universidad nacional y territorial que configuraba en sus prácticas algunas normas válidas en las ciencias, las artes, la investigación, el ejercicio de la comunicación pública del saber y la creación en todos los dominios.
La defunción de la Universidad de Chile, particularmente en su forma moderna y expansiva que le diera efectivamente el carácter de universidad nacional en la época magnánima del Rector Juan Gómez Millas, coincide con la destrucción de Chile, su república, su cultura y su propio Estado, evento tremendo que se inicia con el Golpe de 1973 y se prolonga, extiende, consolida, encarajina y encona hasta la hora presente, sostenido de la siniestra mano cómplice de los nefastos gobiernos de la desgraciada “transición” a la “democracia”, gobiernos que dilatan el régimen militar y su “modelo” político-económico-cultural hasta el presente, ya muchos años después del arresto de Pinochet en Londres y del lapidario juicio de habeas corpus (en su defensa, como recurso jurídico de fuerza, demuestra empero la legalidad de su arresto, habida cuenta de sus crímenes horrendos) llevado como una cátedra universal por la Corte de los Lores, juicio que ha sido, para Chile, el único evento político que ha marcado la necesaria destitución de la dictadura cívico-militar instaurada en el país en septiembre de 1973, destitución que todavía sigue pendiente.
Desde los primeros gobiernos de la “transición”, entre “boinazos” y “ejercicios de enlace”, proliferaron como callampas las universidades privadas y fueron erigidas en gloria y majestad las grandes universidades nuevas, sostenidas y propulsadas por los motores más poderosos del neocapitalismo vernáculo y transnacional. Ejemplos ejemplares y rimbombantes: Universidad Diego Portales / Universidad Nacional Andrés Bello, entidades que desde sus inicios y sus nombres han aspirado a suplantar a la castigada y maltrecha Universidad de Chile. Muy pronto, ya en medio de la nefasta década de 1990, la universidad privada y mercantil habría de hacer prevalecer su regla y norma en el conjunto variopinto de las universidades chilenas, doblegando a las propias universidades estatales a desplegar unas prácticas mercantiles que acabarían asimilándolas a las restantes universidades privadas.
De forma similar a algunas otras universidades privadas “pobres”, la U. ARCIS se había constituido como una “universidad crítica” desde su instalación en 1991 y ya desde la creación del Instituto de Arte y Ciencias Sociales a inicios de la década de 1980. Tal condición de “crítica” fue revelándose no sólo en su orientación académica vanguardista y experimental, sino igualmente en la recurrente emergencia de su precariedad institucional y política, económica y financiera que se ha manifestado en sucesivas “crisis” internas. La referida conjunción del carácter “crítico” de esta universidad con la persistencia de la “crisis universitaria” chilena, por lo demás, no hace sino develar la indisociable conexión de estas “universidades críticas” con la progresiva profundización y creciente agravamiento de la crisis de la universidad pública en Chile desde 1973, al menos, hasta la fecha presente. Por esta razón resulta sensible para el conjunto de la vida universitaria del país toda “crisis” interna que pueda afectar a una universidad “crítica” como la que actualmente estremece a la Universidad ARCIS, amenazándola abiertamente de inminente extinción.
La actual crisis que conmueve de forma aguda a la U. ARCIS, obligando al mismísimo gobierno a generar una nueva ley que establece la intervención de un Agente Provisional (figura cuya función oscila analógicamente entre la acción de un cirujano de urgencia y la de un enterrador) surge en una coyuntura política muy determinada y presenta características que la hacen radicalmente distinta de otras crisis que pudieran haberla agitado en otros años. Hoy la crisis institucional y financiera de U. ARCIS genera cientos de víctimas desprotegidas, entre funcionarios, docentes y académicos privados de remuneraciones, salarios y sueldos desde hace más de 2 años, no menos que miles de estudiantes defraudados, abusados y maltratados. Tal evento, entre tanto, ha sido revestido ante la opinión pública –por parte de las autoridades que han gobernado esta Universidad desde mediados de 2014 hasta su relevo por el Interventor (la rectora Elisa Neumann y sus secuaces), no menos que por obra de aquel sostén semi-invisible que han prestado a aquéllas otras importantes autoridades públicas del Estado (el Ministerio de Educación y la mismísima Cámara de Diputados)– como un efecto sin duda “deplorable” pero carente de causa, casi como una calamidad natural semejante a un aluvión, a un maremoto o a un incendio forestal cuya causa –la ciega y fatal “naturaleza”– parece sustraerse a toda responsabilidad humana, ética, política. Semejante mitologema, por cierto, no es sino una burda superchería que procura a todo trance consagrar públicamente, por enésima vez, la irresponsabilidad y la impunidad.
Merece la pena trazar un breve recuento cronográfico. En 2013, tras la toma de la Universidad por estudiantes contestatarios, se produce la caída del Rector Carlos Margotta, en junio, seguida de la asunción del cargo por René Leal. Al nuevo Rector le compete administrar el tortuoso proceso de la (falsa) “salida” del PC de la Universidad ARCIS, “salida” o “abandono” que comienza a perfilarse a partir de las negociaciones políticas que conducen a la incorporación del PC en la así llamada Nueva Mayoría, en vísperas de las elecciones presidenciales y legislativas de noviembre. Luego de la victoria de Bachelet, en diciembre, y del ascenso a la legislatura de un importante número de nuevos diputados del PC, entre ellos las dirigentas estudiantiles Camila Vallejo, Karol Cariola y el ex–Secretario-General de la U. ARCIS, Daniel Núñez, dicho proceso de “salida” o abandono” inicia su ejecución a marchas forzadas, cuando la inminente incorporación del PC en el nuevo Gobierno encabezado por Michelle Bachelet imponía tal predicamento como la cabal suspensión de todo posible “conflicto de interés” que pudiese suscitarse contra un partido oficialista (en la especie, el Partido Comunista) que fungiere como sostenedor o propietario de una universidad privada (en la especie, la U. ARCIS). Otra condición suplementaria para el buen éxito de la operación: su clara y nítida asimilación por la opinión pública. Así fue como en el tránsito de diciembre 2013 a enero 2014 quedó instalada en los medios la imagen según la cual el Partido Comunista, recientemente incorporado en la coalición de gobierno y candidato seguro a integrar el nuevo gobierno en el Palacio de la Moneda desde el 11 de marzo, habría disuelto todos sus lazos político-económico-financieros con la Universidad ARCIS. La “salida” o “retirada” del PC consistió de hecho tan sólo en el abandono de la Corporación ARCIS (propietaria y sostenedora de la Universidad) por parte de notorios y connotados dirigentes del Partido Comunista, tal Juan Andrés Lagos, Jorge Insunza y el mencionado Daniel Núñez, quienes fueron reemplazados por “hombres de confianza” (o “mujeres de confianza”) acreditados como “no-militantes”. El gobierno mismo de la Universidad, empero, al menos en los cargos de máxima jerarquía (Rector, Secretario General, Vice-Rector de Finanzas) quedaba en manos de reconocidos militantes del Partido Comunista. Desde marzo 2014, al iniciarse el año académico en un aparentemente auspicioso paralelismo con el inicio del nuevo Gobierno de Chile conducido por una coalición cuya principal novedad era la incorporación en ella del Partido Comunista, la Universidad ARCIS podía exhibirse ante la opinión pública como una universidad privada con la cual el PC había disuelto todo lazo político-económico-financiero; pese a integrar en su gobierno académico (rectoría, secretaría general, vice-rectoría financiera) a reconocidos militantes del PC, podía demostrar que muchos de sus jefes académicos (directores de escuelas o de unidades académicas) estaban muy lejos de ser militantes del PC: por ejemplo, el director de la Escuela de Sociología, Sergio Fiedler, nombrado en agosto 2013 por concurso público; el profesor Miguel Vicuña, designado Director de Filosofía en enero 2014; el juez Juan Guzmán Tapia, nombrado Director del la Escuela de Derecho en abril 2014. Pues bien, a partir precisamente de ese mes de abril de 2014 tórnase conspicua la disputa interna que venía desplegándose desde mediados de 2013, la cual estalla con la destitución del Vice-Rector de Finanzas Orión Aramayo el 8 de abril, provocada probablemente por la recepción y publicación del informe de la consultora “Entrepuertos” encargado por Aramayo, el cual rebaja los activos de la Universidad en un 70%, dejándolos en una suma de $ 5.000 millones, y establece la deuda bancaria de la Universidad al 30 de agosto 2013 en la suma de $ 4.990 millones. A la destitución de Aramayo le sigue muy pronto la renuncia de Mauricio Weibel, secretario de la Corporación ARCIS y director de la Escuela Latinoamericana de Postgrado, quien en su carta de renuncia (de la cual envía copia a la Comisión Nacional de Acreditación), juntamente con denunciar un déficit operacional de U. ARCIS de $ 3.500 millones anuales, indica que la universidad es susceptible de incurrir en alguna causal de “revocación del reconocimiento oficial y pérdida de personalidad jurídica”. La señalada es una confrontación interna entre facciones del PC, entre alternativas políticas en lo concerniente a la orientación institucional, académica y administrativa de la U. ARCIS, tras su desvinculación financiera con el PC. Mas el trasfondo oscuro de esta controversia política interna lo constituye el déficit financiero causado por retiros de capital ocurridos en 2012 y 2013 que dejan a la U. ARCIS sin más recursos que los Créditos con Aval del Estado (CAE) de muchos de sus estudiantes, así como otros eventuales y problemáticos créditos bancarios que en el curso de 2014 y hasta el presente nunca se concretaron. A inicios de 2014 y ya desde fines de 2013 la U. ARCIS se encontraba despojada de todo medio financiero inmediato y reducida tan sólo a la vaga esperanza de créditos bancarios que podrían verse favorecidos por un eventual respaldo del nuevo Gobierno de la República de Chile.
Si bien el lucro en la educación quedó política y moralmente anatematizado tras el despliegue éticamente triunfal del movimiento estudiantil de 2011, dicha operación no está configurada aún como delito o siquiera como falta. No obstante, el fantasma del lucro persigue al Partido Comunista de Chile en su gestión de la Universidad ARCIS desde 2004 hasta el presente, fantasma que lo recorre y recorrerá sin piedad tal como el espectro del comunismo recorría a Europa según monitoria palabra de Karl Marx y Friedrich Engels.
Ante el deplorable espectáculo de la silenciosa disipación, aparentemente sin pena ni gloria, de un instituto memorable en su breve historia de varias décadas, instituto cuya destrucción fue ejecutada en secreto y con sigilosa alevosía por sus propias autoridades (rectora Elisa Neumann y sus arcángeles), sólo me resta evocar para contraste y enseñanza la generosa participación en el “programa de filosofía” de ARCIS del insigne maestro Humberto Giannini, desde que fuera designado doctor honoris causa de U. ARCIS en marzo de 2013.
En esta avanzada edad de mi tiempo que, por cierto, no es tiempo común ni conmensurable con otros tiempos civiles ni personales de otros cosmopólitas similares a mí, puedo ver y dejar de ver desde mi rincón el alejamiento hacia las sombras de admirables y cuasi milagrosos amigos / amigas que me obligan a releer una vez más aquellos versos y versículos homéricos. El más cercano en el tiempo de su fuga –uso esta palabra en su acepción musical que no deja de insistir en la evocación del gran poema de Paul Celan– fue el poeta Humberto Giannini, maestro entrañable que nos dio en generosa entrega a muchos, en su nueva y auspiciosa y brevísima cátedra de ARCIS de los años 2013 y 2014, su seminario sobre lenguaje, escritura y comunicación en la hoy moribunda universidad de arte y ciencias sociales, de cuyo nombre no quiero acordarme. El dolor de su ausencia es en cada caso particular y no le afecta a él mismo, alzado en suspenso con la muerte en la perpetuidad de su inmensa obra poética.
Santiago, mayo 2016
*Profesor de filosofía en la U. ARCIS desde 1988 hasta su exoneración en febrero 2015.