Podría decirse que, a menos de dos semanas de la cita de más de 100 millones de electores con las urnas, Hillary Clinton y Donald Trump enfrentan un agónico final de batalla, con sorpresivas investigaciones del FBI y llamados a la revuelta desde las bases más extremistas.
Llegamos a una recta final que ha dejado tras de sí porciones enteras de “tierra quemada” por cortesía de ese pirómano de la retórica llamado, Donald Trump.
El último millonario populista de Manhattan que llegó para desafiar al sistema democrático con su discurso de odio contra los inmigrantes, las mujeres, los musulmanes, los mexicanos y ese grupo de republicanos que, el próximo 8 de noviembre, tendrán que votar a su favor con la nariz tapada para evitar el colapso de su partido y la pérdida de control del Congreso.
Nos acercamos a un final de etapa marcado por los ataques, los insultos, las amenazas de guerra civil y hasta la intervención oficiosa de Rusia, si hacemos caso de los informes de 17 agencias de inteligencia que apuntan a Vladimir Putin como el responsable de las filtraciones que han sido distribuidas por cortesía de Wikileaks.
Una información que, dicho sea de paso, ha sido difundida por unos medios de comunicación que sólo cumplen con su obligación de informar a los ciudadanos, independientemente de los intereses que han deslizado esos informes para tratar de inclinar el fiel de la balanza a su favor, mientras dejan al descubierto el verdadero rostro de los intereses creados y la lucha por el poder en Estados Unidos.
Una información que ha vuelto a sorprender con la reapertura de una investigación del FBI contra Clinton cuando la candidata demócrata creía que lo peor ya había pasado.
Nos encontramos en la recta final de una campaña que ha revelado la incapacidad de ambos para rehuir de sus escándalos e incapacidades y asestar el golpe definitivo. Tras más de 15 meses de intensa campaña, de lo que debería ser un proceso para elegir al mejor, ninguno de los dos ha sido capaz de demostrar que no representa una amenaza para la democracia.
Ninguno.
Así, mientras en la campaña de Hillary Clinton reconocen el daño inflingido por la reapertura de la investigación por parte del FBI, y las filtraciones de Wikileaks, que han revelado el entramado de intereses que permitieron a los Clinton amasar una inmensa fortuna a la sombra de su Fundación, a Donald Trump le siguen persiguiendo las mujeres que le acusan de asalto sexual.
La última en la lista ha sido Ninni Lasksonen, una modelo de origen finlandés, que ha acusado a Trump de haberla asaltado sexualmente mientras ella esperaba a ser entrevistada en el programa de David Letterman en 2006.
Desde la campaña Trump, las cuentas no les salen para ordenar el cambio de cortinas y de alfombras en la Casa Blanca.
A pesar de mantener una posición competitiva en estados como Ohio, Carolina del Norte y Florida, la ruta para conquistar los 270 votos electorales permanece bloqueada por los ejércitos de Hillary Clinton en estados como Pennsylvania, New Hampshire y Virginia.
Y a Hillary Clinton, el entusiasmo sigue sin acompañarla. A tal grado que ha tenido que echar mano del presidente Barack Obama, de su esposa Michelle y hasta de los senadores Bernie Sanders y Elizabeth Warren, dos enemigos que se han convertido en aliados con el fin de evitar a toda costa la victoria de Donald Trump
En Estados Unidos las elecciones presidenciales son indirectas. Es decir, aunque es probable que en noviembre próximo voten más de 100 millones de electores, al final sólo 538 hombres y mujeres eligen al próximo presidente.
Son ellos los representantes del Colegio Electoral que, al final, elige al ganador que tendrá que alcanzar una mayoría mínima de 270 votos electorales. Es decir, la mitad más uno de los 538 colegios en disputa.
Gracias a este arcano y complejo sistema electoral, la campaña por la presidencia ha entrado a esa fase de los “estados columpio” o de lealtades cambiantes, de los que dependerá la victoria o la derrota de ambos candidatos. En la recta final, la gran batalla se librará en Carolina del Norte, Ohio, Nevada y seguramente en Florida, donde la nueva realidad demográfica podría arrojar muchas sorpresas.
Bienvenidos a este agónico y apasionante final de etapa.