Diciembre 10, 2024

¿Alguien ha visto a la presidenta?

Da la impresión que el esfuerzo principal de La Moneda es hacer que las cosas no solo sean difíciles, sino que evidencien una torpeza política de alta gama.

 

 

 

De nada ha servido que los números, tan caros para los gobernantes, le hayan dado un respiro a la presidenta, que la pobreza, según la encuesta  CASEN, haya bajado, que  el crecimiento aún se mantenga en niveles aceptables y que el Canciller no haya dicho nada contra los bolivianos en varios días.

 

Faltaba que sus ministros insistieran en hacer las cosas de manera que todo salga no solo mal, sino que ridículamente desatinado.

 

Y frente a un error descomunal de funcionarios públicos de la más estricta confianza presidencial, realmente una negligencia por la que deberían ser destituidos y sometidos a proceso, los políticos de la Moneda han dado la hora de la manera más risible.

 

A días de la elección se intenta reparar el cagazo del cambio de domicilio inconsulto de medio millón de personas, pero como las cosas siempre pueden ser mal hechas, entonces el esfuerzo porque efectivamente sea así, dio estupendo resultados.

 

A alguien en los intersticios del poder se le ocurre resolver todo mediante una ley exprés que permita ni más ni menos que ese montón de gente vote en el lugar que quiera de los dos disponibles: su antigua dirección o la nueva, aquella a la que fue cambiado por la intercesión de la inexcusable torpeza de un servicio que se supone garantiza que estas cosas precisamente no pasen.  

 

Uno recuerda aquella manida expresión que en algún momento ha estado en la boca de las autoridades: las instituciones funcionan. Claro que en este caso, como el reverendo forro.

 

Pero no fue posible hacer esa ley porque simplemente la coalición al mando del Estado, no fue capaz de alinear a sus parlamentarios.

 

Y el mundo siguió andando.

 

Si se sigue el rastro de este desaguisado, como de cualquier otro de la misma naturaleza, es posible observar que hay una serie de personajes que ocupan puestos a los cuales llegaron en la repartija del botín del Estado como el pago que por ser parte de la Nueva Mayoría.

 

Y que pueden darse el lujo dejar una estela de desatinos de impensables alcances sin que les pase nada, blindado como están por sus respectivos partidos, los que no van a permitir pagar el pato.

 

El caso de la Ministra de Justicia es paradigmático. Servicios bajo su mando han incurrido en numerosos escándalos, y ella, sigue ahí como si nada. Del mismo modo el director del Registro Civil que parece gozar de la más perfecta impunidad.

 

De modo que los ministros del comité político abordaron la misión de ordenar a diputados y senadores oficialistas para arreglar el pastel y despachar la ley que lo arreglaría todo, pero no pasó nada. Todo fue un perfecto fracaso.

 

Un Ministro del Interior aguachento, diluido, sin peso ni volumen, un Ministro Secretario General que parece levitar sobre la realidad montado en su egolatría desde donde observa  con desprecio la pequeñez de todo el resto y un Vocero que simplemente no se la puede enredado en la verborrea de sus explicaciones, componen la triada, los tres chiflados, que intentan sostener a pulso a un gobierno que nació muerto y que cae irremediablemente.

 

El gobierno navega en ceñida. Con rumbo en ninguna parte.

 

Las elecciones serán en tres días. El cuco de la abstención se acerca a pasos agigantados. Los rebotes post eleccionarios con origen en el error del Servicio de Registro Civil auguran casos de reclamos y revisiones. El pequeño repunte en la evaluación popular de la presidenta se ve amenazado…..

 

¿A propósito, alguien ha visto a la presidenta?

 

 

 

 

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