Noviembre 16, 2024

Segundo debate: Donald Trump enviaría a la cárcel a Hillary Clinton

Como en  las peleas de gallos, al comienzo del encuentro, se esperaba que hubiera desplume y corriera sangre entre los dos candidatos a la presidencia de los Estados Unidos: Trump invitó a una serie de señoritas, víctimas de los apetitos sexuales desenfrenados del marido de la señora Clinton con el fin dejar fuera de combate a la candidata, quien mostró mucha sangre fría y sorteó bien el escollo al cual la estaba sometiendo su contrincante.

 

 

Días antes del debate habían aparecido publicados algunos videos de Trump, en importantes medios de comunicación, donde hablaba de obscenidades sobre las mujeres. El escándalo  fue mayúsculo y el hecho le valió a Trump el que importantes líderes republicanos le retiraran su apoyo, entre quienes se encuentra el ex gobernador de California, Arnold  Schwarzenegger. Cada vez que su rival en el encuentro  del domingo, 9 de 0ctubre,  le recordaba  esta brutalidad en contra de la mujer, Trump, muy orondo, reconocía que eran “chistes de hombres” y que pedía perdón si alguna vez había logrado ofender a alguien con sus dichos; incluso, marcó la diferencia entre sus procaces dichos y los hechos repudiables de Bill Clinton.

En otro tema del debate, se sobreentendía que la candidata del Partido Demócrata iba traer a colación el hecho de que Trump, durante decenios,  hubiese evadido el pago de impuestos al fisco, y justificando sobre la base de pérdidas en los balances de sus empresas; muy hábilmente, Trump reconoció el hecho, pero que lo hacía  apelando a leyes que ella misma había aprobado, siendo senadora y que, además, los amigotes de la candidata demócrata hacían otro tanto – “yo evado, tu evades, él evade…”-.

En general, Trump estuvo mejor que en el primer debate y, como ocurre con ciertos futbolistas, la fuerza discursiva del candidato republicano duro muy poco, pues pierde los estribos rápidamente, lo que no ocurre con la candidata demócrata, que tiene un entrenamiento de treinta años en política; en este debate Trump aguantó la aparente serenidad durante los primeros minutos, pero perdió sus estribos y, de nuevo, volvía a la calma.

En un debate cara a cara el lenguaje verbal es muy importante: Trump se mostró hábil al colocarse, casi siempre, detrás de Clinton, como soplándole a la oreja, y su físico de gigantón favorece este tipo de estrategia comunicacional.

Trump logró nuevamente tratar de presentar a la señora Clinton – como la representante de los politiqueros de oficio del pasado – como la representante más visible de la casta política anquilosada, que ha conducido a Estados Unidos – según él – a la decadencia, es decir, amiga de marrulleros, sinvergüenzas y aprovechadores. El clivaje entre la casta política y la ciudadanía le ha dado buenos al candidato republicano, pues el sector social que rechaza a la clase política actual ya está conquistado por  el candidato republicano.

Luego del primer debate, 25 de septiembre, Trump aparecía triunfador, según las encuestas de opinión, en los estados principales en que decidía la elección entre los dos candidatos; en el reciente encuentro, del 9 de octubre, Clinton tenía todas las de ganar, pues aventajaba, de lejos, a su rival. En las elecciones norteamericanas las encuestas juegan un gran papel y se producen por docenas casi diariamente, y muy poco importa que  no acierten siempre, pero los estadounidenses las utilizan tanto para quehaceres domésticos, como para la política u otras materias.

Los foros presidenciales en ese país constituyen un verdadero espectáculo en que un conjunto de electores, seleccionado entre los indecisos, juega un papel fundamental, pues interviene por medio de preguntas directas a los candidatos. En el caso de Trump, las evade olímpicamente dando respuestas diversas, pero no relacionadas con la pregunta, en cambio, Clinton, más experimentada políticamente, siempre responde con la mirada fija a la persona que la interroga. Algunos de estos cuestionamientos son importantes, pero otros son en extremo banales – ¿“qué le encuentra de bueno a su rival”? Las respuestas caían de cajón: Clinton, por ejemplo, alabó a la familia de Trump, mientras que éste, el coraje de la candidata.

En general temas de fondo, dignos de una elección presidencial en Estados Unidos, hubo muy pocos: Trump atacó el proyecto de salud de Barack Obama y, sobre todo, los Tratados de Libre Comercio, entre ellos el NAFTA (Estados Unidos, México y Canadá); en otro ámbito, prometió la rebaja de impuestos para la clase media y repitió, aunque moderando su lenguaje, sus propósitos xenófobos que lo han caracterizado desde que irrumpió en la arena política.

La habilidad comunicacional de Donald Trump radica en el uso de titulares vistosos y agresivos, ora contra las mujeres, ora contra los mexicanos, ora contra los afroamericanos, como también contra otros sectores de la sociedad, que logran asustar y sorprender a la Prensa y la ciudadanía; en este sentido, este candidato siempre ha estado presenta, para bien o para mal, en los medios de comunicación y, de esta manera, logra el apoyo de sectores de las capas medias norteamericanos y, lógicamente, de sectores menos preparados políticamente y, por consiguiente, fácilmente influenciables – el yanqui de la América profunda -.

En definitiva, estos dos primeros debates no van a cambiar ni un ápice de los indecisos, y sólo sirven para animar un espectáculo televisivo, seguido por millones de televidentes, no sólo en Estados Unidos, sino también en todo el mundo.

La elección nos presenta dos candidatos de poco atractivo electoral, lo cual demuestra la decadencia de la casta política norteamericana.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

10/10/2016  

         

                

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