Abril 21, 2025

Alepo: el fin de la fracasada política cosmopolita de los Estados Unidos

Entre 1945 y 1989 los Estados Unidos tuvieron una política exterior bastante sensata, eficaz y productiva. Se prefería ahorrar, preservar y mantener en vez de gastar el poder militar. La estrategia central era la de no luchar una devastadora guerra con la Unión Soviética o la China comunista. Muy por el contrario, la idea principal era la defensa del nuevo orden internacional creado por las Naciones Unidas en 1945. En otras palabras, se trataba de contener la expansión de la ideología comunista mediante una paz fría, lo que naturalmente era preferible a una guerra posiblemente nuclear.

 

 

 

Cuando más adelante Estados Unidos dejo atrás esta sabia política y trató de eliminar a Corea del Norte en 1950, y luego trató de recuperar a Indochina en los años 60, los resultados fueron sumamente negativos. La estrategia de ahorrar poder militar no significó timidez o cobardía. Para darle sólida sustentación y credibilidad a su política de contención, los Estados Unidos desplegaron fuerzas sustanciales en Europa y el Norte de Asia. Esta prudente política defensiva permitió un desarrollo económico pacífico, tanto en Europa occidental como en el Este de Asia y como resultado, tras unas pocas décadas después de 1945 las regiones más devastadas por la segunda guerra mundial, se estabilizaron y prosperaron.

                 

No obstante, a comienzos de los años 90 del siglo XX, la política exterior de los Estados Unidos, cambió radicalmente. El documento titulado  “Guía para un Plan de defensa” preparado en 1991 por Paul Wolfowitz (subsecretario de defensa de aquellos años) preparó las bases para este fundamental cambio estratégico de los Estados Unidos. Wolfowitz señalaba que la victoria de Estados Unidos sobre el comunismo había creado una nueva realidad en el viejo orden internacional. Además, con la reciente y aplastante derrota de los Estados Unidos sobre Irak en la Guerra del Golfo, se demostraba que el mundo había cambiado radicalmente. Ahora existía la oportunidad real para que los Estados Unidos construyeran un nuevo ambiente y una nueva estructura de seguridad ampliamente favorable a sus intereses. Por fin la hora de la Pax Americana se había hecho realidad. El diseño del futuro orden mundial era ahora una tarea para una superpotencia que realmente entendiera el llamado de la historia. Se pensaba que el poder militar de los Estados Unidos era tan inmenso que ahora era posible conseguir el triunfo y expansión del sistema democrático occidental por todos los rincones del planeta.

 

Los viejos conceptos de defender y contener habían quedado obsoletos y peor aún, teñidos por un manto de cobardía. Ahora a comienzos de los años 90 se pensaba que el ejército de los Estados Unidos podía alcanzar rápidas y contundentes victorias en cualquier lugar del planeta y bajo condiciones geográficas adversas. En otras palabras el poder militar de los Estados Unidos ahora se iba a utilizar para derrocar regímenes totalitarios “regime change” y luego construir prosperas democracias “nation building”[1]. Esta nueva estrategia se llevó rápidamente a la práctica en el caso de Yugoslavia donde después de su destrucción surgieron varios estados encaminados en la ruta democrática tales como Croacia, Serbia, Monte Negro, Macedonia y Albania. El activismo militar se incrementó en la primera década del siglo XXI con las intervenciones militares en Afganistán, Irak y Pakistán. Esta política continúo en la segunda década del presente siglo con intervenciones en distintos lugares del planeta, particularmente en Libia, Siria y el resto del Medio Oriente.

 

Como resultado de este gigantesco cambio estratégico, las fuerzas militares de los Estados Unidos ya llevan más de veinte años en guerras continuas en distintas áreas del mundo. En un teatro de operaciones después de otro, la lucha armada se desata, consumiendo enormes recursos en dinero y significando la perdida de innumerables vidas de soldados estadounidenses. Invariablemente este teatro de guerra original pasa ocasionalmente a un segundo plano, producto de otros conflictos más urgentes en algún otro punto del globo. Nada finalmente se termina y la lucha se expande como un cáncer por todo el mundo. El departamento de defensa estadounidense se ve obligado a asumir constantemente nuevos desafíos y así se extienden las operaciones llevando a que poco a poco se multipliquen las bases militares estadounidenses[2].

 

La palabra paz ha desaparecido de la discusión política y la guerra se ha transformado en una condición normal. El próximo presidente de los Estados Unidos se enredara en un torbellino de desafíos a su seguridad nacional. Ellos vendrán de otras civilizaciones que gradualmente han tratado de volver a sus valores y principios culturales originales. La civilización Rusa/Ortodoxa, bajo la dirección del Presidente Putin, está actuando vigorosamente en la protección de su área de influencia. Lo mismo está haciendo la civilización China, bajo el liderazgo de Xi Jinping. Por su parte la civilización Islámica está redefiniendo su rumbo y buscando nuevos liderazgos. Esta civilización está despertando agresivamente como lo reflejan las actividades del nuevo Califato Islámico y también los enormes cambios políticos que se están dando en Turquía, Arabia Saudita, Egipto e Irán.

 

En conclusión, ya hay al menos tres grandes civilizaciones que se han declarado en rebeldía ante el nuevo orden mundial impuesto por los Estados Unidos. En parte, es por todo esto, que el ex jefe de las fuerzas armadas estadounidenses, el general Martin Dempsey ha recientemente dicho que los desafíos que Estados Unidos tiene, son los más graves que el país ha visto. Textualmente ha señalado: “Este es el más peligroso período que he visto en mi vida. En mis 41 años de experiencia militar, nosotros a menudo tuvimos la oportunidad de focalizarnos en un peligro u otro. Primero estaba el peligro de la Unión Soviética, después vinieron los desafíos para la mantención de la paz (Peace Keeping Operations) y ahora finalmente se ha agregado el peligro terrorista. No obstante ahora nos encontramos con un enjambre de problemas y ellos saltan todos a la vez. Por lo tanto, tenemos una enorme multiplicidad de desafíos, que tienen que resolverse con recursos muy limitados. Todo esto se agrava enormemente con la tremenda incertidumbre que los políticos han dejado caer sobre el presupuesto militar”[3].

 

Hace poco más de un año, el Presidente Asad de Siria estaba a punto de ser derrotado por una coalición de fanáticos rebeldes sunníes, creadores del Estado Islámico (ISIS) y rebeldes más moderados apoyados por los Estados Unidos. Rusia, preocupada por el hecho de que un gran número de los rebeldes del Estado Islámico eran musulmanes procedentes de ex Repúblicas Soviéticas decidió que el peligro Islámico anti ruso debería ser eliminado en el Medio Oriente, particularmente en Siria y en Irak. Fue así como Rusia en coalición con Irán empezó a ayudar al gobierno de Irak y al mismo tiempo decidió apoyar sólidamente al Presidente Asad con un robusto escuadrón aéreo que inmediatamente empezó un contraataque  en Siria. Esta estrategia es la que en estos días está llegando a su victorioso fin. El último reducto rebelde importante en Siria lo constituye la ciudad de Alepo y ella está siendo sistemáticamente destrozada. Con la destrucción de Alepo, el ejército Sirio pronto será capaz de eliminar todos los focos de resistencia y por fin pacificar el país. Si el Presidente Asad triunfa en Siria y posteriormente el ejército de Irak destruye al ejército del nuevo Califato, esto daría inicio al comienzo del fin de la influencia de los Estados Unidos en el Medio Oriente. Con todo esto, la política estadounidense de cambio de régimen y reconstrucción de naciones iniciada a comienzos de los años 90 del siglo XX habrá llegado a su fin.

 

 

¿Cómo se puede explicar esta nueva derrota de la civilización occidental?

                 

 

La derrota en Siria marcaría el inicio de la retirada de los Estados Unidos en Oriente Medio. Al parecer la principal causa de la debacle de los Estados Unidos en el Medio Oriente se debe a que los Estados Unidos a pesar de tener las mejores fuerzas armadas del planeta, ellas nos son suficientes para mantener la supremacía occidental en el mundo.

 

De acuerdo con el profesor Hans Morgenthau[4], un verdadero Hegemón mundial o superpotencia mundial, necesita para poder controlar el planeta, las siguientes tres condiciones básicas: Primero, poseer al menos la mitad del producto interno bruto mundial. Segundo, físicamente dominar y controlar al menos la mitad de los recursos humanos, minerales, agrícolas, y de agua del mundo. Tercero, tener un ejército conformado por un soldado por cada 3.000 habitantes del planeta. Es decir entre 20 a 25 millones de soldados, asumiendo una población mundial de 7.000 mil millones de personas. Morgenthau señala que nunca ha existido en la historia del planeta una superpotencia con estas características y que por lo tanto la unipolaridad jamás ha existido. Y esto se da por la simple razón de que siempre que surge una superpotencia, los otros Estados más débiles forman una coalición suficientemente poderosa para contener a la presunta superpotencia. Esto es lo que Morgenthau denomina “Teoría del balance de poder”[5].

 

Por su parte el profesor Andrew Bacevich, concluye que la locura intervencionista de los Estados Unidos debe terminar. La gran nación norteamericana debe adoptar una nueva política de seguridad nacional. Señala que el ejército regular debe estar compuesto por estadounidenses en edad de luchar. Esta masa de individuos constituye al menos el 0,5% de la población, o sea alrededor de 1.600.000 soldados. De esta cantidad, solo medio millón de individuos se han enrolado en el ejército regular y participan en distintos frentes de batalla[6]. Con esta cantidad de tropas es imposible cubrir adecuadamente la creciente necesidad de soldados en el frente. El profesor Bacevich, señala que la única forma de tener un ejército capaz de enfrentar todos los actuales desafíos sería volver al sistema de reclutamiento obligatorio de ciudadanos (Draft), el sistema de reclutamiento original de Estados Unidos. Esta situación inmediatamente obligará a la elite política gobernante a diseñar una estrategia consistente con el bien común y el bien colectivo de toda la sociedad y no consistente con solo los intereses de la oligarquía dirigente como la casta militar y el famoso complejo financiero industrial. Se señala textualmente que para remediar las relaciones defectuosas entre ciudadanía, elite política y elite militar, un primer paso será requerir que el pueblo entero pague por las guerras que el Estado inicia en su nombre. Cuando las fuerzas de Estados Unidos van a luchar a tierras extranjera, los impuestos de toda la ciudadanía sin excepciones deben crecer de acuerdo al gasto. Esta medida terminará con la actual práctica de endeudar a las generaciones futuras producto de las manipulaciones de la corrupta elite dirigente.

 

                  Si el próximo Presidente de Estados Unidos decide continuar interviniendo en la guerra civil de Siria, o en el problema de la integridad territorial de Ucrania, esto requeriría actividades bélicas de gran escala; entonces todos los estadounidenses colectivamente deben decidir si arriesgan sus vidas y fortunas para así cubrir los costos de la guerra que se pretende iniciar. Un segundo gran paso debe ser dar a los ciudadanos la responsabilidad por pelear guerras que requieren muchos más soldados que los que tienen las fuerzas regulares. Se debe seguir con el sistema de llenar los cargos militares con voluntarios autoseleccionados. Pero estas fuerzas militares deben ser altamente reforzadas con ciudadanos que deben ser el espejo de la sociedad estadounidense actual. En términos de raza, género, etnicidad, religión y sobre todo clase social. Este servicio obligatorio debe conseguir que las clases acomodadas también cumplan con sus obligaciones militares y patrióticas, lo que hoy en día no ocurre. Los ricos de las clases acomodadas no son parte de las fuerzas voluntarias. El profesor Bacevich concluye que todos estos cambios deben acompañarse con cambios en la conformación de las alianzas de los Estados Unidos. Europa hoy en día es económicamente poderosa y con suficiente población para auto defenderse, por lo tanto la organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) debe reformularse. Las tropas estadounidenses deben volver al territorio nacional, lo mismo debe hacerse en Asia, ya que países como Corea, Taiwán y Japón, Indochina, Malasia, Indonesia y Australia son también capaces de auto defenderse. En conclusión, las tropas estadounidenses deben volver al territorio nacional y la gitanesca cadena de bases militares esparcida por todo el planeta debe cerrarse.  En pocas palabras, lo que se propone es una nueva política militar realista y pragmática. Aliados económicamente desarrollados deben cubrir sus propios gastos en defensa. Uno podría decir que estas sensatas recomendaciones, son muy parecidas al nacionalismo aislacionista que está actualmente siendo promovido por Donald Trump.

 

La derrota de las fuerzas rebeldes pro estadounidenses en Alepo, seguramente marcara el fin de la guerra en Siria. El Presidente Asad tendrá las fuerzas suficientes para pacificar el país. Es probable que la consecuencia más importante de la catástrofe de Alepo sea el hecho de que los estadounidenses se vuelquen en masa el próximo noviembre para definitivamente derrotar la política iniciada por Wolfowitz a comienzos de los años 90 del siglo XX. La derrota de Alepo va a ser un tema que Trump seguramente explotara al máximo, consiguiendo con ello que el pueblo estadounidense, le dé el apoyo suficiente para que como presidente termine con una política exterior nefasta que tanto las elites demócratas como republicanas han apoyado hasta el día de hoy.

 

Trump con suma habilidad seguramente sabrá cómo explicar al pueblo estadounidense que tanto los Clintons como los Bushes son los autores de lo que Samuel P. Huntington denominaba la política cosmopolita y globalizante de la elite demócrata, como la política imperialista sostenida por los neoconservadores republicanos[7]. La característica común de estas dos políticas erradas era pensar que los Estados Unidos, eran suficientemente poderosos para poder destruir regímenes y crear democracias prooccidentales a lo largo del planeta.

 

Para concluir es necesario recordar que ya en los años 90 Huntington, escribió en su famoso libro “El choque de civilizaciones”, que el nuevo imperialismo estadounidense iba a terminar en un rotundo fracaso, y todo esto por la simple razón de que la civilización Occidental ya no tiene la suficiente fuerza para someter y dominar al resto de las otras grandes civilizaciones del mundo.

 

 

 

F. Duque Ph.D.

Cientista Político

Santiago octubre de 2016

 

 


[1]Todas estas ideas son un resumen de la introducción al trabajo titulado “Ending endless war. A pragmatic military strategy”, escrito por Andrew J. Bacevich. Sirvase ver Foreign Affairs, septiembre – octubre 2016, volumen 95, número 5, paginas 36 – 44.

[2]Ibid.

[3]Ver “Notes from the Chairman. A conversation with Martin Dempsey”. Foreign Affairs, septiembre – octubre 2016. Opcit, páginas 2 – 9.

[4]Ver Hans Morgenthau. “Politics among nations”. New York, McGraw-Hill, 1985.

[5]Ibid.

[6]Ver Michael O´Hanlon y David Petraeus“American awesome military and how to make it even better” en Foreign Affairs, septiembre – octubre 2016. Opcit, página 12.

[7]Ver Samuel P. Huntington The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order”, New York: Simon & Schuster, 1996. Ver también Samuel P. Huntington “Who Are We? The Challenges to America’s National Identity”, 2004.

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