Más de 2 millones de personas en los estados de Florida, Carolina del Sur y Georgia han recibido órdenes de evacuación obligatoria. Un éxodo en tiempo real sin precedentes desde octubre del 2012, cuando la tormenta Sandy, que causó estragos en Nueva Jersey y Nueva York, demostró el impacto real que puede tener un desastre natural en el resultado de unas elecciones presidenciales.
Al igual que ocurrió en octubre del 2012 con la tormenta Sandy, la madre naturaleza parece nuevamente empeñada en convertirse en una variable más en el, de por sí, imprevisible proceso electoral en Estados Unidos.
Por si no bastara con el “efecto Trump”, el “efecto Mathew” ha hecho acto de presencia para convertirse en una variable más en los Estados de Florida, Georgia y Carolina del Sur, tres enclaves que podrían ser cruciales en noviembre próximo para que Hillary Clinton o Donald Trump se alcen con una victoria.
Aunque aún es muy pronto para medir el impacto que tendrá Mathew sobre estos tres estados, sus autoridades ya han ordenado a sus ciudadanos a desalojar inmediatamente sus hogares y buscar refugio tierra adentro:
“Esta es una tormenta asesina”, ha dicho con aire ominoso el gobernador de Florida, el empresario republicano, Rick Scott, encasquetado en una absurda gorra de las fuerzas navales, para tratar de mostrarse como el líder providencial de un Estado que Donald Trump necesita ganar a toda costa para poder conquistar la Casa Blanca.
Cuando en octubre de 2012 el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, aceptó la visita del presidente, Barack Obama, para recorrer juntos el escenario de destrucción que dejó a su paso la tormenta Sandy, desde la campaña del entonces candidato republicano, Mitt Romney, le acusaron de chaquetero y traidor.
En aquel entonces, las encuestas de Gallup, difundidas a sólo unos días de que la tormenta Sandy golpeara las costas de EU, le concedían a Mitt Romney una ventaja de 6 puntos a nivel nacional sobre Barack Obama.
Tras la visita de Obama a Nueva Jersey, recorriendo las ruinas que dejó una tormenta de categoría 3 a su paso, las encuestas a nivel nacional registraron un mínimo rebote al alza, de apenas un punto porcentual.
A pesar de ello, desde los cuarteles de Mitt Romney acusaron a Chris Christie, un político de vena oportunista que, según los expertos, comulga con el “pragmatismo maquiavélico”, de haber sepultado las posibilidades de victoria del primer candidato mormón a la Casa Blanca.
Desde entonces, el factor de la tormenta Sandy ha sido factor de estudio:
¿En qué medida contribuyó la tormenta Sandy y la visita de Barack Obama a Nueva Jersey para cosechar el 58% de los votos de ese Estado en noviembre del 2012 y sumar sus 14 votos electorales a su inapelable victoria a nivel nacional?
Para los estrategas de ambos partidos, la amenaza de una tormenta como Mathew en tiempos de campaña, siempre es una oportunidad para ganar puntos entre el electorado. Particularmente en un Estado como Florida que tiene una bolsa de 29 votos electorales y en donde Hillary Clinton se ha colocado a la cabeza de las preferencias con 2.4% de ventaja en las encuestas.
Para un candidato como Donald Trump, que cuenta con el respaldo del gobernador de Florida, Rick Scott, la tormenta Mathew es la mejor oportunidad para tratar de levantar cabeza en ese estado y a nivel nacional.
Para Hillary Clinton, que tiene de su lado al presidente Obama (y a los fondos federales que controla el ejecutivo y que necesitarán tanto Florida como Georgia y Carolina del Sur), la necesidad de jugar bien sus cartas ante la amenaza de la tormenta Mathew, podría tener un carácter decisivo a la hora de demostrar ante los electores sus capacidades como la primera comandante en jefe.