Diciembre 5, 2024

Sebastián Piñera, el Berlusconi chileno o el arte de evadir la justicia

El dictador Augusto Pinochet puede hermanarse al ex Presidente Sebastián Piñera, en el sentido ninguno de los dos ha pasado por la justicia chilena, a pesar de las múltiples acusaciones en su contra – por crímenes de lesa humanidad y delitos económicos, respectivamente -, y en ambos casos tuvo que mediar el concurso de la justicia extranjera para que, al menos, en el caso  de Pinochet, estuviera a punto de comparecer como imputado ante la justicia española por sus horrendos crímenes contra la humanidad, perpetrados durante el régimen dictatorial. En cuanto a Piñera, hasta ahora, es posible que lo convoque un fiscal argentino, acusado de soborno a altos funcionarios del país trasandino, en su calidad de accionista mayoritario de LAN-Chile – actualmente LATAM -.

 

 

La historia prueba que  la mayoría de los casos de corrupción y de pérdida de confianza en la política ha terminado, bien la rebelión de la extrema derecha antirrepublicana, o en la conducción al poder del líder más sinvergüenza de todos. Veamos algunos casos: en 1934, en Francia, Alexandre Stavisky – alias el “bello Sacha” – se había dedicado a especular, en concomitancia con los principales personajes del gobierno radical de la III República y, para evitar que hablara, la policía lo asesinó en Chamonix, escondiendo el crimen en un supuesto suicidio. Este escándalo provocó la marcha de los fascistas, apoyados por los monárquicos, el 4 de febrero de 1934, frente a la Asamblea Nacional; al no haber mediado la indecisión del más poderoso grupo derechista, los Cruce de Fuego, liderado por el coronal François La Rocque, la turba se hubiera apropiado del palacio legislativo. Afortunadamente, en 1936, triunfó el Frente Popular, que evitó temporalmente la toma del poder por la ultraderecha, sin embargo, en 1940, con el mariscal Philippe Pétain, en la colaboración de los nazis, hizo que  la extrema derecha tomara el poder.

En Italia, los asuntos de corrupción, descubiertos por los fiscales durante el gobierno de Bettino Craxi, llegaron a tal grado que provocó la prisión de la mayoría de los dirigentes políticos italianos, tanto en la Democracia Cristiana, como en el Partido Socialista, la huida de Craxi a Túnez y su posterior muerte en el exilio, además de la desaparición de los partidos democratacristiano y socialista, el triunfo del sinvergüenza  de Silvio Berlusconi y su agrupación Forza Italia. Este bandido, una vez en el poder, se dedicó a perseguir a jueces y periodistas, y se eternizó en el cargo; sólo hace poco tiempo y con mucho esfuerzo, ha sido posible sacarlo del poder y llevarlo a tribunales.

En España, el Partido Popular en el poder ha sido uno de los más corruptos en la historia de ese país. Su líder actual, Mariano Rajoy, aparece implicado personalmente en el caso Bárcenas, al recibido dinero de este tesorero del Partido. El sinnúmero de tramas en que se ve implicado el PP es inconmensurable – el monto del enorme desfalco al fisco no guarda ninguna proporción con el caso chileno – y los electores españoles siguen eligiendo al Partido Popular y a su líder Mariano Rajoy.

Mucho me temo que en Chile pueda ocurrir lo mismo en Francia, España, Italia, México, Argentina, y que “terminemos la crisis institucional” que tantos ridículos profetas se entretienen en anunciarla por estos días, eligiendo a Sebastián Piñera. Hasta el momento todo lo favorece, incluso las encuestas de opinión. Una Presidenta y su combinación de gobierno, la Nueva Mayoría, no tiene ninguna posibilidad de nombrar a un sucesor con un 19% de apoyo. Si bien es cierto que la abstención en las próximas elecciones municipales, fijadas para el mes de octubre, podría ser de un 80%, el 20% restante podría ser favorable a la derecha.

Hay que reconocer que Sebastián Piñera ha sido muy hábil para evitar ser convocado ante la justicia chilena por presuntos actos de mezcla entre la política y los negocios: en caso de Banco de Talca eludió el peso de la ley con mucha habilidad, claro está, con el apoyo de personeros de la dictadura, en esa época en el poder, y su hermano, José Piñera, era ministro de Trabajo del tirano. Más tarde, envuelto en el “piñeragate”, quedó como una víctima. Cuando fue acusado de usar información privilegiada, sólo cumplió con pagar la abultada multa, y quedó libre de polvo y paja.

Durante su mandato, la mezcla entre dinero y política llegó a su culmen: su primer gabinete estaba formado por empresarios y tecnócratas, que confundían el gobierno de Chile con el de sus propias empresas. Se dieron varios casos de colusión entre negocios y política, como el del ministro de Educación, Joaquín Lavín, dueño de la Universidad del Desarrollo que, evidentemente, lucraba con la educación; el ministro de Justicia, Teodoro Rivera, también era dueño de una universidad.

Actualmente, han comparecido ante la justicia y formalizados por eventuales delitos tributarios y de cohecho – los ministros durante el gobierno de Piñera – Laurence Golborne y Pablo Longueira, respectivamente. El primero, el emprendedor ferretero de Maipú, que terminó mostrando su genialidad en la especulación en paraísos fiscales, y el segundo, ex senador y ministro de Economía – una “Juana de Arco” que escucha voces de su maestro, líder del gremialismo, Jaime Guzmán Errázuriz – hoy formalizado por delitos tributarios y cohecho.

Sebastián Piñera saldrá ileso, como en tantas otras oportunidades de soborno, ante el fiscal argentino, y como las masas siguen tropezando una y mil veces con la misma piedra, lo elegirán, una vez más, Presidente de la república, siguiendo el conformista dicho “más vale diablo conocido, que por conocer”, la sandía calada, aun cuando haya cometido sólo insensateces durante su gobierno anterior, es mejor experimentar lo novedoso y creativo. “Es mejor la soledad del enemigo del pueblo” (Ibsen), que seguir el camino de la caterva de vencejos”.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

10/08/2016

 

                 

 

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