Diciembre 9, 2024

Las suculentas ganancias de las clínicas privadas

 

Una de las actividades más rentables que pueden existir hoy en Chile no se trata del retail, de la electrónica de consumo masivo, tampoco de la banca usurera. Hablamos de la salud, actividad comercial que durante las últimas décadas descolla como uno de los mejores negocios y atrae inversionistas de otras áreas. En este rubro, otrora derecho social y cultural, si antes fueron las Isapres hoy son las clínicas, orientadas al sector de mayores recursos y hacia la generosa mano del Estado. Una vez más observamos cómo el modelo neoliberal, apoyado en un hipócrita laissez-faire, recibe millonarios subsidios de su repudiado aparato público.

 

 

Esta nueva “distorsión” del mercado que involucra una sangría de recursos fiscales hacia el sector privado, del mismo modo que los subsidios estatales a los operadores del Transantiago, ha permitido que la salud privada en Chile, que atiende a una escasa proporción de la población (cifras oficiales estiman que en la actualidad sólo un 16 por ciento cotiza en Isapres) se haya levantado como uno de los sectores más poderosos en la economía chilena con ganancias que suman decenas de millones de dólares.

Hace unas semanas el gremio Clínicas de Chile hizo públicas las utilidades de sus afiliados durante el año pasado, difundida a través de un medio impreso ligado al duopolio. En este informe se revela que durante 2015 las clínicas obtuvieron ganancias por 55 mil millones de pesos, una cifra cercana a los 80 millones de dólares, que fue un siete por ciento superior a la conseguida en 2014 y los ingresos por ventas llegaron a 784 mil millones de pesos, un once por ciento más que el año anterior. En síntesis, un año para recordar y un negocio redondo a costa de personas enfermas y muy pacientes. Para la industria, estos resultados no corresponden ni a precios altos ni subsidios cruzados, directos o indirectos, sino a la “eficiencia”, eufemismo que engloba de todo, desde buen marketingy publicidad, altas tarifas, o bajos sueldos.

Según informa el matutino que hizo públicos estos datos, los cuales no tienen obligación de difundirse como sí la hay para las Isapres a través de la Superintendencia del ramo, esa cifra no considera los números de los mayores centros médicos privados, como la Clínica Alemana o la Red UC.

 

DOS CARAS DE LA MISMA MEDALLA

Las ganancias de las clínicas privadas no pueden dejar de observarse comparativamente con las Isapres. Son dos caras de la misma medalla, negocios en muchos casos en las manos de los mismos inversionistas. Este rubro, posiblemente entre los más repudiados por la población según no pocos sondeos de opinión, ha disminuido su alta rentabilidad desde el fin de los subsidios entregados por el Estado y por el proceso de judicialización abierto por la ciudadanía hace un par de años para evitar las alzas arbitrarias e indiscriminadas en los planes de salud. Este virtuoso proceso impulsado por los usuarios ha hecho caer los ingresos de estas aseguradoras, aun cuando siguen exhibiendo cifras más que positivas. El año pasado las Isapres ganaron 37 mil millones de pesos, un 38 por ciento menos que en 2014, y cifra por debajo de la suma obtenida por las clínicas.

En la ley del libre mercado, que rige en Chile en todas las actividades, salud, transporte y educación incluidas, los precios y tarifas son también libres. Es por ello que los prestadores privados de salud pueden subir sus precios sin rendirle cuentas a nadie para equilibrar sus costos o simplemente para aumentar las ganancias esperadas por sus inversionistas. Como en cualquier otro negocio, son los usuarios, los clientes, y en estos casos los pacientes, los que financian las utilidades de las Isapres y las clínicas y el enriquecimiento de sus accionistas y grupos controladores.

A diferencia de otros mercados rentables de la economía chilena, en este sector no hay aparentemente un nivel de concentración para hablar de prácticas monopólicas. Aun así, son pocos los actores, bien densificados, que se disputan al sector más rentable de la población. En las Isapres, no así en las clínicas que intentan ocultar sus cifras, podemos ver que cinco aseguradoras (Cruz Blanca, Banmédica, Más Vida, Colmena y Consalud) tienen el 92 por ciento del “mercado” de afiliados (cifras de 2014 de la Asociación de Isapres). Ello, sobre un universo de 1,8 millones de cotizantes, que se eleva a poco más de tres millones al considerar a sus familiares.

 

NEGOCIOS CON EL 20% DE MAYORES INGRESOS

Como puede desprenderse de estos datos, el sistema Isapre no alcanza a cubrir ni al 20 por ciento de la población nacional, lo cual se relaciona con la verdadera y desequilibrada distribución de los ingresos. Porque al observar el nivel de salarios de los cotizantes de las aseguradoras, vemos que el 72 por ciento tiene sueldos superiores a los 700 mil pesos, en tanto un poco más del 20 por ciento realiza cotizaciones por ingresos entre 300 mil y 700 mil y un escaso cuatro por ciento bajo los 300 mil.

La concentración del mercado de las aseguradoras, algo propio en tantos otros sectores rentables de la economía chilena, está relacionada con otras estructuras aún más reñidas con las teorías que tanto declaman los puristas del libre mercado. Junto a la concentración existe una oscura trama de integración vertical. El negocio de la salud en Chile, que tiene diferentes estratos o rubros, descansa en unas pocas manos.

La otra cara de la salud privada son las clínicas, las que responden a modelos similares de negocios. Están orientadas al sector de mayores ingresos y también reciben subsidios, así como las Isapres gozaron de este beneficios durante unos veinte años. En el caso de las clínicas, los apoyos del Estado van por el lado de la compra de servicios y subsidios a la demanda. Concretamente, la modalidad libre elección de Fonasa; la compra de servicios -que desde la implementación de las GES se ha incrementado exponencialmente-; y desde 2011, el bono AUGE. “Esto ha implicado el traspaso de 6.809 millones de dólares entre 2005 y 2012, lo cual explica el vertiginoso crecimiento de la red privada que aumentó su capacidad en 20 por ciento en el periodo 2005-2011”, señalan en un estudio de la Fundación Creando Salud, Matías Goyenechea y Danae Sinclaire. Este factor sin duda responde a la pregunta que pudiera surgir al observar las ganancias de 2015 de estas pocas clínicas.

El negocio es floreciente por todos lados y reproduce el esquema discriminador y elitista de las Isapres. Como ejemplo, de los 58 centros privados con hospitalización de la Región Metropolitana, 36 se ubican en Providencia, Las Condes, Ñuñoa, Vitacura y Lo Barnechea, las zonas de mayor poder adquisitivo, lo cual aumenta las brechas y la inequidad en el acceso a la salud.

 

INTEGRACION VERTICAL

Tal como en otros sectores de la economía, en la salud privada podemos hallar también las características propias de los mercados desregulados. Vemos concentración, integración vertical y una propiedad vinculada con otras áreas de la economía, entre las que destaca el sector financiero. Desde finales de 2014 se ha podido descubrir una nueva faceta de este negocio: su alta capacidad de ejercer lobbyy realizar favores políticos a parlamentarios, lo cual explica la consolidación de un sistema de salud caro y rechazado por la población. Empresas Penta, corruptora de políticos, es también dueña de uno de los mayores holdingsmédicos del país.

Empresas Banmédica es dueña de dos Isapres, Banmédica y Vida Tres, con aproximadamente un cuarto del mercado y utilidades que el año pasado superaron los 45 mil millones de pesos. El consorcio, controlado por Carlos Alberto (Choclo) Délano, Carlos Eugenio Lavín y Eduardo Fernández León, posee las clínicas Santa María, Dávila, Help, Clínica Vespucio, Bío Bío, Ciudad del Mar, los centros médicos Vida Integra y Home Medical Clinic. “En este modelo de negocios los ‘costos’ de las Isapres son las ganancias de las clínicas, y estas a su vez están aumentadas por los traspasos de fondos públicos. Finalmente el dinero permanece en el holding”, concluyen los expertos de Fundación Creando Salud.

Bupa Chile es parte del holdingespañol Bupa-Sanitas y controla en Chile el 54 por ciento de la Isapre Cruz Blanca y otros negocios en el ámbito de los seguros y, por cierto, en la salud, lo que confirma la integración vertical en este rubro. Tiene poco más del 20 por ciento de los cotizantes y posee la red de centros médicos Integramédica, Sonorad y Pilar Gazmuri. En el área hospitalaria posee la Clínica Reñaca, Antofagasta, San José en Arica, el sistema domiciliario Clinical Service y construye en estos momentos la Clínica Bupa en La Florida, de más de cien mil metros cuadrados y 400 camas. Durante la OPA (Oferta Pública de Acciones) de 2014, Cruz Blanca quedó valorada en nada menos que 650 millones de dólares.

El caso de la Isapre Colmena, aun cuando tiene matices, mantiene el modelo de integración vertical a través de la Clínica UC de San Carlos de Apoquindo y otros centros en regiones, a través de su propietario, el grupo Bethia. Este extenso consorcio está presente en negocios tan diversos y antagónicos como viñas (Indómita, Santa Alicia y Dos Andes), transporte aéreo (Latam), hípica (Club Hípico), medios de comunicación (Mega), agua potable (Aguas Andinas) o el retail(Falabella), entre otros. Bethia es también un inversionista en la Clínica Las Condes, con el once por ciento del capital.

Junto a estos negocios, Colmena está relacionada con centros de prestaciones médicas, tales como Dial Médica; Dial Médica Hospitalización Domiciliaria; Centro de Salud Mental Golden Cross y Golden Cross Hospitalización Domiciliaria. Además, según un informe de la Fiscalía Nacional Económica publicado en la prensa corporativa, el conglomerado tiene participaciones minoritarias en varias clínicas a lo largo del país, tales como Clínica Magallanes de Punta Arenas; Clínicas Elqui de La Serena; Integral de Rancagua; Hospital Clínica del Sur de Concepción; y Clínica Puerto Montt, entre otras.

Por último, Consalud es la otra gran Isapre, con aproximadamente un 20 por ciento de los afiliados. Con un esquema similar y ligada a la Cámara Chilena de la Construcción, mantiene la integración vertical en el negocio con decenas de centros médicos y hospitalarios.

El modelo actual de negocio, elitista, discriminador, de altos costos para el usuario y subsidiado por el Estado, se ha mantenido bajo estrategias similares a otros sectores. Ya hemos mencionado la importante presencia de Penta en Banmédica, pero es también muy habitual hallar a expertos en lobby, políticos de fuste derivados al sector privado y dirigentes gremiales entre sus filas. Sin ir muy lejos, Sebastián Piñera formó parte del directorio de la Clínica Las Condes hasta 2010, cuya propiedad, si bien está todavía diluida, pertenece en un porcentaje no menor a Bethia e Inversiones Santa Filomena, ambas del grupo económico Solari. Actualmente el presidente del directorio de la clínica es Fernando Cañas Berkowitz, que viene del Banco de Chile y es también presidente de Transbank y de la Bolsa Electrónica.

La presencia de relevantes miembros de la elite económica y financiera es habitual en este sector. Pero también podemos ver cómo se han ido tendiendo puentes entre el negocio privado y políticos y ex políticos de la Concertación-Nueva Mayoría. Por ejemplo -cita Fundación Creando Salud-, Integramédica, hoy en manos de Bupa, ha contado en sus directorios con Alvaro Erazo (PS), ex ministro de Salud (2008) y director de Fonasa (2000-2006) y César Oyarzo (DC), también ex director de Fonasa (1994) y actual gerente de la prestadora de salud. Por otro lado, la Asociación de Isapres tiene contratos con la consultora Imaginacción, ligada al ex ministro Enrique Correa (PS). Además, la Asociación de Isapres nombró al ministro de Hacienda del gobierno de Eduardo Frei, Eduardo Aninat (DC), como su presidente en diciembre de 2006, cargo que mantuvo hasta junio de 2010. Luego fue reemplazado por Hernán Doren, entonces más cercano al oficialismo, quien fue director de la Isapre Consalud y presidió varias entidades vinculadas a la Cámara de la Construcción.

 

PAUL WALDER

 

 

Publicado en “Punto Final”, edición Nº 852, 27 de mayo 2016.

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