Diciembre 10, 2024

El niño símbolo

 

Si existe un sujeto que representa fielmente lo que ha sido el cinismo, el carepalismo, la prepotencia, el acomodo y el múltiple estándar de la cultura Concertacionista/Nueva Mayoría/ultraderecha, este es el ex Ministro Francisco Vidal.

 

 

Amigo de todo el que ostente algún grado de poder, especialmente admirador de la cultura militar, travestido de demócrata al última hora, se ha servido del Estado desde que viró su historial de militante de la derecha golpista y terrorista de sus primeros años en política, a esa cosa disponible para administrar mucho poder que se llama PPD.

 

El ex ministro ha desarrollado esa función indispensable para sobrevivir en un medio en el que la deslealtad es todo, o casi todo.

 

Distendido, exudando una sensación indiscutible del sabelotodo que si no lo tiene a mano lo inventa, declamando sus razones en un tono de última palabra afirmadas en cifras y datos precisos, goza enfrentado a una cámara de televisión porque en su convencimiento más íntimo, el país tiene de nuevo una oportunidad de conocer de su acervo indesmentible.

 

Cree a pie juntilla, que un minuto de su silencio equivale a una pérdida de tiempo para la historia.

 

Es de los sujetos que en todo ámbito, la hacen con poquito. Les basta decir que sí y jurar fidelidad en el momento preciso. Y hacerse experto en lo que sea aunque para el efecto no desarrolle sino un agudo instinto de la oportunidad.

 

Si se le conoce un error, este fue postularse como concejal por las Condes el año 1992, sacando un esmirriado porcentaje que tuvo, eso sí, la virtud de señalarle que por esa vía no era posible. Que lo mejor era flotar entre el fondo y la superficie del poder, medio de suyo inestable en el que hay que aprender tanto a callar como a decir  en los momentos precisos.

 

De esa forma comenzó a escalar a partir del momento en que entendió que el PPD, esa máquina de escalar, podía ser su basto, su apoyo, su fe.

 

Desde ese momento su ascenso fue ininterrumpido y su clímax fue el Ministerio de Defensa en el cual pudo realizar su sueño de ser militar, y mejor aún, ser el jefe superior de todos los uniformados.

 

Fue en ese cargo en el que sus amigos, sabedores de su debilidad por los uniformes, las charreteras y los desfiles, le regalaron una guaripola de verdad para que ya no hiciera su ridículo paso regular usando para el efecto, una escoba cuando invitaba a sus amigos a su casa. Mítica que se complementa con su famosa colección de soldaditos de plomo, la que se llevó a sus oficinas del Ministerio de Defensa cuando ocupó ese cargo.

 

Fue en esa instancia en que coincidió que su amigo Fuente Alba a quien conoció en la escuela y que sería elevado al cargo de Comandante en Jefe del Ejército mediando su opinión a favor como ministro de Defensa. Por entonces Michelle Bachelet lo creía leal y creíble.

 

Luego de que Fuente Alba fuera denunciado por el crecimiento desmesurado de su patrimonio desde que asumió la jefatura del Ejército, Vidal no ha parado de disparar contra su ex jefa, la presidenta de la República, como la responsable del nombramiento del cuestionado oficial. La presidenta tiene la facultad de nombrar al Comandante en Jefe, yo solo dije mi opinión, asegura presto.

 

Y esto que puede ser efectivamente cierto, ha sido leído por muchos como un descarte de Vidal, una manera de sacarse su propia responsabilidad la que se ve agravada por algo que el ex ministro reconoce sin pudor y que pocos le creen: no se fijó en el patrimonio de su amigo para proponerlo en el cargo de Comandante en Jefe. Quién se fija en detalles.

 

Vidal ha dicho que en ciertas oportunidades más vale cerrar los ojos. Y será lo que hizo una vez que cesó sus funciones en el Ministerio de Defensa: en lo que se demora  en empollar una gallina, su amigo Fuente Alba lo contrataba como asesor con un sueldo que no será el acostumbrado de Vidal, pero para las menudencias de la casa podría servir.

 

Vidal es la demostración de que esta que se dice democracia no es otra cosa que una anomalía cuya mejor expresión es la podredumbre que se huele en los pasillos del poder, en los mares, en el corrillo de los políticos, en la filas de uniformados dizque honestos, en los empresarios corruptos, quienes han hecho una paciente labor para hacer de este país un territorio emporcado hasta la madre.

 

 

 

 

 

 

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