Diciembre 6, 2024

Contrapesos a los delirios de Teresa Marinovic

 

El fallecimiento del ex presidente Patricio Aylwin generó opiniones transversales en los medios de comunicación respecto de su rol antes del golpe de Estado, y luego como mandatario tras el retorno a la democracia en 1990.

 

 

Una de estas opiniones fue la expresada por la licenciada en filosofía Teresa Marinovic en la columna titulada “Su propio peso”, publicada en Las Últimas Noticias. En ella, Marinovic realiza un análisis tendencioso, débil y poco serio sobre la herencia política de Aylwin. Con argumentos ajenos a la realidad histórica, Marinovic explica: “Aylwin no fue cómplice de los abusos que se cometieron durante la Unidad Popular y tampoco contribuyó al clima hostil que hizo prácticamente inevitable el golpe militar (sic)”.

A Marinovic y a tantos otros, sería bueno recordarles algunos hechos. Un buen ejercicio sería revisar la entrevista que la cadena de televisión española RTVE le realizó a Aylwin en 1974, donde sostiene, explícitamente, su apoyo al golpe de Estado. “Se aprestaban [Allende y la UP], a través de la organización de milicias armadas, a constituir un ejército paralelo para dar un autogolpe y asumir por la violencia la totalidad del poder. Las Fuerzas Armadas se anticiparon a ese riesgo para salvar al país de caer en una guerra civil o en una tiranía comunista”. Con ese argumento carente de veracidad, ¿podríamos afirmar, entonces, que el ex mandatario no contribuyó a generar un clima hostil para derrocar a Allende y provocar el golpe de Estado?

No está de más recordarle a la “versión moderna” y femenina de Hermógenes Pérez de Arce, que el gobierno de Salvador Allende comenzó a ser boicoteado incluso desde antes que asumiera la presidencia. En el libro “La Conjura. Los mil y un días del Golpe”, la periodista Mónica González detalla cómo un informe del Estado Mayor de la Defensa Nacional de Chile de aquella época no solo acertaba con el triunfo de Allende, sino que además narraba lo que ocurriría durante su periodo presidencial. El texto indica, además, a qué problemas se va a ver enfrentado Allende dentro de su propia coalición, así como el rol que cumplirá la derecha y los empresarios. También precisa que las Fuerzas Armadas van a estar en medio del conflicto, y que serán la piedra de toque para ejecutar el golpe.

Marinovic continúa su reflexión y señala: “[Aylwin] no hizo caso a omiso a evidencias que daban cuenta de conductas abusivas que, desde ningún punto de vista, podían considerarse como propias de una guerra justa”. ¿A qué guerra se refiere Marinovic? ¿A la guerra que ejecutaron los esbirros de Pinochet torturando y asesinando a estudiantes, obreros y campesinos desarmados? Cabe recordarle que los ejecutados y detenidos desaparecidos fueron chilenos que, desde su tribuna, solo anhelaban un país más justo. Tampoco está demás remarcarle a Marinovic que los armamentos “descubiertos” por los militares y difundidos ampliamente por la prensa, fueron montajes televisivos para justificar una guerra inexistente. Curioso el concepto de guerra y sus implicancias de la licenciada.

Si bien es cierto que en el gobierno de la Unidad Popular se cometieron algunos errores, es necesario reiterar que a Allende jamás lo dejaron gobernar en paz para que cumpliera su programa. La presión externa proveniente de Estados Unidos y la interna encabezada por el grupo de choque Patria y Libertad hicieron lo suyo.

Es interesante, además, examinar el punto donde Marinovic detalla, de forma escueta, el discurso del ex presidente en el Estadio Nacional el año 1990. “Patricio Aylwin tuvo coraje y su conducta no fue acomodaticia (…) Coraje para hacer un llamado a la unidad e insistir en el punto, pese al abucheo general del Estadio que clamaba por venganza (…) Coraje para convocar una comisión investigadora a propósito de los detenidos desaparecidos (…) Coraje para admitir que la justicia es siempre ‘en la medida de lo posible’, aún cuando desde la omnipotencia o el odio, algunos afirmen o pretendan lo contrario”.

Al afirmar la licenciada en Filosofía que la justicia solo puede ser “siempre en la medida de lo posible”, está diciendo que los delitos se deben juzgar de acuerdo a intereses ajenos al derecho y a las leyes atendiendo, más bien, a presiones coyunturales, y no a una real aplicación de justicia.

La llamada Comisión Rettig es consecuencia de las presiones y movilizaciones que por años los familiares de las víctimas del genocidio ejercieron. A Aylwin y la Concertación no le quedaba otra alternativa que hacerse eco de esto. Otra actitud hubiese sido impresentable. Es necesario aclarar también que las agrupaciones de derechos humanos no pretenden nada desde el odio ni desde la omnipotencia, por el contrario, lo que plantean es acabar con ese odio y omnipotencia que la dictadura cívico-militar impuso durante diecisiete años en el país. Los familiares de las víctimas exigen hasta hoy justicia y no venganza. Mezclar estos conceptos es una canallada más contra las víctimas.

Sobre la Comisión Rettig, es necesario aclarar algunas cosas importantes. En la elaboración del Informe Rettig tomó parte el historiador Gonzalo Vial Correa, el mismo hombre que redactó el “Libro Blanco del Cambio de Mando en Chile” bajo la supervisión del almirante Patricio Carvajal. El texto, que denunciaba la supuesta existencia del llamado “Plan Z”, pretendía detallar cuál sería el procedimiento que detonaría la guerra civil en el país a través de un autogolpe creado y organizado por el MIR, dirigentes del PS, Salvador Allende y contingente cubano para “conquistar el poder total e imponer la dictadura del proletariado”, además de realizar el asesinato masivo de militares, dirigentes políticos y periodistas de la oposición.

Fue Gonzalo Vial quien insistió en que el Informe debía mantener en secreto, durante 50 años, los nombres de los responsables de los delitos de violaciones a los derechos humanos conocidos por la comisión.  ¿Por qué el ex presidente Aylwin nombró a Vial como miembro de la comisión? ¿Era parte del acuerdo secreto con la derecha y los militares? ¿Era la opción para manipular lo que más fuera posible una verdad ya imposible de contener? Tema pendiente.

Como reflexión final a las entelequias de Marinovic, recordar que los males que hoy aquejan a los chilenos son producto de situaciones históricas no resueltas, motivadas por las tergiversaciones y censuras que la elite ha impuesto a través de la omisión o manipulación de los hechos. Como licenciada en filosofía, Marinovic debería tener siempre presentes estas palabras de Cicerón: “Como nada es más hermoso que conocer la verdad, nada es más vergonzoso que aprobar la mentira y tomarla por verdad”.

Por Sue Carrié

Directora de Carrié Comunicaciones

 

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