Diciembre 14, 2024

Cuando falla la obra gruesa

Los empresarios que se han tomado Chile están definiendo quién se muere y cómo. Desde la irrupción neoliberal, la gente quedó en manos de inescrupulosos capaces de cualquier cosa con tal de seguir hartándose de dinero.

 

 

Servidos puntualmente por los gobiernos miserables de la Concertación, primero, el paréntesis innecesario de la egolatría de Sebastián Piñera, luego, y ahora el broche de oro llamado Nueva Mayoría, esos criminales no han trepidado en exponer  peligrosa y penosamente a la gente con tal de sumar millones.

 

Las empresas ser ríen de las autoridades. Las autoridades se agachan ante las empresas. De nada valen las advertencias y exigencias que con mano tibia les hacen una que otra autoridad que poco puede levantar la voz ante el riesgo de que aparezcan algunas boletas que incriminan.

 

A la autoridad solo le importa cuánto empleo dan esos empresarios que vienen a colaborar con las cifras macroeconómicas las que a la gente común no dicen nada. Y de paso, pone su cuota en el necesario y sistemático maltrato a todo lo que huela a perdedor.

 

Numerosas voces vienen advirtiendo lo que pasó con el agua. La intervención en esos cauces con el enfermizo interés por ganar más dinero, ha hecho que se desarme lo que la naturaleza ha tomado millones de años en dejar bien sentado. No se trata de lluvias históricas que pudieran haber superado la capacidad de prever. Ha sido simplemente la necesidad ser cada  día un poco más millonario, invirtiendo el mínimo.

 

Gobiernos serviles regalaron el agua a piratas que lo único que buscan es ganar dinero. La Concertación privatizó la vida de la gente. Las dejó en manos criminales y la sigue dejando ahora con el nombre de fantasía de Nueva Mayoría ideado para estimular la amnesia. Y a lo sumo, les prenden velas agradecidos por colaborar al financiamiento de sus candidaturas y la crianza de sus hijos.

 

La catástrofe que viven cuatro millones de santiaguinos sin agua, la gente desplazada, los que perdieron sus cosas  y sus familiares, se hermanan con las de otras tragedias que con poca diferencia han azotado a vasta zonas del territorio castigado.

 

El factor común sigue siendo la codicia de los ambiciosos criminales y su contraparte, la indolencia de las autoridades que gobiernan para los millonarios y desprecian a todos los demás.

 

El Estado se ha transformado en un facilitador para aquellos que quieren estrujar la tierra a la siga del último dólar  no importa si en esa aventura envenenan el agua, generan aludes, inundaciones y enferman el aire.

 

Como se sabe, la culpa no es del chancho tanto como el que les da el afrecho. Y de estos últimos está plagado en los centros de poder.

 

Anoche la presidenta hizo un tembleque resumen de lo que todo chileno vio por la tele con más certeza y con más datos. Con el pétalo de una rosa apuntó a los empresarios criminales y no avisó  de ninguna medida que ponga límites a los que  roban con descaro y de paso ponen en riesgo la vida y la salud de los chilenos. Enredada en papeles que no decían nada, sumó otra reverencia a sus amigos millonarios.

 

Tardía, ida y ajena, la presidenta no conduce nada. Y parece estar contando en regresiva el tiempo que le queda en ese martirio. Extrañará New York y sus tardes de Central Park.

 

¿Qué parte de la obra gruesa falló esta vez?

 

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