Se ha instalado tímidamente la idea de anular la ley de pesca, corrupta, tramposa, ladrona, trasminada de fachos, lograda a precio vil por los poderosos compradores de políticos a precio de outlet.
¿Por qué no mejor anular a los pinganillas y sinvergüenzas que las hacen?
Otro país dijeron. Y la mierda corre por las oficinas de los prepotentes que usufructúan del poder, mamando como si el mundo se fuera a acabar. El Programa se cumplirá, dijeron, y la corrupción está para baldearla desde el propio despacho de la ex presidenta, hasta el diputado más nefasto. Que se pueden lograr cambios, dijeron los compañeros. Y solo ha habido retrocesos hasta los límites del tirano.
Y miremos si el país que tenemos y la gente que lo habita están mejor o peor que incluso, hasta hace poco. Veamos no más la razón de la algarabía de los frescos de raja que aprobaron algo peor de lo que había: usted va por la calle y puede ser detenido solo porque se le ocurre a un policía. Y puede ser acusado de agresión así sea que no haya manera de probarlo. Para alegría del senador Harboe.
Cada día leyes ominosas ven la luz sin que la mayoría alcance a saber que en breve esos cuerpos legales permitirán más castigos, les quitará más derechos, lo despojarán de lo que les corresponde en tanto personas.
¿Resulta aceptable seguir aceptando leyes corruptas, injustas, abusivas e inmorales? Resulta indigno para el pueblo chileno seguir uncido a las disposiciones que redactan sujetos inmorales, entregados en cuerpo y alma a los poderosos y que hacen de sus gestiones parlamentarias una burla cotidiana contra la gente castigada.
¿Resulta moralmente aceptable permitir que sujetos como Harboe, enemigos declarados de la gente humilde, represores del alma, tiranos potenciales, mentirosos por vocación y sinvergüenzas por doctrina, sigan viviendo en la calma insoportable en la que lo hacen?
El origen de todo está en esta gentuza desprovista del más mínimo afecto por la gente imbécil que los vota. Estos mismos que defienden la Constitución y que llegado el caso, volverán a golpear los cuarteles, a delatar, a encarcelar, torturar, exiliar, asesinar y desaparecer. Perfectos inmorales. Turbios admiradores de cualquier tirano.
Por demasiado tiempo mucha gente sigue creyendo en esa minoría apestosa que ha manipulado a la gallá como han querido aprovechándose de su casi inextinguible esperanza de que las cosas, ahora sí, se arreglarán y les va a tocar un poquito. Ni por pienso.
Los derechos que le corresponden a la gente han sido regateados hasta extinguirlo por la vía de presentarlos como avances cuando en realidad no son sino poquitas cosas, meros arreglitos, dos o tres remiendos. Mientras ellos, desde la misma ex presidenta y su familia hasta el último fresco, se han hecho ricos con cargo al gilerío.
Se habla de la gratuidad para centenares de miles de estudiantes, pero no del derecho garantizado por el Estado a una educación que tenga relación alguna con cierto destino del país. Se regatea una reforma laboral que tendrá la maravillosa oportunidad de retrotraer las cosas en un par de decenios. La anunciada reforma universitaria navega al garete. La carrera profesional ofrecida a los maestros, maltratados, perseguidos, ofendidos, no es ni carrera ni es profesional. Solo un miserable ajuste al antiguo Estatuto Docente. No más que eso.
Y el mundo sigue andando.
La borrachera neoliberal ha instalado la curiosa certidumbre de que las cosas siempre van a ser tal como han sido hasta ahora. Y esa certeza se ha instalado en el ánimo de la gente que antes de mover un pie piensa en el crédito que paga un préstamo que paga un adelanto.
Por desgracia no se observa alguna propuesta capaz de interpretar de la mejor manera lo que habría que hacer ahora que la cultura criada por la Concertación y la Nueva Mayoría, se revuelca en su mierda corrupta intentando salidas.
Lo mínimo que debería suceder es que la gente hastiada convoque a una rebelión generalizada, un paro nacional de verdad, no esa cachaña fraudulenta de la que habla la CUT, a un proceso de resistencia civil, a un reventón social de magnitud planetaria.
Paso previo y necesario para comenzar a poner las cosas en orden: los delincuentes en las cárceles, la gente honesta respetada, los viejos a salvo del desprecio y la miseria, los jóvenes con algún futuro.
Y los sinvergüenzas, traidores y abusadores, en el cieno del olvido más profundo.
Harboe y su pandilla de inmorales, zánganos financiados por gente castigada, dan un paso más para dar rienda suelta a su odio por el pobre, el indio, el maricón, el inmigrante, el mal vestido, el que se gana la vida como puede.
Este matón podría tranquilamente combatir la pobreza matando pobres. Si se compara con los esbirros funcionarios dictatoriales quizás la diferencia sea el precio del terno que le paga el Estado.