Diciembre 7, 2024

Insulza y el pesimismo histórico

José Miguel Insulza es un sobresaliente político chileno. En plena juventud universitaria (era estudiante de derecho en la U.de Chile en el inicio de los sesenta) se destacó en la FECH militando en la JDC. A fines de 1969, o principios de 1970, ingresó al Mapu que dirigían su cuñado Rodrigo Ambrosio y cercanos suyos como Enrique Correa, Jaime Gazmuri y Juan Enrique Vega, ex dirigentes de la corriente “rebelde” de la JDC a la que él no perteneció. En el Mapu, partido monolítico fundado orgánicamente en “el centralismo democrático”, Insulza no integró su Secretariado ni su Comisión Política y se mantuvo en una segunda línea hasta su comparecencia en 1973, como representante de su partido, en el famoso programa de TV “A esta hora se improvisa” y a su candidatura a diputado, en marzo de ese año, por lo que hoy es Santiago Oriente (tercer distrito). Trabajó en el gobierno de la UP como asesor de Almeyda en el Ministerio de RREE. El 11 de septiembre de 1973 lo sorprendió en reunión de los No Alineados en Argelia. Almeyda había vuelto recién a Santiago desde Argelia llamado por Allende. Allende murió en La Moneda y Almeyda, que también  estaba allí, fue apresado por los militares. Dados sus contactos internacionales y su capacidad la dirección clandestina del Mapu de Gazmuri y Correa  encargó a Insulza la dirección exterior del partido, cuyos objetivos eran reorganizar a los militantes en el exilio, fortalecer las relaciones con los partidos comunistas y de izquierda en el planeta (desde Italia a Corea del Norte pasando por la URSS) y abrir camino al apoyo financiero y orgánico para el interior. A pesar de sus propuestas para volver clandestinamente a Chile, negadas por la dirección del interior incluso por razones de recursos, se afirmó, con pleno apoyo de su Comisión Exterior, como Encargado Exterior del Mapu OC (Gazmuri), con residencia en Italia y luego en México. No volvió a Chile desde 1973 hasta el gobierno de Aylwin, en el que se desempeñó como alto funcionario del Ministerio de RREE. Fue Ministro de RREE en el gobierno de Frei Ruiz Tagle y Ministro del Interior en el de Ricardo Lagos, ya en calidad de militante socialista. Luego, Secretario General de la OEA en el primer gobierno de Bachelet y en el gobierno de Sebastián Piñera. Actualmente es el Agente N° 1 de Chile ante La Haya por el caso boliviano. Para algunos, y creo que para él, podría ser candidato a candidato presidencial.

 

 

El sábado 16/1/16, recién pasado, en destacada entrevista de El Mercurio, este ya experto hombre público, dejó pendiente su definición pública de ser o no ser candidato a candidato a Presidente. Deja vu. Borró con el codo lo que el Canciller había dicho recién, esto es que Insulza le había afirmado al asumir su rol en La Haya: “No seré candidato presidencial”. Al mismo tiempo, en la entrevista mercurial Insulza hace inteligentes declaraciones agridulces sobre la DC, el ministro Burgos, Ricardo Lagos, la Presidenta de la República y reitera su conocida visión personal (Desde hace un tiempo Insulza sólo da declaraciones personales) “moderada” y esquemática sobre los procesos históricos, esa en que insiste que en una alianza de centro-izquierda o de izquierda-centro es el centro el que coloca las últimas condiciones, no importa cuál haya sido la correlación de fuerzas al interior del pacto o la opinión democrática de la ciudadanía que llevó a la izquierda y el centro al poder representativo. O sea, dio lo mismo votar por Claudio Orrego o Michelle Bachelet en las internas de la Nueva Mayoría, hace poco más de dos años. Y es lo mismo el gobierno de Bachelet que el de Patricio Aylwin. Y será lo mismo votar por Isabel Allende o Ignacio Walker. ¿Y el programa aprobado por la ciudadanía? ¿Y la democracia?

Sus opiniones y su línea política no distan de las del sector anti reformista de la DC.

Lo malo del actual proceso reformista chileno, según Insulza, es que “en un comienzo hubo exceso de euforia, de entusiasmo”. Así se refirió al primer año del segundo gobierno de Bachelet, 2014. La superficialidad del ex Pánzer fue tremenda. No hubo en él más que un intento de examen que podríamos llamar de lo subjetivo, algo así como del alma del gobierno, de los gestores, también de la gallá. Un seudo sicoanálisis político emparentado con el pesimismo. Pensó que en el gobierno estaban eufóricos, le echaban para adelante sin equilibrio emocional, sin suficiente racionalidad. Irresponsablemente, sin tomar en cuenta, racionalmente, las condiciones objetivas de que hablaba, por ejemplo, Lenin. Le faltó decir que Michelle Bachelet había sido una ultraizquierdista.

Hace rato que algunos conservadores analizan así los procesos reformistas. Estos no deberían impulsarse, porque, para ellos, la euforia, que les es inherente, lleva a un clima de crispación con el centro y la derecha (siempre tan crispados cuando les tocan el bolsillo) y por esa sola razón se frena la marcha de la economía y del país.

Estos analistas son pesimistas históricos, además de mostrar una cuota no pequeña de ignorancia. Según ellos la sociedad y la especie no progresan necesariamente, vegetan. Y, también según ellos, los reformistas postulan un algo que nunca llegará.

La verdad es que José Miguel nunca fue “un entusiasta”, un político “eufórico”, como sus amigos, en los sesenta, Rodrigo Ambrosio, Jacques Chonchol, Rafael A. Gumucio, Enrique Correa (en ese entonces), Alejandro Bell, Juan Enrique Vega, Carlos Montes, Kalki Glauser, Eduardo Aquevedo (para no nombrar al “guerrillero” Garretón) y otros que fundaron el MAPU, o como lo fueron antes Marmaduque, Aguirre Cerda, Neruda, Tomic, Salvador Allende y Carlos Lorca. Nunca estuvo de acuerdo con Fidel, ni lo habría estado con Bilbao o con Arcos. No se habría lanzado al abordaje con Arturo Prat. Habría parlamentado y llegado a acuerdos con Grau.

Y ahora lo es menos. En la OEA fue, sin mucho éxito, un  árbitro permanente entre EEUU y Latinoamérica, el gobierno de Venezuela y la oposición, los golpistas y los golpeados, Colombia y Ecuador. Todos y Cuba. Nunca supimos, por él, que en nuestra América existen “territorios” europeos de ultramar no sólo en Las Malvinas, y colonias de EEUU y de Europa del tipo de las africanas.

Se puede ver, a estas alturas, su conducta frente a su propia bitácora histórica.

En la universidad de los sesenta, estuvo en el amplio arco formado entre la derecha y los comunistas.

En la fundación del MAPU no estuvo; se quedó en la DC y entró unos meses después. Primero observó y después medio que se entusiasmó.

Como hemos visto, por fuerza mayor no estuvo en el golpe de Estado, estaba fuera. Afortunadamente para él no sufrió aquí el terror, la persecución, la clandestinidad, la represión, la obligación de decidir en segundos la suerte suya y de su familia. Fue un observador militante desde Roma y desde México. Un hombre al que nunca le gustó la confrontación.

Para el plebiscito de 1988 no estuvo, se mantuvo en el exilio en México y volvió durante el gobierno de Aylwin.

En el Caso Pinochet, en 2000, estuvo, como Ministro de RR.EE, entre los fascistas y la opinión mundial antidictatorial que exigía juicio al tirano. No se entusiasmó para ningún lado. Y al final Pinochet, por él y otros, se salvó y murió en su cama. Allí pasó Insulza a ser, para el sistema, “un hombre de Estado”.

En el Chile del primer gobierno de Bachelet y del gobierno de Piñera tampoco estuvo. Estaba en Washington y observaba. No vivió en Chile el clima del reformismo suave bacheletista ni el de la administración conservadora, tampoco el del fin de la Concertación y la ausencia de esperanza, menos el de los grandes movimientos sociales de 2011 que sembraron o resembraron las viejas ideas del cambio social y desafiaron el pensamiento único neoliberal, el de la necesidad de cambios urgentes para terminar con los abusos y las inequidades, la elección de Bachelet y la derrota más grave de la derecha en decenios, la justa aceleración de las reformas.

No estuvo en medio de la pelea por el fin del binominal, por la reforma tributaria, por el inicio de la reforma educacional, por el inicio de la reforma laboral,  por el inicio de la despenalización de los tres abortos, por el inicio de la discusión de la Nueva Constitución…

Ha vivido casi 30 años fuera de Chile, obligado o a gusto. Casi 30 de los 50 de adultez.

Es de los que han inventado que la Constitución de la República debe ser fruto de un consenso social, de unos acuerdos generales, sólo para propagar un cambio a medias. Nunca, ni aquí ni en otro lado, la Constitución nace o ha nacido de un acuerdo entre todos. El surgimiento de nuevas constituciones son “per se” un quiebre en el devenir de los países. Todas las constituciones chilenas (1833, 1925 y 1980) nacieron de confrontaciones, incluso militares, en las que unos ganaron y otros perdieron. La Constitución conservadora, la Constitución presidencialista, la Constitución dictatorial y neoliberal. En 1833 perdieron los liberales, en 1925 perdieron los parlamentaristas, en 1980 fuimos derrotados los demócratas de todos lados.

Con eso que él llama “entusiasmo” se construyó los partidos de izquierda, se hizo en Chile la reforma agraria, la sindicalización campesina, la nacionalización del cobre, el triunfo del NO, con entusiasmo y euforia. Para qué decir la independencia de Chile, el fin de la esclavitud y otros grandes acontecimientos históricos. Afortunadamente la historia de la especie está cargada de “entusiasmos”. El entusiasmo no se contrapone con la racionalidad. Ni la razón con la emoción.

José Miguel ya no es el Pánzer. Y nunca fue un pánzer entusiasta. Fue un Pánzer débil ante Pinochet en su ocaso y débil ante Longueira, con el que siempre negoció y “en buena”. Está para jubilar aunque se resista. Ahora como agente mayor ante La Haya. La vida es así. Su adiós pudo ser al frente de “Chile Transparente”.  

Recién acaba de decir en un programa de TV que negociar con Bolivia paralelamente con estar el Caso en La Haya está prohibido en el Tratado de Panamá (¡), porque serían cuestiones paralelas sobre el mismo tema. Luego el Gato Gaspar viajó a Bolivia a ofrecer “relaciones ahora y sin condiciones”. ¿Confusión? ¿Mensajes sin contenido? ¿Despelote?

Lo de La Haya puede ser un buen momento para decir adiós. La Corte NO puede obligar a Chile a entregar soberanía o a negociar lo que no quiera negociar. Y él puede aparecer como ganador en una pelea internacional en que lo peor para Chile puede ser que le sugieran conversar, como lo ha hecho históricamente.

Y está, además, el llamado “problema de los años”. Charles De Gaulle y Mitterrand dejaron el gobierno a los 79 años. Lo mismo Ho Chi Minh. Fidel Castro a los 82. Todos ellos personajes excepcionales. Los cardenales católicos y los miembros de la Corte Suprema deben retirarse a los 75.

El candidato más viejo a la Presidencia de Chile ha sido Jorge Alessandri en 1970. Tenía 74 años. Le decían “La Señora”. En sus concentraciones se calentaba los pies con una estufa. Perdió. Si José Miguel fuera candidato en la próxima presidencial en 2018 tendría 75 abriles. Y de ser elegido saldría del gobierno bordeando los ochenta.

Sus partidarios más cercanos son también casi ancianos. Oscar Guillermo Garretón tiene 73 años. Viera Gallo tiene 72, Enrique Correa 70 este año, Jaime Estévez también 70, y así. El más joven entre ellos puede ser Camilo Escalona (aunque mira también a Lagos), que está lejos aún de los 70. Pero Escalona también, desde hace algún tiempo, ha entrado a formar parte de los viejos de alma.

En nuestra vida política los viejos, a lo más, deberíamos escribir columnas. Lo hacía Fidel Castro. Lo hace Garretón. Y cuidarnos en el invierno e incluso ahora, en verano, de los vientos costeños.

Y, si somos viejos pesimistas después de un inicio moderado, mejor quedarnos callados. Lo peor sería llevar más pesimismo a La Moneda.

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