Diciembre 12, 2024

Consejo de Seguridad de la ONU cumple 70 años entre críticas

 

Eran en torno a las tres de la tarde de un jueves de hace exactamente 70 años, cuando, en el edificio ChurchHouse de Londres, el australiano Norman Makin creaba un gremio extraordinario para la comunidad internacional.

 

 

    “En conformidad con los artículos de la Carta, tras designar a los representantes y convocar correctamente una sesión, declaro aquí constituido conforme al reglamento el Consejo de Seguridad e inaugurada la sesión”.

    Lo acompañaban representantes de Brasil, China, Egipto, Francia, México, Países Bajos, Polonia, la Unión Soviética, Reino Unido y Estados Unidos, que crearon aquel 17 de enero de 1946 y después de dos guerras mundiales, algo radicalmente nuevo: un órgano de paz.

    Pocos meses antes se había fundado la ONU. Y el Consejo de Seguridad es hasta hoy, al menos sobre el papel, su órgano más poderoso, que puede imponer sanciones y enviar fuerzas de paz (Cascos Azules).

    La misión de paz del Consejo sigue siendo la misma, pero algunas circunstancias han cambiado 70 años después. Ahora el gremio se reúne  en una mesa redonda bajo un gran mural que muestra al ave mitológico Fénix en la sede principal de la ONU en Nueva York.

    El Consejo está formado por 15 miembros, de los que diez son reelegidos cada dos años y cinco son permanentes. Rusia, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y China tienen derecho de veto y ninguna resolución sale adelante sin ellos.

    Las resoluciones adoptadas por el gremio desde 1946 giraban en torno a conflictos en España, Irán y Grecia, así como a la adopción de nuevos miembros en la ONU. Actualmente, el foco está situado en el largo conflicto que asola Siria.

    Y es precisamente en ese conflicto donde el Consejo de Seguridad está mostrando sus debilidades como nunca antes. Los críticos consideran que el poder de los cinco países con derecho a veto (cuya composición resultó del orden mundial de la posguerra) está sobredimensionado y no refleja la situación actual.

    Y es que nuevas potencias emergentes como Brasil o La India, o la mayor potencia Europea, Alemania, no tienen apenas relevancia en la toma de decisiones de este organismo.

    En el centro de la polémica se sitúan los intereses nacionales de los cinco miembros permanentes, que en el caso de Siria derivaron en un bloqueo permanente y con ello, en la parálisis del organismo a la hora de tomar decisiones.

    Simplemente, los miembros con derecho a veto no son capaces de llegar a acuerdos. A puerta cerrada se suceden las disputas cada vez mayores entre Rusia y Estados Unidos.

    “El derecho a veto de los cinco hace que cualquier tarea del organismo se vuelva muy compleja”, afirma el profesor de política de Ginebra JussiHanhimki. “El mero hecho de que cinco de 193 países tengan una posición privilegiada resulta absurdo”.

    “El Consejo de Seguridad sigue siendo víctima de sus propias reglas”, escribe el profesor Hanhimki que insta, al igual que las voces críticas cada vez más frecuentes, a una gran reforma del organismo.

    Sin embargo, sobre cómo será esa reforma no se ponen de acuerdo los miembros del Consejo. E incluso la mejor propuesta podría verse bloqueada con el veto de alguno de ellos.

 

 

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