Noviembre 18, 2024

Los movimientos de China y Rusia tras la reforma del FMI: Acelerar la desdolarización

EL FONDO MONETARIO Internacional anunció el 1 de diciembre de 2015 lo que se esperaba después de la humillación a que China había sometido a EEUU con la creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII): la incorporación del renmimbi o yuan a la canasta de reservas –junto al dólar, el euro, el yen y la libra esterlina-, es decir, a las monedas que el FMI utiliza como activo internacional en lo que supone el reconocimiento del poder de China en la economía mundial. Esto significa que la cesta del FMI estará compuesta a partir de ahora por un 47,7% de dólares, un 30,9% de euros, un 10,9% de renmimbis, un 8,3% de yenes y 8,09% de libras esterlinas.

 

 

El FMI, bajo la presión de EEUU, llevaba cinco años negándose a aplicar el acuerdo al que se había llegado (también en el Banco Mundial) para otorgar más poder a las llamadas “economías emergentes” y, en virtud del cual, China se tenía que convertir en el tercer mayor contribuyente del FMI por detrás de EEUU y Japón. Eso era en 2010, cuando China no era aún la primera potencia económica del mundo, No obstante, China siempre ha aceptado ese acuerdo aun cuando según las propias reglas del FMI, tendría que tener un papel superior a Japón.

 

Durante este tiempo, China ha aguardado pacientemente que se cumpliese el acuerdo aunque la paciencia tiene un límite y este llegó con la creación del BAII ante la inacción del FMI. Eso fue en abril de 2015. Entonces sí, entonces el FMI decidió aplicar el acuerdo aunque intentó una última maniobra: retrasar hasta noviembre de 2016 la incorporación de la moneda china. Pero los chinos se mantuvieron inflexibles y ahí está el resultado.

 

Así que el FMI ha tenido que reajustar las cuotas de los países miembros, dice que “teniendo en cuenta los cambios de posiciones en la economía mundial” algo que, como ya se ha dicho, no es ni siquiera real porque China tendría que tener una representación superior a la que se le ha asignado.

 

Pero lo ha hecho a su manera, es decir, manteniendo la mayoría de bloqueo de EEUU. Así, EEUU ve reducido su poder del 16’7% al 16’5% -con una reducción igualmente mínima de su capital social- por lo que conserva su poder de veto y su influencia en cualquier decisión del FMI. Japón se queda como estaba, con el 6’07% del voto, China pasa del 3’8% al 6% y se incluye el renmimbi en la canasta de monedas, y el perdedor evidente es la Unión Europea, que vuelve a poner de manifiesto su nulo papel en el mundo y su vasallaje respecto a EEUU.

 

Para que China suba alguien ha tenido que bajar, y han sido principalmente Bélgica (0’59%), Holanda (0’34%), Gran Bretaña (0’28%), Francia (0’28%) y Suiza (0’24%) quienes han tenido que ceder mayores cuotas de poder dentro del FMI. Es decir, que sólo estos cinco países han perdido el 1’47% de sus votos en el FMI en favor de China. Lo mismo hay que decir del resto de países europeos.

 

Pero China no ha sido el único país en subir su cuota, también Rusia, India y Brasil tienen un poquito más de poder por lo que los BRICS –que también han aprobado poner en marcha su propio banco y que empezará a otorgar créditos en marzo de este año 2016- son algo más que unas “economías emergentes” y tienen un papel claro que jugar en las finanzas y en la geopolítica mundial. Hay que decir que Rusia no ha hecho el menor gesto para aumentar su cuota en el FMI –de hecho, porcentualmente baja aunque por la disminución de cuota de la UE proporcionalmente sube- porque da por muerta a esta institución tras la creación el Banco de los BRICS y del BAII.

 

Junto a la Unión Europea, otros “damnificados” por las nuevas cuotas han sido Canadá, Australia y Arabia Saudita, o sea, los también tradicionales vasallos de EEUU. Es de suponer que la ecuación de todos ellos ha sido bien simple: ya que no pintamos nada y que China tiene que estar –y los otros países del eje BRICS- porque en caso contrario se fortalecerán las nuevas instituciones que controla el país asiático (como el BAII o el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS) al menos que nuestro patrón, o sea EEUU, siga controlando las riendas del FMI.

 

Esto se ha ejemplificado con toda crudeza poco después de la adopción de estos cambios: el FMI vulneró su propio código y sus propias normas al cambiar las reglas (8 de diciembre) por las que se conceden los préstamos a los países. Ha sido el caso de Ucrania, país al que se le ha permitido el no pago de la deuda que tiene con Rusia (3.000 millones) porque es en dólares. Había transcurrido sólo una semana. Lo que no fue aceptable para Grecia, por ejemplo, sí lo ha sido para Ucrania. EEUU manda, los demás obedecen.

 

La norma propia que ha violado el FMI era que no se dan facilidades ni nuevos préstamos a gobiernos que estén en suspensión de pagos técnica en el caso de deudas contraídas con otros gobiernos.

 

La justificación no puede ser más chapucera, al mismo tiempo que clara: “China está concediendo préstamos a países de todo el mundo como una alternativa a los del FMI y su política de austeridad y aunque eso no supone que frustre [China] los préstamos del FMI para el desarrollo de las economías de todo el mundo sí había que diseñar una política para bloquear acuerdos comerciales y financieros fuera del control estadounidense al tiempo que hacer ver que se protege a los aliados”. El precedente es claro: el FMI otorga facilidades de pago a los acreedores occidentales mientras que en otros casos (ahora Rusia, mañana China) no será así.

 

Adiós al dólar

 

China y Rusia saben que pese a las modificaciones obligadas que ha tenido que aceptar, el FMI todavía está en manos de EEUU por lo que a ambos sólo les queda un camino: acelerar la desdolarización de sus economías. Y con la nueva constatación de que con el FMI no hay nada que hacer, tras la violación de sus propias normas en el caso de Ucrania, se han puesto manos a la obra con un mayor frenesí si cabe.

 

Rusia es quien está dando los pasos más rápidos para ello. En primer lugar, ha ofrecido a China la venta de su petróleo y gas en renmimbis o yuanes y los chinos han aceptado (18 de diciembre). Ni qué decir tiene que China venderá en la misma proporción sus productos en rublos. Al mismo tiempo, los dos países han acordado que los yuanes o renmimbis pueden convertirse en rublos. O sea, adiós al dólar. Eso va a suponer que cuando para 2017-2018 estén operativos el gasoducto y el oleoducto entre los dos países –que tienen frontera común, por lo que no hay peligro de bloqueos como ocurre con el gas que Rusia vende a la UE y que pasa por Ucrania-, por los que Rusia va a suministrar el 30% del petróleo y del gas que China necesita -¡durante 30 años!- comenzarán a desaparecer del mercado 900.000 millones de petrodólares en un plazo de tres años, según estima Goldman Sachs (3). El nombre de los perjudicados es muy fácil de adivinar: EEUU y Arabia Saudita. Y, de rebote, toda la economía occidental.

 

Hay que tener en cuenta que sin estar en funcionamiento aún el oleoducto y el gasoducto, el intercambio en yuanes y rublos ha sido en 2015 equivalente a 3.000 millones de dólares, así que sólo hay que imaginarse cómo será de espectacular, y de rápido, el aumento en el comercio en las dos monedas cuando todo esté operativo.

 

China no se queda atrás en los movimientos de desdolarización, aunque va por otro camino. Quiere demostrar al mundo que no es como EEUU y ha decidido predicar con el ejemplo: al establecer formalmente en Beijing el BAII (25 de diciembre) ha rebajado su cuota de participación en al 30’04%, siendo seguido por India con el 8’4% y Rusia con el 6’5%. Además, ha renunciado al derecho de veto. India y Rusia tienen una participación cuatro veces y tres veces mayor, respectivamente, que la que tienen en el FMI. No es difícil, por lo tanto, adivinar a dónde van a dirigirse a la hora de solicitar préstamos, que estarán operativos en el verano de 2016. Y dado que la moneda será el renmimbi, se da al dólar otro empujón hacia el abismo.

 

Devolver los golpes

 

China y Rusia están devolviendo los golpes a EEUU. Uno por uno. Y están haciendo lo mismo que EEUU ha hecho siempre: usar los vínculos comerciales (y ahora, crediticios) para cimentar su diplomacia geopolítica. La “nación indispensable” (EEUU) cada vez lo es menos y en vez de una han surgido dos e, incluso, un continente “indispensable”: Eurasia.

 

Para que quede claro lo que está pasando, China y Rusia han acordado aumentar su cooperación en inversiones, recursos mineros, petróleo, gas, área nuclear, área aeroespacial, agricultura, finanzas y tecnología militar y dar un mayor impulso a la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS).

 

Una de las primeras muestras de este impulso ha sido el viaje sorpresa que el presidente de la India ha realizado a Pakistán el 26 de diciembre. Aunque breve y casi protocolario, es la primera vez que se produce en años y en el mismo ha tenido una participación la OCS, que en el mes de junio aceptó a los dos países como miembros de pleno derecho. Entonces lo hizo con el argumento de que eran imprescindibles en Eurasia y con el objetivo declarado de reducir la tensión entre ambos. El primer movimiento ha sido un completo éxito; el segundo también lo será y de una envergadura mucho mayor: la aceptación de Irán como miembro de pleno derecho. La OCS ya anunciado que lo hará en su próxima reunión del verano de 2016.

 

Tenemos entonces otro país importante en liza: Irán. Cortejado tanto por China como por Rusia, es ésta quien lleva de la mano a los persas. No sólo les acaba de suministrar los misiles S-300 que Irán había comprado en el año 2010 y que no habían sido suministrados en virtud de las sanciones de la ONU –que aún no se han levantado-, sino que acaba de firmar un acuerdo para detener los pagos en dólares en el comercio bilateral.

 

En virtud de este acuerdo (27 de diciembre) el Banco Central de Irán utilizará en sus intercambios comerciales tanto el yuan como el rublo y van a establecer cuentas conjuntas en los respectivos bancos centrales para facilitar el comercio entre los dos países tanto en rublos como en riales, la moneda iraní.

 

La conclusión de todos estos movimientos por parte de China y de Rusia es clara: a medida que se demandan menos dólares hay una disminución del valor de cambio de esa moneda, lo que traducido significa que veremos un dólar cada vez más débil. Y, por el contrario, cuando los países comiencen a exigir una determinada moneda en los mercados de divisas (como está sucediendo con el renmimbi o yuan) el valor de esa moneda aumenta. Un elemento vital para mantener el dólar fuerte es el comercio del petróleo en la moneda estadounidense, los famosos petrodólares. Con la reducción que vaticina Goldman Sachs, la guerra de divisas ya ha comenzado.

 

China y Rusia (e Irán) no han empezado esta guerra. Fue EEUU quien la comenzó impulsando las sanciones contra Irán (como antes con la guerra de invasión y ocupación neocolonial de Irak en 2003 porque desde tres años antes Saddam Hussein decidió dejar de utilizar el dólar como moneda en el comercio del petróleo y lo sustituyó por el euro, pese a no poder comerciar abiertamente dado que estaba sujeto el país a un embargo por la ONU) al igual que lo está haciendo ahora con las sanciones contra Rusia con la excusa del apoyo a los antifascistas del Donbás ucraniano y la anexión de Crimea. A corto plazo EEUU va a recibir su propia medicina. A largo plazo, ni digamos.

 

Ha sido China la que salvó a Rusia del desastre cuando Occidente impuso sus sanciones a finales de 2014. El rublo se desplomó, la economía rusa se tambaleaba cuando comenzó a bajar el precio del barril de petróleo pero ahí estaba China. Por lo tanto, todo lo que está sucediendo es consecuencia de las ansias de EEUU por continuar hegemonizando un mundo que se le escapa como el agua de entre las manos.

 

La reconfiguración del nuevo orden financiero internacional es evidente, aunque con la incorporación del yuan o renmimbi a la canasta de monedas de reserva del FMI esta institución, aparentemente, cobre nueva vida. En cualquier caso, será efímera. Sólo el tiempo que China y Rusia necesitan para poner a todo rendimiento las nuevas estructuras que comenzarán a rodar en 2016: el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS y el BAII.

 

Si a ello le sumamos que los dos países están trabajando en su propio sistema SWIFT (Sociedad de Telecomunicaciones Financieras Interbancarias Mundiales), aunque el más avanzado es el ruso y sus bancos ya lo están utilizando como rodaje junto a varios bancos chinos, el círculo se cierra dado que una vez todo esté en funcionamiento el paso lógico es que los bancos de los países BRICS se sumen a este SWIFT alternativo al occidental y su estela será seguida por los bancos africanos.

 

La hegemonía occidental agoniza, por mucho que se intenten remedios para alargar esa agonía. Este 2016 va a ser el año clave para el nuevo orden financiero internacional que deja al margen a Occidente.

 

 

 

*Periodista español, colaborador del diario digital Rebelión.

 

 

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