Diciembre 1, 2024

Isis quiere que ataquen a musulmanes

Ahora que se supone que todos estamos involucrados en la batalla mundial contra nuestro peor enemigo desde Hitler (no, no se trata del cambio climático, claro, sino del Isis) es momento de entender cómo funcionan las fuerzas de la ley, el orden y la seguridad que se supone nos protegen, y cómo éstas pueden hacer más por reclutar musulmanes europeos para la causa extremista que todos los videos de Isis juntos.

 

 

Se trata de la historia de cómo la policía, debido a la ignorancia y el racismo, provocó que el Isis le mandara mensajes burlones a un joven que probablemente hace más por prevenir el terror en las calles de Bruselas que nadie más.

Montasser al De’emeh es un académico palestino, escritor y ciudadano belga, que además es especialista en una materia en la que los policías ahora se creen expertos: la radicalización o la proliferación interna de los terroristas de Isis.

De’emeh dirige un centro cuya misión es captar radicales y tratar de alejarlos de su obsesión con el culto a Isis. Una labor importante en Bélgica, que ha enviado a 350 combatientes a Siria, proporcionalmente más que cualquier otra nación europea. También es coautor de un libro muy aclamado sobre el Isis titulado La caravana de la yihad: un viaje a las raíces del odio.

De’emeh es bien conocido en Bélgica. Ha sido filmado por equipos de televisión en sus viajes por Bruselas; además ha sido entrevistado por el diario The Washington Post y medios belgas.

La semana pasada, el experto conducía hacia su hogar después de hablar ante parlamentarios belgas flamencos cuando fue detenido por la policía. No hubo problema. De’emeh es el tipo de persona del que tenemos que cuidarnos en estos días peligrosos de matanzas de Isis y discursos dignos de director de escuela estilo Hilary Benn.

Al menos eso se pensaría.

Según De’emeh, iba en dirección a su hogar en Molenbeek (el mismo Molenbeek que ahora se considera semillero del terror de Isis) cuando se le detuvo en un puesto de vigilancia policial. Él lo consideró normal, pues los ataques de París habían ocurrido semanas atrás y Bélgica estaba en estado de emergencia.

Los policías me pidieron mis papeles, me relata De’emeh. “Se los di sin problema. Me preguntaron cuántos idiomas hablo. Les dije que holandés, francés, inglés y árabe. Uno de ellos me dijo: ‘Aquí en Bélgica no nos gusta que se hable en árabe’. No fueron amables. Preguntaron qué había en mi auto y encontraron ejemplares de mi libro La caravana de la yihad. Un policía me dijo: “aquí en Bélgica no le permitimos tener este libro en su auto. Aquí no tenemos yihad’.

Me hicieron salir del coche y poner las manos sobre el techo del vehículo. Me pidieron la clave de mi teléfono y no se las di. Abrieron mi teléfono, le sacaron la tarjeta de memoria, escribieron algunos números y me la devolvieron. Luego revisaron todos mis papeles y los arrojaron de nuevo al interior del auto. Algunos cayeron en el pavimento, continuó.

De’emeh, ya indignado, reclamó a los policías. Les dije que acababa de dar un discurso ante el Parlamento sobre la radicalización. Que estoy al frente de un centro que se encarga de liberar a la gente de Isis. Durante dos años lo he estado haciendo. Trato de desradicalizar a esta gente. Pero Isis quiere que cosas así sucedan. Quieren que la policía amenace a los musulmanes y se comporte así. Socavan nuestra labor y ayudan a Isis.

La policía local trató de dar excusas por este pequeño incidente. Vimos que personas habían filmado puestos policiales y militares desde su automóvil. Presumiblemente se trató del equipo de televisión que ha documentado el trabajo de De’emeh.

También acusaron al experto de haber incitado a transeúntes contra la policía, lo cual viola la ley en Bélgica.

Pero lo peor estaba por venir. De’emeh comenzó a recibir mensajes de Isis.

Se reían de mí. Me escribieron que ahora yo iba a ver lo que pasa cuando la gente se opone a Isis. Uno de los mensajes decía: ¿Qué te pasó, eh? ¿Tienes problemas? Isis estaba muy complacido con lo ocurrido. Quieren que esto nos pase a los musulmanes. Quieren que la policía ataque a los musulmanes. Quieren una guerra entre los musulmanes europeos y el resto de la población.

La ironía de todo esto sería demasiado obvia. Los policías belgas tendrían que haber estado leyendo el libro de De’emeh en vez de condenar al autor por llevar ejemplares en su auto. Debían haber tenido que aprender de él en vez de humillarlo.

Pero una vez que se dice a la gente que está viviendo con temor, una vez que se ha recurrido al estado de emergencia, todas las reglas normales de la sociedad se tiran a la basura.

Yo sí me pregunté, mientras veía el grotesco debate de nuestro Parlamento sobre los bombardeos contra Siria (y que tuvo más que ver con destruir a Corbyn que con la destrucción de Isis): ¿qué le espera a Gran Bretaña?

¿Otro ataque en Londres, mismo que hoy nuestros amos parecen considerar algo inevitable, pues será la represalia por la ampliación de nuestra enclenque guerra anti Isis en Siria? Y de ser así, ¿debemos esperar nuevas leyes para ayudar a las autoridades de seguridad a ir más allá de la intervención de teléfonos y rastreo digital que ya fueron aceptados como ley?

Después de la victoria de Dave, ¿notaron cómo cambió su retórica? Primero fue la urgencia en el debate por cortarle la cabeza a la serpiente, frase, por cierto, que los sauditas usaban en referencia a Irán. Luego, un repentino llamado a la paciencia. Después de toda esta prisa por votar, salió con que la guerra tomará tiempo. ¿Estos son nuestros valores ahora?

Ciertamente, cada vez que proclamamos que nuestros valores están siendo atacados logramos hacerle mayor daño a dichos valores. Y eso es lo que De’emeh dice que es exactamente lo que quiere Isis.

Todo esto es lo que arriesgamos para que Dave pueda mandar a unos cuantos a la batalla en Siria y Hilary Benn pueda vanagloriarse de sus certificaciones contra el fascismo.

Sí. Ya todos entendimos el mensaje.

¡Chocks away!*

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

*Término usado por la aviación británica durante la Segunda Guerra Mundial para indicar que una nave despegaría. Se refiere a retirar las cuñas que se usan como freno para las llantas del tren de aterrizaje de un avión. (N de la T)

 

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