El periodista y locutor de radio Luiz Manoel de Souza, de 48 años, ha sido el informador Nº 8 asesinado este año 2015 en Brasil. Cayó abatido a tiros el lunes 7 de diciembre en el estado Mina Gerais, después que su vehículo fuera interceptado por otro mayor en una zona rural de Ubá.
Los temas que frecuentemente abordaba el periodista incluían denuncias sobre depredación ilegal de la naturaleza e incumplimiento de la legislación ambiental, según el periódico Estado de Minas. Souza venía siendo presionado por los comentarios que sacaba al aire, indicó el diario.
“Luiz Manoel Souza era un reconocido locutor de radio en toda la región”, informó el periódico Ubá em Pauta. “Con una voz distintiva y con un estilo crítico y polémico, Souza dejó su marca en la comunicación”.
El periodista victimado trabajaba en las estaciones Rádio Cultura VRB, en Visconde do Rio Branco, y en Rádio Educadora FM 94.5, en Ubá. También se desempeñaba como maestro de ceremonias y conductor de eventos de la zona.
Los sectores afectados por las denuncias de Souza son los principales sospechosos de haber encargado su asesinato para silenciar a este periodista que cinco días antes de su muerte, el miércoles 2 de diciembre, estampó esta premonitoria reflexión en Facebook, que de hecho se convirtió en su despedida:
Amigos y oyentes, a veces me preocupa mucho la crítica de mi trabajo, sobre todo de la manera en que informo sobre los hechos o de mi opinión sobre los diversos temas que llegan. ¿Quieren saber? No me importa, yo no nací para someterme a un cabestro o agacharme ante la inacción o la incompetencia de nadie. Voy a repetir esto al puñado de críticos acérrimos que no quieren o no les gusta oírme, es simple: cambien de estación de radio, no esperen a que esté a conveniencia de su ira y falta de amor con los menos favorecidos.
Nómina de crímenes
Antes que a Souza, en Brasil asesinaron a 7 periodistas más en 2015. Sólo en noviembre ultimaron a tres en el noreste de Brasil:
–Orislandio Timoteo Araújo, de 37 años, bloguero y reportero radial, también conocido como Roberto Lano, fue baleado fatalmente el 21 de noviembre en Buruticupu, estado de Maranhão.
–El bloguero Ítalo Eduardo Diniz Barros, de 30 años, fue asesinado el 13 de noviembre por dos hombres que le dispararon desde una motocicleta en Maranhão.
– Israel Gonçalvez Silva, de 37 años, periodista y locutor de Radio Comunitaria Itaenga FM, fue asesinado el 10 de noviembre en Lagoa de Itaenga, estado Pernambuco.
–Djalma Santo Da Conceição, de 53 años, periodista de la radio comunitaria RCA FM del estado de Bahia, fue hallado muerto por la policía el 23 de mayo de 2014, después que hombres enmascarados lo secuestraran de un bar la noche anterior, según información de prensa.
–José Evany Metzker, de 67 años, periodista blogero que investigaba tráfico de drogas y abuso infantil en la región Valle de Jequitinhonha, una de las zonas más pobres de Brasil, fue encontrado decapitado el 18 de mayo, cinco días después de su desaparición, en las afueras de Padre Paraíso, estado de Minas Gerais, con señales de horrorosas torturas, como cercenamiento de la lengua. Metzker y Conceição realizaban reportajes críticos sobre el crimen y la corrupción.
–Gleydson Carvalho fue asesinado de tres balazos el 6 de agosto por dos hombres que ingresaron a su lugar de trabajo para ultimarlo mientras transmitía en vivo desde su cabina de Radio Liberdade FM, en Camocim, estado de Ceará. Según sus compañeros, el locutor y periodista había recibido amenazas por sus denuncias sobre corrupción política.
–Gerardo Ceferino Servían Coronel, de 44 años, periodista de Paraguay radicado en la frontera con Brasil, fue asesinado el 15 de marzo de seis disparos en Ponta Porã, Brasil. La víctima también se desempeñaba en un semanario local y había trabajado en diferentes medios, radiales, televisivos y escritos de la ciudad fronteriza paraguayo/brasileña Pedro Juan Caballero/Ponta Porã, urbe binacional donde una avenida de marca el límite entre ambos países.
Reflexión
Estos ocho asesinatos presentan un perfil muy similar, al terminar con la vida de periodistas que privilegiaron la denuncia de delitos y abusos de poderes fácticos locales. Generalmente, esos poderes que en la obscuridad deciden el asesinato de gente de prensa provienen de la mortífera asociación delictiva de mafias de diverso “rubro de negocios” ilegales, narcotráfico, tráfico contemporáneo de esclavas y esclavos del siglo 21, sectores corruptos del mundo empresarial y político. Estos poderes suelen actuar impunemente en regiones el interior de los países, en regiones, departamentos o provincias donde, además, los periodistas de pequeños medios cumplen funciones variadas y múltiples, muchas veces mal remuneradas, o fungen de socios, propietarios, redactores, locutores y otras tareas afines en medios de diferente tipo, tradicionales y electrónicos.
Este patrón se repite en toda América Latina, con un balance anual de 40 a 50 asesinatos al año sin que exista ninguna guerra en la región. Además, los asesinatos reiteran la consabida impunidad que ampara a los autores intelectuales, a quienes emplearon y pagaron a los sicarios, generalmente poderosos empresarios, toda clase de depredadores del medio ambiente y corruptos políticos locales que a la vez también son “hombres de empresa” y respetables personajes relevantes en su sociedad local.
Las empresas mineras y forestales, incluidas las que explotan gas y petróleo, también están bajo sospecha de enviar a la muerte a los luchadores y activistas que trabajan por la preservación del medio ambiente. La publicación Deadly Environment, de la ONG Global Witness, reveló que de 2002 a 2013 por lo menos 908 personas perdieron la vida en todo el mundo debido a su defensa del medio ambiente, mientras la tasa de asesinatos se duplicó en los últimos cuatro años. América Latina y Asia muestran las tasas más altas de violencia así como la escalada del aumento de las tensiones sobre los recursos naturales limitados en estas regiones.
En Brasil los asesinatos de estos activistas son casi tan frecuentes como los de periodistas, al igual que en otras regiones subdesarrolladas del planeta donde las corporaciones transnacionales explotan materias primas y destruyen los bosques.