Diciembre 6, 2024

Argentina: del centroderecha a la derecha

El gobierno kirchnerista, de centro-derecha, en manos de aventureros clasemedieros que temían a su propia base y representaban a una polvareda de pymes y empresas medias nacionales, construyó su propia derrota con ahínco y condujo a un gobierno de la derecha peronista formado por un conjunto de gerentes de grandes empresas y bancos que representa a las trasnacionales, al capital financiero internacional, a los terratenientes y soyeros como el gerente de la Coca Cola Vicente Fox. El electorado de Macri es conservador –como lo es también el del kirchnerismo– y está compuesto por un puñado de ultrarreaccionarios oligárquicos revanchistas y por una gran masa de gente dispersa que quiso castigar al kirchnerismo, pero no es pro imperialista. El país está dividido electoralmente en dos mitades, pero eso no sucede socialmente y además los votos de la derecha son volátiles.

 

 

Resumamos: en la primera vuelta votó 81.23 por ciento de los empadronados y en la segunda, 80.59 por ciento. Las abstenciones fueron, pues, escasísimas. El voto en blanco –muy bajo ya en la primera vuelta pues llegó a 664 mil 739 votos, o sea a 2.55 por ciento– se redujo en la segunda vuelta a 305 mil 229, es decir, a 1.19 por ciento, a pesar de la campaña del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) por un millón de votos en blanco. El candidato oficialista Daniel Scioli tuvo en la segunda vuelta 48.60 de los sufragios con 12 millones 198 mil 441 votos. Cristina Fernández en 2011 obtuvo 54 por ciento. El gobierno, por tanto, perdió en cuatro años más de cinco puntos. Además, Scioli no logró un voto de esperanza ni de confianza, sino un voto contra Macri. Entre los 3.5 millones de votos más que ganó en el ballotage por temor a Macri, muchos habían votado antes por el FIT. Éste, en la primera vuelta, logró casi un millón de votos para diputados, pero los votos en blanco en el ballotage apenas superan 305 mil, muy lejos de los 600 mil votos de diferencia que separan a Scioli de Macri.

La responsabilidad del desastre del candidato gubernamental no se debe, por tanto, al voto en blanco o al FIT, sino al desprestigio del gobierno de Cristina Fernández, con su corrupción, su soberbia, su prepotencia, sus mentiras constantes y sus medidas derechistas que llevaron hacia Mauricio Macri millones de votos de protesta que provienen también de vastos sectores de trabajadores del campo y de las ciudades como lo prueba el simple hecho de que el país se dividió electoralmente en mitades.

Tanto Néstor Kirchner como Cristina, Scioli o Macri fueron políticos menemistas, neoliberales que aceptaban como algo normal las relaciones carnales (según decía el canciller de Menem) con Estados Unidos. Macri y Scioli, ambos peronistas de derecha, menemistas, amigos y empresarios, comparten los mismos valores.

Los Kirchner, como Perón, hicieron todo lo posible para desorganizar a los trabajadores, someterlos al Estado, hacerlos depender de su liderazgo, despolitizarlos, desmovilizarlos, reprimirlos cuando escapaban en algo al control estatal. También, al igual que Perón, convirtieron la defensa del capital y de la burguesía nacional fomentada por el Estado en el eje de su política, financiaron con fondos públicos las ganancias de las empresas trasnacionales para mantener el empleo en vez de expropiarlas, promovieron filósofos que negaban la lucha de clases y una visión de la historia derechista.

Los asesinatos de activistas por la policía, la ley antiterrorista presentada por el kirchnerismo, la ley antipiquetes que propuso Scioli, la aceptación de la jurisdicción estadunidense en caso de controversias en la deuda o en la explotación petrolera, abonaron el terreno para al populismo de derecha macrista y en la capital federal el kirchnerismo votó con Macri en más de 70 por ciento de los proyectos. ¿Cómo gritar ahora ¡al lobo! cuando ese lobo macrista sale del criadero peronista?

La esperanza del FIT de canalizar la crisis capitalista con una política meramente electoral con el pobre argumento de que ambos candidatos eran iguales llevó a la pasividad. Ahora, cuando es necesario salir del terreno institucional y movilizar, organizar la resistencia, como hicieron valientemente los trabajadores de La Nación con su protesta colectiva contra el editorial revanchista escrito por sus patrones, Scioli declara: Macri va a encontrar en mí una persona solidaria y propositiva. La situación es grave, pero no seria, decía un humorista italiano frente a Berlusconi, el Macri peninsular…

Los muros de Buenos Aires dicen: si no nos dejan soñar, les impediremos dormir. Ante cada medida o propuesta reaccionaria de Macri lo primero es oponerle una alternativa favorable a los trabajadores. Hay que organizar la resistencia a la devaluación, los aumentos por supresión de subsidios estatales a los servicios, las medidas pro imperialistas, como el ataque contra Venezuela o la orientación hacia el acuerdo del Pacífico. Cada funcionario con trayectoria reaccionaria puede ser boicoteado, las suspensiones o los despidos pueden ser resistidos con ocupaciones y es necesario crear comités de resistencia popular en cada barrio.

El kirchnerismo es indefendible, pero las conquistas logradas durante los gobiernos kirchneristas bajo la presión popular deben ser defendidas con uñas y dientes. Scioli y la dirección kirchnerista colaborarán con Macri porque temen la protesta social. El único modo de romper el conservadurismo que llevó a 95 por ciento de los argentinos a optar en las urnas por dos candidatos capitalistas es desarrollar la iniciativa y la acción en defensa de las conquistas, difundir un programa de transformaciones anticapitalistas en la perspectiva de una asamblea constituyente que reorganice el país y hacer un balance de los errores cometidos por el FIT y por los sectores combativos en las elecciones.

 

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