Diciembre 10, 2024

Crece el rechazo al racismo en universidades estadounidenses

 

Está naciendo, poco a poco, un  movimiento de protesta en las universidades estadounidenses para denunciar la  inacción de sus direcciones ante la discriminación contra los negros, que ha  provocado renuncias y un malestar generalizado en el mundo universitario.

 

 

    Todo empezó el 2 de noviembre cuando Jonathan Butler, un estudiante negro  de doctorado de la universidad de Misuri (centro), inició una huelga de hambre  para pedir la renuncia del rector de su universidad, Tim Wolfe.

    Apoyado por el colectivo “Concerned Students 1950”, quiso que se sancionara  la falta de acción del rector ante una serie de incidentes.

    A principios de septiembre, el presidente del centro de estudiantes, Payton  Head, se había quejado de haber sido tratado de “nigger” (una palabra con  connotación fuertemente racista en inglés), y, a fines de octubre, se halló una  esvástica en los baños de una residencia estudiantil.

    Tim Wolfe renunció, y R. Bowen Loftin, el gerente de operaciones, hizo lo  mismo. “Llegó el momento de reconocer y de hacerse cargo de nuestros terribles  desafíos”, declaró el nuevo rector interino, Michael Middleton, que es negro.

    En los días que siguieron, nacieron varios movimientos en otras  universidades, por ejemplo en las de Yale (noreste), Ithaca (noreste) y en la  pequeña universidad californiana Claremont McKenna.

    El uso de las redes sociales aceleró la propagación del movimiento que hoy  se ha implantado en unas cuarenta universidades del país, según el sitio web  thedemands.org.

    El modus operandi de los grupos de protesta difiere entre los centros de  educación superior, pero las reivindicaciones son claramente las mismas: hay  que hacer más para que los estudiantes negros y de otras minorías se sientan  integrados y representados.

    “Hace años que los estudiantes en este campus (Misuri) vienen denunciado  actos racistas”, afirmó Carl Dix, portavoz del partido comunista  revolucionario, que vino a apoyar el movimiento. “Llegó un momento en el que la  gente ya no quiso soportar más”, añadió Dix.

    “Nos tomamos demasiado los logros de fines de los años 60 e inicios de los  70 como si hubieran sido ya ‘misión cumplida'”, evaluó Camille Charles,  profesora de sociología de la Universidad de Pensilvania.

    “El movimiento por los derechos civiles rompió muchas barreras, pero no es  suficiente”, afirmó por su lado Jessica Welburn, profesora de sociología y  estudios afroamericanos de la universidad de Iowa.

    – “Discusiones serias e incómodas” –  

    Las protestas apuntan hacia dos actores diferentes: las autoridades, a  quienes se les exige hacerse cargo del problema, y los estudiantes blancos y su  toma de conciencia.

    “Creo que vamos a tener que tener discusiones serias e incómodas y hacer  cambios”, señaló la catedrática Camille Charles.

    El rector de Yale, Peter Solvey, reveló el pasado martes un amplio plan que  incluye la formación sistemática de los dirigentes de la universidad sobre la  lucha contra las discriminaciones.

    Pero más allá de las renuncias de los rectores, los manifestantes esperan  lograr erradicar los comportamientos torpes y abiertamente racistas entre los  estudiantes.   

   “Muchos blancos, sobre todo de la ‘generación Y’ (nacidos en los años 90)  no reciben mucha información ni educación antirracista, lo cual hace que sigan  discriminando, a veces de manera menos violenta que sus antepasados, pero sigue  siendo una discriminación dañina”, consideró Joe Feagin, profesor en la  universidad A amp;M de Texas.

    Nadie cuestiona que haya que combatir las discriminaciones contra todo tipo  de minorías, pero algunas personas temen que se instale un ambiente de  intolerancia en algunas universidades.     

    Lo políticamente correcto, que históricamente ha sido promovido por las  instituciones, estaría siendo impuesto, según estas personas, por los  estudiantes, con el riesgo de poner en peligro la primera enmienda de la  Constitución estadounidense.     

   “No coincido con que, cuando se transforman en estudiantes universitarios,  necesiten ser mimados y estar protegidos de diferentes puntos de vista”,  declaró recientemente el presidente Barack Obama en una entrevista en el canal  televisivo ABC.

    Varios humoristas conocidos, por ejemplo, no quieren presentarse en  universidades por miedo a cómo reaccionaría el público ante ciertas bromas.

    Algunos dirigentes o exdirigentes de renombre han suspendido su  participación en eventos en universidades o han sido anuladas sus invitaciones  tras protestas de los estudiantes.   

   “La reacción negativa por parte de ciertos blancos que invocan la libertad  de expresión se trata sobre todo de un rechazo a reconocer la difícil realidad  de que se siguen cometiendo actos racistas en las universidades”, reacciona Joe  Feagin, que es blanco.

    Según él, “las personas que están dispuestas a escuchar lo que tienen para  decir los estudiantes y entablar un verdadero diálogo con ellos no tienen nada  que temer”, al acercarse a las universidades.

 

 

 

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