Diciembre 11, 2024

Chantas, picantes y otras alimañas

A la siga de un adjetivo que defina de un modo sintético pero elocuente el comportamiento de ciertos personajes a los cuales ya no sirve nombrar con palabras del español formal, llegamos al extendida expresión Chanta.

 

 

La palabra Chanta  proviene de un dialecto de la Campania, región del sur de Italia y que fue asumida por los argentinos de la expresión cianta puffi, que significa clava clavos, refiriéndose a los sujetos que hacían mal su trabajo. Por extensión se le aplica a quien no es de fiar, un  mentiroso. Tirarse a chanta, en el Lunfardo argentino significa algo así como abandonar las obligaciones.

 

Más o menos de esta manera se puede definir a aquel diputado que, airado como el que más, justificó la inasistencia a su trabajo, por el que el gilerío le paga una fortuna cada mes.

 

El Honorable se fue de lengua en un excepcional ataque de sinceridad: su trabajo, sus responsabilidades les importan un huevo, si se considera el riesgo que habría pasado de haberse apurado en un día con lluvia. De levantarse más temprano, ni hablar. Un chanta.

 

Vaya usted y dé el mismo argumento ante su empleador y vea lo que sucederá a continuación

 

El caso es que estas situaciones tan hilarantes como irritantes, no son casos  aislados. Al contrario, son el pan de cada día. ¡Hay un chanta diario!

 

Otro Honorable pide permiso por menos de treinta días, ¡menos mal!, para ausentarse de sus obligaciones legislativas para ir a un evento a Ginebra, Suiza. Luego, aparece fotografiado retozando, uno imagina con la sangre algo alterada, en los brazos cariñosos de una señorita de la que se dice es su asesora. Otro chanta en viaje de placer pagado por el mismo gilerío de siempre.

 

La decencia en la función política ha caído a sus mínimos históricos en el último cuarto de siglo: ha bastado ser un pobre tipo con plata para transformarse en un legislador, y veamos lo que ha sucedido.

 

O que empresas necesitadas de leyes especiales financien a frescos de raja como los referidos supra, para que se hagan de un nombre en la política y una fortuna, mientras que legislan para cagar a la mayoría de los ciudadanos. Incluidos algunos incautos que habrán votados por ellos.

 

La mala calidad del país en el que vivimos, tiene que ver con la mala calidad de la política. Y la pésima calidad de esta “democracia” está íntimamente relacionada con sujetos turbios, ávidos de dinero y poder, malas personas que se pasan por el perineo las necesidades de la gente y no trepidan en venderse para hacer leyes que dañan a la gente más desposeída.

 

Y no se trata solo de la ultra derecha, como se sabe, gente enferma que hace de sus vidas un continuo proceso de hacer más y más dinero, sin saber para qué. Y llegado el caso que se amenacen sus ganancias, no dudan un segundo en matar, desaparecer, exiliar, torturan y encarcelar.

 

Síndrome de Estocolmo de por medio, la Nueva Mayoría se ha permeado por la cultura del egoísmo antes adjudicable a sus otrora enemigos y ya no es posible diferenciar a unos de otros. Son como calzón y culo.

 

Hoy la Concertación / Nueva Mayoría está en la vereda de enfrente de los trabajadores, estudiantes, mapuche, pobladores. En un cuarto de siglo lo suyo ha sido disminuir sistemáticamente los derechos del pueblo, hasta pauperizarlo a niveles increíbles.

 

Y por cierto, en ese mismo lapso la institución del Estado que más se ha relacionado con estos sectores, han sido las Fuerzas Especiales de Carabineros, con un reguero de torturas, malos tratos, apaleos, montajes y muertos. 

 

Más aún, desde el día uno de la post dictadura se dio maña para desmovilizar al pueblo que había derribado a la tiranía.

 

Y peor, precisamente cuando el pueblo comenzaba a retomar su tradición de lucha, se crea la Nueva Mayoría tras el fichaje del Partido Comunista, el que se propuso tener un pie en el gobierno y otro en la calle.

 

Pero como se puede sospechar, habrá bastado que gobierno y pueblo se distancien como para que se comiencen a abrir las piernas de quienes las tiene en uno y otro lado.

 

Acceder a un país decente importaría deshacerse de todo aquel que ha contribuido a su descomposición. Todo el que ha robado, independiente de la técnica usada, debería ir a la cárcel. Así como todo el que haya recibido pagos por sus votos en leyes que han afectado a millones. Y quienes han traicionado a la gente, deben ser borrados de la historia.

 

La exigencia de un país decente es una consigna revolucionaria. Proponerse sacar de sus poltronas a los indecentes que se han hecho del Estado, es una propuesta subversiva.

 

¡Chantas, picantes, vendidos, cafiches, holgazanes, corruptos, mentirosos, vayan a robarle a la puta que los parió!

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