Diciembre 13, 2024

Telescopio: Canadá a tres bandas

Este lunes 19 de octubre los canadienses concurren a las urnas para elegir un nuevo gobierno. Como es habitual en estos casos, los días que anteceden a la votación han estado recargados de encuestas que—como también suele ocurrir—al final podrían haber estado muy erradas. En una cosa eso sí coinciden: todo indica que el resultado va a ser estrecho y es muy probable que el ganador sólo obtenga un gobierno de minoría (esto es, ese partido tendría el mayor número de diputados pero no la mayoría absoluta de la Cámara de los Comunes, cosa importante porque en un sistema parlamentario como el canadiense el gobierno permanece mientras tenga la confianza de la cámara).

 

 

Al momento de llamarse a elecciones el Partido Conservador ha completado más de una década en el gobierno, el primer ministro Stephen Harper espera repetirse el plato, pero este vez ello parece complicado, hay un sentimiento en el aire de que la gente quiere un cambio, la cuestión es qué partido va a encarnar ese cambio. Las más recientes encuestas han dado un mayor apoyo al Partido Liberal liderado por Justin Trudeau, pero el Nuevo Partido Democrático (NPD) dirigido por Tom Mulcair encabezaba las encuestas hasta hacía poco tiempo y todo hace suponer que las cosas aparecen demasiado fluidas como para descontar a uno u otro de estos dos contendores por el cambio. Paradojalmente sin embargo, al final los conservadores pueden beneficiarse de la división entre quienes quieren el cambio. Dado el sistema electoral canadiense (“first-past-the-post” o de mayoría simple) copiado del sistema británico, puede darse el caso que en una circunscripción cualquiera los votantes que están contra el gobierno conservador (liberales y NPD) sumen entre los dos más votos que el conservador, pero éste termine ganando por tener la mayoría relativa y haberle ganado a los otros dos (en los hechos, nuevamente por las distorsiones del sistema electoral, en las pasadas elecciones los conservadores obtuvieron la mayoría de los diputados con sólo un 38% del voto popular, algunos temen que algo similar pueda ocurrir este lunes).

 

¿Por qué entonces los partidos opositores no se pusieron de acuerdo? Fundamentalmente porque—además de que entre ellos hay diferencias, aunque no insalvables—en Canadá no existe tradición de coaliciones, a lo más cuando ha habido gobiernos de minoría, se ha dado acuerdos de apoyo por parte de un partido minoritario a aquel que hace gobierno (el NPD le dio tal apoyo en los años 70 al gobierno de Pierre Trudeau, padre del actual líder liberal). Los liberales que en las anteriores elecciones terminaron en un distante tercer lugar ahora aparecen revitalizados, más que nada por el nombre del líder y la asociación que mucha gente hace con Pierre Trudeau que en los hechos fue un líder político muy carismático, altamente popular y respetado. Observadores políticos más imparciales apuntan a que hay una gran diferencia entre padre e hijo, pero, ya sabemos, esos factores emocionales y por ende muy poco racionales de asociar la performance de un líder a la de su padre parece funcionar en muchos casos, a veces causando grandes decepciones como sabemos. Los liberales sin embargo—que básicamente son un partido centrista y por lo tanto oscilan entre posiciones progresistas y francamente reaccionarias—están contando con ese factor.

 

El NPD es el partido de la izquierda canadiense, en un estricto sentido se trata de un partido socialdemócrata pero que al revés de algunos de sus congéneres europeos como el Partido Socialista de Francia o el Partido Socialista Obrero Español, ha asumido históricamente posiciones más izquierdistas o al menos no ha abrazado las políticas neoliberales de esos partidos europeos ni mucho menos ha tenido vinculaciones con empresas privadas como lo han hecho aquellos, en los hechos el NPD en sus estatutos sólo acepta donaciones de individuos o de sindicatos pero nunca de empresas.  Sus políticas son más cercanas a las de las más progresistas de las socialdemocracias de los países escandinavos.

 

Más allá del NPD no hay una izquierda con presencia significativa (hay un diminuto Partido Comunista y un Partido Marxista-Leninista, pero que escasamente llegan al uno por ciento de apoyo popular) aunque hace unos meses se divulgó un documento llamado Leap Manifesto (Manifiesto para Dar el Salto) firmado principalmente por algunas figuras intelectuales incluyendo a miembros del NPD y que se iniciaba con un juicio muy categórico: “Partimos de la premisa de que Canadá enfrenta la crisis más profunda de su historia reciente”. El documento apuntaba luego a algunos de los males que sufre el país y que viene siendo una situación creciente en prácticamente todo el mundo: la desigualdad social en aumento, el maltrato a las minorías indígenas, el deterioro del mundo del trabajo. “Algo es claro: la escasez pública en tiempos de inusitada riqueza privada es una crisis fabricada, diseñada para extinguir nuestros sueños antes de que nazcan” dice el documento en otra de sus partes.

 

En lo sustancial sin embargo el Leap Manifesto no tuvo mayor impacto y si uno lo analiza en más detalle puede ver también sus fallas: a pesar de su diagnóstico inicial recoge como punto central y prácticamente exclusivo, el tema del medio ambiente (en eso está más cerca de la plataforma del Partido Verde, que cuenta con una diputada en el parlamento pero que no tiene mayor relevancia). Por cierto nadie puede negar la importancia que tiene el tema medioambiental y en particular el cambio climático, sin embargo para los canadienses hay otros temas que son tanto o más importantes: el deterioro en los servicios de salud que han sido sistemáticamente sometidos a cortes presupuestarios en los últimos años, la pérdida de empleos en la industria por traslado de la producción a países donde la mano de obra es más barata (situación que puede verse agravada con la firma del Tratado Transpacífico), el alto costo de la educación y los cortes que esta ha sufrido también, el estado general de le economía y el impacto que este ha tenido por ejemplo en la baja del valor del dólar canadiense.

 

EL NPD ha tratado de poner en su programa electoral todos estos temas en su real perspectiva pero el problema que una economía donde el petróleo desempeña un importante rol presenta un complejo dilema para cualquier partido de izquierda. Canadá es también un país productor de petróleo y de gas natural y su exportación es una importante fuente de ingresos para el estado central y para las provincias productoras (y este año el NPD ganó con amplia mayoría en Alberta, la principal provincia petrolera). Para hacer las cosas más complicadas aun, en años recientes parte de esa producción petrolera se obtiene a partir de arenas bituminosas, un proceso que implica potenciales daños ambientales ¿qué hacer como partido de izquierda en este caso? El NPD ha señalado que reducirá o cortará los subsidios a la explotación de arenas bituminosas, lo cual parece justo ya que si se trata de una empresa privada ella debe correr los riesgos, pero no tiene intenciones de poner fin a esa extracción petrolera por la simple razón que ello significaría la pérdida de miles de puestos de trabajo. Y el NPD en tanto partido izquierdista debe defender los derechos de los trabajadores después de todo. Eso el Leap Manifesto con su insistencia en una agenda exclusivamente medioambiental no lo puede enfocar de manera que sea aceptable para la clase trabajadora. Mucho menos su propuesta de que Canadá unilateralmente abandone por completo la producción de petróleo. Después de todo dada la baja población de este país, su impacto real en términos de contaminación por gases carbónicos en la atmósfera es apenas de un 2%,  muy por debajo del impacto de Estados Unidos o de China.

 

Como comentario aparte debo señalar que en algunos casos la justa causa de la defensa del medio ambiente cuyo deterioro por lo demás va en directa relación a la lógica de expansión ilimitada del capitalismo, ha sido distorsionada, sobredimensionada y llevada a una categoría de “fundamentalismo ambientalista” que como toda visión excluyente termina incluso por fanatizar a algunos y por cegar a otros tantos que no ven la complejidad de los procesos sociales: básicamente que no hay un simple tema que pueda desalojar o supeditar a todos los otros. En América Latina se ha visto eso también creándole problemas a gobiernos progresistas como los de Rafael Correa en Ecuador o Evo Morales en Bolivia. Si bien no hay duda que los combustibles a partir de fósiles como el petróleo contaminan la atmósfera (el automóvil siendo el principal culpable) países que intentan implementar importantes cambios sociales dependen de su explotación para contar con los recursos para hacerlo: Venezuela, Ecuador, Bolivia por ejemplo. Eventualmente un gobierno progresista en Canadá tendría que recurrir a los ingresos de ese producto también, si quiere mejorar sus actuales programas sociales de salud, pensiones, educación y otros. De ahí que el discurso ambientalista de corte fundamentalista (“no a la industria extractiva en absoluto”) resulte en definitiva fuera de lugar e impracticable. (Otro ejemplo hipotético, si aquellos fundamentalistas ambientales que también se oponen a la minería a tajo abierto hubieran estado vigentes en 1915 Chuquicamata nunca se hubiera podido explotar).

 

Para los sectores progresistas en Canadá no hay duda que la mejor opción la representa el Nuevo Partido Democrático de Tom Mulcair, un abogado de Montreal que proviene de la política provincial (antes perteneció al Partido Liberal provincial de Quebec) y que como programa propone aumentar los impuestos a las grandes corporaciones y a los individuos de mayores ingresos, rechaza el acuerdo Transpacífico el que no ratificaría, mejoraría las actuales transferencias de fondos a las provincias para mejorar las prestaciones de salud, e implementaría en conjunto con las municipalidades y gobiernos provinciales, los actuales sistemas de transporte público urbano en un afán de estimular su uso en lugar de la conocida dependencia sobre el uso individual del automóvil en Norteamérica. Contempla también medidas para la protección del medio ambiente, pero cuidadoso de proteger los empleos, ha dicho sostenidamente que la economía y el medio ambiente no deben estar en contradicción. En otras palabras, algunos compromisos tienen que hacerse en este terreno.

 

El NPD ha sido principalmente atacado por los conservadores en relación a un tema que ciertamente fue sobredimensionado: su posición en defensa del derecho de las mujeres musulmanas a cubrir su rostro con un velo llamado niqab incluso en funciones oficiales como la ceremonia de toma de la nacionalidad canadiense—algo que el gobierno conservador incluso llevó hasta los tribunales donde perdió pero ganó en apoyo entre los sectores de la población que guardan cierto recelo hacia la comunidad musulmana, especialmente en Quebec—que en días recientes ha sido ampliamente explotado por la publicidad conservadora. Aunque Mulcair ha puesto en claro su posición diciendo que en lo personal tampoco le gusta mucho que alguien cubra su rostro, por otro lado defiende el principio de que el gobierno no tiene derecho a decirle a alguien qué vestir. Pero este problema muy accesorio (sólo dos mujeres musulmanas en todo Canadá tuvieron ese problema al tomar su ciudadanía canadiense) puede tener un rol negativo para el NPD especialmente en Quebec, una provincia que tiene un buen record de tolerancia en materia de derechos sexuales (fue la primera donde las cortes hicieron una interpretación más liberalizadora de la ley de aborto en los años 70 y su población la primera en apoyar el matrimonio de personas del mismo sexo) pero que sin embargo se muestra muy prejuiciosa y hasta discriminatoria cuando se trata de aceptar a las minorías étnicas o inmigrantes (por el contrario, en las provincias del oeste, influidas por el protestantismo de corte evangélico, hay menos tolerancia de las diferencias sexuales, pero mucha más aceptación de las minorías étnicas, la ciudad de Calgary en Alberta ha sido la primera gran ciudad canadiense en elegir a un alcalde musulmán).

 

Lo que sí la mayoría parece querer es un cambio de gobierno, y desde el punto de vista de la izquierda ciertamente un gobierno NPD sería lo mejor, pero no se descarta el escenario de una posible coalición. En cualquier caso será una carrera muy excitante de seguir este lunes.

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