Enero 25, 2025

Aquí anticipamos duro raspacachos de La Haya

Clarín anticipó ,con más de tres meses de anticipación, el reciente fallo de La Haya que parece haber tomado por sorpresa a nuestra prensa parametrada, a la llamada “clase política”, a académicos, a funcionarios de la Cancillería, a expertos contratados onerosamente para el evento, a congresistas y hasta a algunos ex Presidentes de la República.

 

 

Previendo lo que podría suceder nuestra columna, de varios días antes del fallo, se titulaba “Que La Haya nos halle confesados”.

Afortunadamente, para quienes interpusieron el recurso de excepciones preliminares para que la  Corte se declarara incompetente, el fallo no altera para nada los actuales límites del país y ni siquiera obliga a Chile y Bolivia a negociar una salida al mar para el país altiplánico. Sólo declara que la Corte de Ginebra es competente para ver la demanda que Bolivia ha interpuesto para seguir conversando con Chile un asunto que, con altibajos, se viene conversando desde hace más de medio siglo.

Chile pidió que la Corte se declarara incompetente. La Corte se declaró competente.

Es una derrota política para Chile. Nada más pero nada menos. Una derrota política internacional que no habla bien de la seriedad de nuestros diplomáticos y que, por tanto, no prestigia a Chile.

¿Qué dijimos aquí varios días antes del fallo de La Haya?

Copio de la columna pertinente:

“Por las preguntas hechas a Chile y Bolivia, por un juez inglés y un juez japonés, ambos pertenecientes a culturas muy diversas, y diversas ambas con las de Chile y Bolivia, se puede suponer que, cuando la Corte deba entregar su veredicto sobre su competencia, no se cortará de un tajo el proceso ante la Corte sino que, posiblemente y sin drama, ambas partes deberán seguir litigando sobre el fondo. Las dos preguntas tienen que ver con el fondo”.

Y agregábamos en las conclusiones de la columna: “El juez japonés no es sólo un juez de otra cultura. Es natural de un país duramente derrotado en la Segunda Guerra Mundial, que no sólo perdió dos millones de seres humanos, con una secuela atroz, y sufrió daños cuantiosos en su infraestructura y vio morir su legendaria teocracia, sino que hasta hoy reclama territorios a China y Rusia y derechos a Australia, todos triunfantes en esa guerra, 65 años posterior a la del Pacífico”.

Antes, en las consideraciones previas a la conclusión, escribimos:

“No se reciben igual nuestros mensajes en La Haya que en Santiago, en el Palacio de La Paz que en el Congreso Nacional de Valparaíso. No es lo mismo el juez de Uganda (integrante de la Corte) que el diputado Tarud. Ni el juez de Marruecos que el ex Presidente Frei Ruiz Tagle. Los observadores mundiales no son periodistas de El Mercurio o de La Tercera ni corresponsales de los Canales 7, 11, 12 o 13”.

Refiriéndonos al mensaje que reiteradamente nuestros “expertos” enviaban a la Corte señalábamos “Eso de que ahora les vamos a cantar clarito y breve para que la Corte se declare ipso facto incompetente puede ser escuchado con orgulloso sentido patriótico en nuestro país pero  la Corte puede verlo como un arrebato descomedido de un país que ganó una guerra a fines del siglo XIX allá en un lejano rincón del mundo y que, como era de suponer, impuso un tratado de límites al vecino perdedor que lo demanda hoy no para que le devuelva lo expropiado sino para que acceda a otorgarle una “salida al mar soberana”. Salida al mar de la que ambos países han conversado a mediados del siglo XX, en los años setenta del mismo siglo y que bajo el primer gobierno de la Presidenta actual estuvo en la pauta de trabajo”.

Recordábamos que varios jueces de La Haya son nacionales de países cuyos gobiernos están reclamando tratados de límites que, entienden, les fueron impuestos y les son adversos. Relevábamos el caso de Japón, duramente derrotado en la Segunda Guerra Mundial, reclama hoy por territorios que pasaron a manos de China y Rusia.

Y descubrimos el error que significaba repetir la monserga de que “los tratados no son revisables” cuando lo son si los países se ponen de acuerdo en ello, y recordamos el tratado EEUU-Panamá por el caso del canal de Panamá. Etc., etc.

Nuestra intención, por cierto, no era dañar la posición chilena sino señalar las debilidades evidentes de nuestro alegato y las posibilidades ciertas de una derrota política de magnitud.

Provocada la derrota y abierta una nueva etapa en el litigio, habrá que hacer una profunda autocrítica a todos los niveles, ampliar la visión, despojarse de todo chovinismo y dejar atrás toda calentura emocional. En el terreno del chovinismo siempre la derecha nos superará. Después de sembrar el mar chileno de ilustres cadáveres hoy lo defenderá para las familias que lo han heredado.

Parece ser que la Corte (aquí es muy relevante entender “qué parece ser”) ha emitido un fallo político que sólo afecta a ambos países en ese terreno y que constituye, dada la tozudez mostrada por Chile, una dura derrota política. La Corte ha reclamado autoridad y, como toda la declaratoria de Naciones Unidas, ha reiterado un implícito mensaje por la paz y la negociación en América del Sur, en momentos en que estallan por el mundo conflictos bélicos e incluso guerras declaradas. Autoridad ciertamente para con países, como Chile, que no tienen el poder internacional de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad.

Ahora Bolivia le sacará más punta al lápiz y Evo habrá ganado mucho en sus aspiraciones a seguir en la cabeza del gobierno, y Chile, ni no se remece para entender el mundo, corre el riesgo de no verse como un país que apunte a la modernidad y a la integración. Nuestro consuelo no puede ser el que “la Corte se equivocó” o que “algo nos dieron” y menos el que “hay que salirse de los pactos internacionales” en los que estamos comprometidos.

La inercia de Chile, la reiteración de su miopía, y las peroratas ofensivas y delirantes de Morales (impropias de alguien que quiere conversar) pueden llevarnos a un impasse prolongado y perjudicial.

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