Diciembre 9, 2024

¿Por qué no nos quieren nuestros vecinos del norte?

Para responder a esta pregunta se puede recurrir a varias explicaciones: 1) Chile es un país de mercachifles, cuyo único interés es vender y comprar –  los fenicios de América Latina -; 2) hemos tenido, en todos los gobiernos, una pésima política hacia nuestros  países vecinos; 3) quizás nos consideren como el mejor alumno, pero el peor compañero, por prepotencia, avaricia y egoísmo; 4) tal vez la más importante causa de rechazo de peruanos y bolivianos, según mi opinión, es que a pesar de haber transcurrido más de 130  años de la Guerra del Salitre, los resentimientos de los ciudadanos de estos pueblos continúan  con las llagas abiertas y no se vislumbra, aún su cicatrización definitiva.

 

 

                Para Oswald Spengler “la historia  de  los hombres es la historia de las guerras”, así, a cien años del comienzo de la Primera Guerra Mundial, recién comienza a revisarse el papel jugado por el atentado de Sarajevo – contra el príncipe Francisco Fernando de Austria-Hungría – en el comienzo de la Gran Guerra; no cabe duda, especialmente para los historiadores, que hubiera ocurrido de todas maneras, debido a las luchas constantes de imperios coloniales y a las ideologías nacionalistas.

Si revisamos la historia de las guerras, desde una perspectiva  comparativa, podremos comprobar que la ocupación por parte del ejército Chileno en Lima fue más larga y brutal que la de los nazis en París; los soldados invadieron la ciudad virreinal desde 1881 a 1883, fecha del Tratado de Ancón, por el cual se acordó entregar a Chile la provincia de Tarapacá y, además, mantener en disputa las de Tacna y Arica que, luego de 20 años, se resolvió entregar Tacna para Perú y Arica para Chile (1929),  por medio del Tratado de Lima, firmado por los dictadores Augusto Leguía, por Perú, y Carlos Ibáñez del Campo, por Chile.

Los tres años de ocupación de la ciudad de Lima, por parte de los soldados  chilenos, no pudieron ser más sangrientos y avasalladores; cuentan historiadores peruanos que las mujeres se rapaban para no ser violados por los militares chilenos y que, además de las crueldades contra mujeres y hombres, el gobierno de ocupación trasladó a Valparaíso tesoros culturales invaluables de la capital del país del Rimac.

El historiador militarista Gonzalo Bulnes, autor  de Historia de la guerra de Pacífico, retrata de la siguiente manera este período: “Tres años y medio duró esta jornada de la paz, mucho más difícil que las empresas militares. Tres  años y medio en que el ejército chileno formado con montañeses de clima templado montaba guardia de un país enfermo, enemigo y casi tropical”.

En el diario El nuevo ferrocarril,  del 5 de abril de 1880, publicaba: “Si la paz no viene, y si una interminable guerra de recursos es puesta en juego por el enemigo ¿se detendrá nuestra acción? ¿Aceptaremos el estado de guerra como un estado permanente?

A partir del Tratado de Ancón, dos períodos conflictivos han caracterizado nuestras relaciones con Perú: en primer lugar, el largo trecho entre 1881 hasta 1926, en que parecía casi imposible resolver la disputa sobre la pertenencia de las provincias de Tacna y Arica, período que no sólo envenenó nuestras relaciones con ese país, sino  que también se convirtió en un obstáculo para la resolución de la salida al mar de Bolivia, pues Chile siempre estuvo dispuesto a entregarle Arica al país del altiplano, a condición de que lo apoyara en el plebiscito que debería realizarse para zanjar la disputa; en segundo lugar, el período de los gobiernos radicales – y hasta nuestros días – en que Chile busca entregar a Bolivia una pequeña franja del desierto de Atacama, entre Arica y la Línea de la Concordia, con la férrea oposición de Perú que, desde el Tratado de Lima, no estaba dispuesto a romper la continuidad fronteriza con Chile. La gente tal vez desconoce que el general Nicolás Piérola, dictador peruano, escribía que “había que convertir a Bolivia en una Polonia latinoamericana y repartírsela entre Brasil, Argentina, Chile y Perú”.

Para entender a fondo la Guerra del Salitre, como una “cruzada” civilizadora, sería recomendable leer el libro de la historiadora peruana Carmen MC Evoy, Guerreros civilizadores, política, sociedad y cultura en Chile durante la Guerra del Pacífico, Edic. U. Diego Portales, 2011, obra en la cual resalta el carácter civilizador del Estado liberal chileno, que miraba con desprecio a bolivianos y peruanos – los primeros, simples indios ignorantes, pertenecientes a un país anárquico y casi “bárbaro” y, los segundos, gente de un país “afeminado” y corrupto, cuya capital, Lima, Chile la consideraba la  “Sodoma” de América Latina. La “tarea” del ejército era como la de los hombres, dominar y amaestrar a este “depravado y femenino” país.

Pretender que nuestros vecinos del norte nos rindan pleitesía está muy lejos de la realidad, pues los factores, históricos y culturales, además de nuestra prepotente y errática política internacional conspiran en contra de Chile. Podría ser que el fallo de la Corte Internacional de La Haya abra un nuevo camino al latinoamericanismo y todos seamos ciudadanos de una gran patria común.

Rafael Luis Gumucio Rivas

          

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