Diciembre 13, 2024

Ingenuos y optimistas, tontos y retontos

 

¿Habrá quedado claro para los que insisten en la posibilidad de una Asamblea Constituyente para cambiar la Carta Fundamental, el portazo lentificado que le están dando los ministros y la presidenta a esa oferta electoral, falsa, manipuladora e imposible?

 

 

Ha quedado en evidencia que la costumbre de rechazar de plano cualquier idea que proponga cambiar algo de lo esencial del sistema, es parte estructural de esta cultura, réplica amansada de  lo que fue la dictadura.

 

Con algo de porfía hemos insistido en lo estéril del camino que busca levantar la idea de una Asamblea Constituyente para cambiar el derrotero fracasado que se ha impuesto en el país, y que ha sido enarbolado con estentóreo entusiasmo por los sucesivos gobiernos de la Concertación solo para engrupir a los  ingenuos que creen que es  posible un cambio de paradigma, que juran que el sistema se puede suicidar.

 

Ni Asamblea Constituyente ni reforma de nada. El balbuceo de Michelle Bachelet durante su campaña electoral no fue sino una sola mentira, una sola operación de salvataje que buscaba el hiato que vinculara una solución de continuidad de la Concertación con la Nueva Mayoría y la proyección de ambos sucesos, hasta el infinito y más allá.

 

Tal como el Programa no fue sino una entelequia del dominio de la psico política, de la teoría de la oferta desbocada y del castigo solapado, como vía para disciplinar, modelar y controlar, del mismo modo la oferta de un Proceso Constituyente no es sino un tiro de escopeta que da para frito y caldillo.

 

No pocos advertimos que los anuncios y ofertas del ex programa de gobierno estaban más bien construidos sobre el conocimiento de la psicología chilena modelada en cuarenta años de castigos, esperanzas, más castigos y más esperanzas, y luego nada.

 

Es que en el actual ordenamiento son imposibles siquiera los titulares más asombrosamente rutilantes que se ofrecieron a los ingenuos, en  esa mezcolanza de intereses llamado Nueva Mayoría, en esa retahíla de mentiras a las que algunos se aferran con dientes y uñas, con la ansiedad del náufrago.

 

Fracasada la estafa monumental que intentaba en esta etapa dejar a los herederos a cargo del bastón del testimonio, lo que resta es ver cómo se arregla la carga para administrar el cagazo en este largo fin de gobierno.

 

Y de las promesas, incluso aquellas emberretinadas en las ambigüedades más risibles y creídas a pie juntillas por los irresponsables optimistas que lo creen casi todo, no queda nada. Ni el pudor.

 

Nadie puede argüir engaño cuando la presidenta anuncia que de reforma constitucional ni hablar. Como tampoco nadie puede decir que la Nueva Mayoría traicionó a la gente porque compromiso con ella nunca hubo.

 

Solo se desdijeron de sus mentiras.

 

Si hubo compromiso real, pragmático y medible, fue con sus propios intereses, con sus prebendas y posiciones socio económicas construidas con esmero durante el último cuarto de siglo, con sus lujos, placeres, barrios exclusivos y buenos vecinos.

 

Pero con el pueblo, nada.

 

La Nueva Mayoría leyó bien el estado de la gente ávida de esperanzas y promesas. Supo desde siempre que esa chusma jamás osaría levantar la mano contra su madre, hiciera lo que hiciera.

 

Por eso, el espasmo creado por la develación de la sinvergüenzura más descarada, por las exacciones monumentales, por los acomodos, coimas, pagos y arreglines secretos, chamullos y malabares, no estalló con una ira incontenible.

 

No hubo una explosión social de incalculables proyecciones, ni una asonada del populacho emputecido contra los ladrones, como se pudo pensar, como ameritaba.

 

Anestesiada por las deudas, atrofiada por el mall y la tarjeta de crédito, inmovilizada y atontada de celular y parabólica, y sobre todo, traicionada por los que alguna vez dijeron representarlas y luchar por ella, la gente asiste a la debacle como si el escándalo fuera en la casa del vecino. Un reyerta que no le compete.

 

Mientras tanto, el sistema ofrece cachañas y pseudo peleas internas que no son sino las fintas que utilizan para salir parados de la mejor manera en el necesario acomodo de piezas y jugadas en lo que resta de la caída del gobierno de estos cuatro años perdidos, este paréntesis en blanco.

 

Nadie se irá del gobierno. Ni el PC que advierte salir a las calles para exigir que se cumpla el Programa, ni la DC que está de lo más cómoda en el vaivén, a pesar de las declaraciones de sus más extremistas personeros. Esas máquinas saben que se necesitan para lo que viene, luego de  que la presidenta entregue el encintado y parta de nuevo a Nueva York o al olvido.

 

Y cuando el miedo a perder lo que se tiene ordene de nuevo al tándem del poder, y se encuentren puntos coincidentes, y se baje la guardia y el tono, cuando el seso imponga lo relevante por sobre lo accesorio, cuando el instinto de clase imponga su peso vernáculo y ordene a díscolos y excéntricos, cuando se den y ofrezcan disculpas y se constituyan comités secretos, el pueblo ni siquiera sabrá que de nuevo perdió

 

Cuando la mentira se transforma en una cultura, es decir, en lo que se come, lo que se mueve, lo que se ve y lo que zumba detrás de todo, no hay que perder de vista que hay quienes la barajan y la orientan.

 

De lo que hay, apenas si será casual aquello que viene de la tierra de vez en cuando en modo catastrófico. Todo el resto, está pensado en términos de quienes ganan y quienes pierden, siempre exactamente los mismos.

 

Lo malo es que hay quienes por un optimismo desenfrenado o por la humana tendencia en creen en algo, se olvidan que jamás habrá algo parecido a una Asamblea Constituyente ni cosa parecida porque podrán ser frescos, sinvergüenzas, ladrones, acomodados, cara duras, o lo que sea que se nos ocurra, pero tontos, ni por asomo.

 

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