Enero 14, 2025

Huelga de los electores

La corrupción instalada en varios países de América, en vez de provocar la rebelión popular, produce  apatía, desesperanza e inmovilismo en los ciudadanos, pues llega un momento en que el diagnóstico es evidente: todos  los políticos son ladrones, todas las instituciones son corruptas, y  votar por uno o por otro candidato sea en blanco, nulo o abstenerse da lo mismo. Este escenario de indolencia generalizada podría ser caracterizado como una “nihilismo” electoral.

 

 

                La corrupción se ha trasformado en una “pandemia”, que se expande por toda América: En Guatemala, el Presidente Otto Pérez Molina ha pasado en un solo día, del palacio de gobierno, a la cárcel, previo al despojo de la inmunidad, por parte del Congreso de ese país, y antes la vicepresidenta, Roxana Baldetti, fue llevada a prisión junto a otros 40 funcionarios del gobierno, todos acusados de corrupción aduanera en una asociación ilícita, denominada La Línea, “cuyo objetivo era cobrar sobornos a empresarios y usuarios en distintas aduanas del país, a cambio de modificar las tasas que los importadores deberían pagar al fisco”. El domingo 6 de septiembre se llevarán a cabo las elecciones presidenciales y, si bien el pueblo está satisfecho con la salida del corrupto Presidente, varios de los candidatos son considerados por la ciudadanía tan o más corruptos que aquellos que están en la cárcel.

                En Brasil, el escándalo Petrobras tiene por los suelos a la Presidenta Dilma Rousseff – apenas tiene un 8% de apoyo popular – y la verdad es que la corrupción hubiese sido soportada – históricamente están más acostumbrados a gobiernos nacionales y estatales corruptos – si no se hubiera sumado la recesión que, lógicamente, incide en la calidad de vida de los habitantes de las grandes ciudades: por ejemplo, el transporte absorbe más de cinco horas del tiempo útil del trabajador paulino; la pésima atención en los hospitales públicos; en general , los servicios estatales deficientes que van relacionados con la vida cotidiana de los ciudadanos. A pesar del fracaso del gobierno del Partido de los Trabajadores, no aparece aún la posibilidad de reemplazo por parte los socialdemócratas brasileros, que representarían la derecha de ese país – por cierto, no tiene nada que ver con la excrecencia de la ultra derecha chilena – y, de seguir la crisis, no sería raro que tomaran el camino de la “huelga electoral”.

                En México, el gobierno de Enrique Peña Nieto nos recuerda los peores períodos de la dictadura perfecta del PRI: impone al pueblo reformas que nadie desea; favorece la impunidad frente al asesinato de los 43 normalistas en la localidad de Iguala; su mujer, Ana Angélica Rivera, hizo construir una mansión de millones de dólares; el Estado mexicano se puede considerar inviable, pues está dominado por el narcotráfico y  la corrupción.

                Las “huelgas electorales” si bien demuestran el alejamiento significativo de los ciudadanos con respecto a los plutócratas – dos mundos irreconciliables hoy por hoy – los representantes no tienen nada que ver con sus representados: los primeros, utilizan a los electores para que voten a su favor, para luego olvidarlos y traicionarlos hasta la siguiente elección; los segundos,  los mismos ingenuos que vuelven a reelegirlos.

                Nada mejor para los plutócratas que los ciudadanos decidan acogerse a la “huelga electoral”, pues mientras menos ciudadanos voten, tanto mejor para ellos – menos gastos y siempre se consigue el sillón sin mayor esfuerzo – así surjan las críticas, pues “ande yo caliente y ríase la gente”.

                El desprestigio de los políticos  y de las instituciones en general no es nada  nuevo: Cito del Diario El Ferrocarril, 1907, en pleno parlamentarismo:

“algunos diputados duermen, dando ruidosos ronquidos; otros llaman sin cesar a los oficiales de la sala pidiendo Whisky con soda, jerez con Apolinares, coñac con Panimávida”.

“Las interrupciones se cambian a cada instante entre los que se conservan despiertos. Algunos ríen a carcajadas por cualquier motivo. De repente llegan tres diputados a la sala, haciendo curvas y equis con lamentable dificultad…Otros apuran sus vasos…Se injurian con incomprensible crudeza, pero reconociéndose dispuestos a no molestarse…No hay que enojarse, compadre”.

“La sala llena de humo que despiden los cigarros puros. El ambiente, impregnado de vapores alcohólicos. Los diputados en orden dispersos, aquel tiene los pies sobre la mesa. Este otro ronca estrepitosamente. Este, con el chaleco abierto y sin corbata…parece… que lo acaban de fusilar”:

“Más que cesión, parece una merienda de negros”.

(Gonzalo, Vial, Historia de Chile, Vol I, Tomo 2, Pag. 613)

                Actualmente, los pocos que concurren a su trabajo, algunos de ellos roncan y otros se dedican a ver videos o a chatear con amigos y familiares.

                Hay que recordar que en 1907 no existía  la dieta parlamentaria, pues todos los padres conscriptos eran aristócratas, dueños de fundos y bancos; algunos pocos demócratas pertenecían a la clase media, pero muy rápidamente adoptaban el modo de ser aristocrático.

Rafael Luis Gumucio Rivas (EL Viejo)

05/09/2015                         

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