Hace no mucho una persona se cruzó con el senador Rossi en un aeropuerto y en un acto de decencia que todos deberíamos imitar y estimular, le gritó un par de verdades a las que el honorable respondió con insultos y amenazas.
En las últimas horas se ha conocido otra patraña más de este sujeto que por las anomalías antidemocráticas en que se funda la convivencia nacional, funge como senador de la República.
Ni corto ni perezoso, para amortiguar el escándalo el senador anuncia el congelamiento de su militancia en el Partido Socialista, como si ese gesto importara a alguien, resolviera algo o remediara lo definitivamente derruido.
En esta oportunidad se vuelve a comprobar que los políticos chilenos, en una gran mayoría sirven a los intereses de quienes los compran en contante y sonante, traicionan sus propias supuestas convicciones y se afirman en la inocencia malsana de la gente que les cree eso de compañeros, de socialistas, de progresistas y de izquierda.
El de este sinvergüenza no es ni por lejos el único caso, ni se trata de una situación personal como lo ha dicho otra que bien baila, la senadora Isabel Allende, la que también fue desenmascarada como recibiendo dineros provenientes del gran empresariado, ese mismo que hizo lo posible por derrocar al gobierno de su padre, sino que lo de Rossi y de ella misma es una forma que adquiere la cultura que domina.
Los últimos veinticinco años, toda la pos dictadura, no ha sido sino una trenza que muy tempranamente se comenzó a hilar cuando los poderosos se dieron cuenta que los políticos que usurparon lo que correspondía al pueblo que luchó y puso el mayor sacrificio, eran sujetos ávidos de poder y de dinero.
Y que lo que restaba era buscar los mejores mecanismos para tenerlos comiendo de su manos y haciendo leyes que se pasaban por el perineo al gilerío y que enriquecían aún más a los ya muy ricos.
Rossi representa lo más bajo de la escala ética. Un mentiroso que ayer no más juraba no haber recibido lo que sí había recibido, que legisló para la avidez de las pesqueras y mineras y que se ha develado como un inescrupuloso, falso y manipulador con fuero y trajes vistosos.
Transformado en una anomalía de rasgo democrático por la autonomía que le permite una cierta capacidad de investigar sin la interferencia que sí permitía, prohijaba y alentaba el sistema anterior, los fiscales han revelado la verdadera naturaleza de todo el sistema político, el que ha caído a niveles intolerables en el rechazo ciudadano.
De quedarles alguna traza de decencia los políticos involucrados en el tráfico de influencias y dineros, debería irse para sus casas y auto imponerse un silencio perpetuo. De hambre no van a morir amparados como quedan con sus ahorros y pensiones.
El caso es que el sistema político chileno se mantiene solo por la inercia que le imponen las intuiciones del estado, y no por la legitimidad de quienes lo conforman. Ni por sus programas traicionados que al cabo de menos de dos años no valen ni el corchete que los fija, cosa que advertimos en la oportunidad de sus lanzamientos apoteósicos tanto como marulleros.
Ni mucho menos por el apoyo de la gente, cada día más hastiada y en casos respetables, arrepentidos de haber creído una falsía de cabo a rabo, presentada como Nueva Mayoría.
Cabe preguntarse los límites de la actual crisis. Dónde va a parar, cuándo y cómo.
Los operadores secretos saben que las únicas herramientas aceptables para el efecto de del salvataje son las que define el mismo modelo. Saben que esta debacle del neoliberalismo se resuelve con más neoliberalismo.
Así, comienzan a volar en círculos negros sujetos que se proponen restaura el orden para dejarlo en condiciones de mejor manejo y eso no es otra cosa que el retorno a las condiciones anteriores al error de haber pensado que los atributos de la presidenta Bachelet eran ciertos, suficientes y eficientes.
Esas sombras tienen a su favor el camino despejado que dejaron en su retirada atropellada los pistoleros de la Jefa, sustraídos de lo público por el vergonzoso expediente de ser descubiertos como frescos de raja, cuya huella aún no es posible conocer en toda su magnitud, procesados como están, circulando por los tribunales, a disposición de fiscales y policías.
Pero sobre todo se sustentan en que desde el fragmentado y difuso mundo de la izquierda aún no sale alguna idea que diga entender el mundo que vivimos y que arriesgue una propuestas que asuma que la necesidad de hoy es hacer un esfuerzo por sacar esa lacra de sus posiciones de poder, y una vez barrida y aireada la casa, disponerse a discutir que va a suceder después.
En el futuro de un país decente, si hay algo claro, es que un buen punto de partida sería que jamás sujetos como Rossi puedan llegar hasta donde han llegado.