Los antiguos griegos educaron a su población y la prepararon para el ejercicio democrático a través de la literatura, mucho antes que en la filosofía. De hecho, los filósofos tomaron de las tragedias y de los mitos de Hesíodo en sus teodiceas mucho material para ejemplificar sus ideas asentadas en la novel razón.
Pero no sólo los filósofos griegos eran eruditos en literatura antigua, también los modernos. Hegel en su “Genealogía del espíritu” trata el tema de los deberes echando mano justamente a la tragedia “Antígona” de Sófocles; Freud también extrae de estas tragedias muchas de sus teorías psicológicas.
Lo que plantea Hegel, siguiendo la saga de un debate intelectual acerca de los personajes y sus razones, es que ambos, Antígona y Creonte, tenían razones suficientes para defender sus posturas.
Uno porque priorizaba los deberes y razones de Estado y la otra porque privilegiaba los deberes familiares y religiosos.
Los griegos discutieron mucho de estos temas. De hecho, Esquilo en “Los Eleusinos” aborda la discusión acerca de la negativa de Tebas a enterrar a los muertos (producto del enfrentamiento descrito en “Los Siete contra Tebas”, con Polinice (hijo de Edipo) a la cabeza de uno de los bandos que se disputan el trono heredado de su padre. Creonte (el tío) que se ha hecho cargo del poder, impone el interés del Estado, expresado en una prohibición de enterrar a Polinice, acusado de traición.
En “Las suplicantes”, o “Las troyanas”, Eurípides vuelve a tomar el tema del deber religioso, de las costumbres y de los dioses, como factor central de la sensibilidad individual que forma, a su vez, la sensibilidad cultural de los Estados.
No por cualquier cosa los griegos trataron estos temas a lo largo de varios siglos.
Aborto: una lógica discutible.
En Chile se ha instalado una discusión esperada y sana sobre lo que se llama la ley de aborto. Al respecto, como es natural, surgen diversas posiciones, todas atendibles y que la sociedad deberá sancionar democráticamente de acuerdo a los antecedentes que se entreguen y a las inclinaciones de los legisladores.
Lo que se discute en Chile es una ley de aborto restringida, por cuanto se permite autorizar el aborto en tres circunstancias: inviabilidad del feto, riesgo de vida de la madre y violación.
A raíz de este tema central, han surgido una serie de consideraciones importantes, tanto en el ámbito científico, jurídico como moral. Obviamente, cuando temas tan complejos se ponen a disposición de la discusión pública, se debe dar espacio para que el pensamiento logre profundidad suficiente y no se quede en el entusiasmo de las ideas iluministas o en las posturas dogmáticas y sin consecuencias.
Hay, como en la antigua Grecia, una postura desde el Estado y otra desde las creencias y de las costumbres, pero también se introduce el argumento de la ciencia, que es usado de uno y otro lado, sin lograr esclarecer de manera tajante la verdad del tema. Y no podría la ciencia en verdad zanjar algo que debe ser necesariamente consecuencia de una convención. Sabemos, por lo demás, desde “La revolución de las teorías científicas”, de Thomas Kuhn, que la ciencia es tan provisional en sus leyes como lo es la filosofía.
Uno de los temas derivados es ¿cuándo se produce la formación de un nuevo ser, de manera precisa?
Desde la ciencia hay quienes señalan que desde la unión del óvulo y el espermatozoide, es decir desde la concepción; otros señalan que cuando se implanta el cigoto en el útero; otros que a las tantas semanas y otros no definen tiempo preciso. Con lo cual, la ciencia puede entregar datos, pero no será ella la llamada a definir cuál será la “convención” sobre el origen del ser; de ahí la discusión si la pastilla del día después es o no abortiva, como también se discutió sobre el uso de “la T de cobre”.
Otra discusión es sobre el derecho de la mujer a definir lo que hace con su cuerpo; hay quienes plantean que el derecho de la mujer es absoluto y otros plantean que ese derecho está restringido por la presencia, al interior de su cuerpo, de otra vida, que goza de iguales derechos.
La discusión está ahora referida, entonces, a cuándo ese ser que está dentro del cuerpo, en evolución natural, es un ser humano, con los derechos de tal: de hecho-como señalábamos- lo ponen en diferentes momentos de su gestación; otros lo niegan definitivamente, y otros traspasan todo el derecho a la madre, mientras anide en su vientre.
¿Dónde, en qué postura radica la justicia?
Aquí cabe clamar con Hécuba en Las Troyanas (Eurípides): ”Oh Zeus ¡A ti dirijo mis súplicas, pues conduces todo lo mortal conforme a justicia, por caminos silenciosos!”.
O, como proclama Antígona: (Sófocles): “No fue Zeus quien lo ha mandado publicar, ni la justicia que vive en los dioses de abajo la que fijó tales leyes para los hombres”, que se contraponen a las meras Proclamas de Creonte.
Ya en Sófocles hay una independencia entre las normas y costumbres de los hombres, y los mandatos divinos o religiosos; también hay un espíritu crítico frente a las normas dictadas por los hombres, es decir los poderes que gobiernan. Ese espíritu, de razón crítica, le costó la vida a Sócrates y es el predicamento también introducido por los nuevos sofistas en el siglo v y IV.
En la esticotimia (diálogo en verso, contra verso) entre Antígona y su hermana Ismene, se percibe esa lucha entre la libertad de conciencia individual y los poderes del Estado:
Antígona: “Considera si vas a unirte en el empeño y colaborar con la empresa”
Ismene: “¿A qué clase de peligro? ¿A qué proyecto dirigirás tus pasos?”
Antígona: “Si el cadáver vas a levantar colaborando con esta mano.”
Ismene: “¿Piensas entonces enterrarlo, prohibido como está a la ciudad?”
El coro advierte que no es conveniente la actitud de soberbio desafío de Antígona; el profeta Tiresias advierte a Creonte, que negar la sepultura a los muertos ofende a los dioses (en el mundo griego antiguo se acostumbraba enterrar a los muertos con los ritos funerarios correspondientes, con excepción de los criminales, a los que se les enterraba sin ritos); el coro y el corifeo advierten de la negativa a escuchar de uno y otro lado, lleva necesariamente al Páthos, es decir al predominio de la emocionalidad que induce la polarización, donde las salidas se complican y se fatalizan.
Como se puede apreciar, desde antiguo los sabios sabían que de las cosas y temas esenciales al hombre no hay soluciones expeditas ni definitivas, lo que hace necesario el diálogo, la meditación tranquila, la búsqueda de una especie de Sophrosyne, de justo medio. No una transacción fatua, sino una nueva dimensión de la sabiduría, superior e iluminadora.
En nuestro caso, el gobierno sostiene que se debe legislar sobre un tema que afecta a muchas mujeres y que hasta ahora no se ha resuelto. En los años 60 y 70, en Chile existió un programa de esterilización voluntaria en mujeres que ya tenían hijos y no deseaban seguir aumentando la familia. Esa convención se eliminó en los años 80 y no ha permanecido más que la prohibición del aborto. Los más conservadores plantean la tesis de que el embarazo no debe interrumpirse en ningún caso y que se debe dejar a la naturaleza actuar a su discreción. Los pragmáticos sostienen que es irracional una postura conservadora en extremo, pues hay casos objetivos en que el feto es inviable o la vida de la madre se ve seriamente en peligro. Es casi como la obstinación de ciertas corrientes religiosas que prohíben la intervención quirúrgica o la transfusión de sangre, incluso cuando la vida esté en riesgo. Esas son posturas atentatorias, como atentatorio puede ser el aborto a todo trance.
En el caso de las violaciones como causal, surgen controversias de fondo. Porque hay quienes sostienen que el enfrentamiento entre dos derechos crea espacios para una argumentación prolífica e irresoluta. Pues si usted privilegia el derecho de la mujer a tener el hijo que desea y no se la puede obligar a tener un hijo producto de un forzamiento, entonces usted estará anulando el derecho a la vida de un ser inocente de las culpas de los adultos que lo engendraron.
Pero si usted privilegia el derecho a vivir del hijo de la violación, aunque la madre violada no lo desee, entonces está afectando el derecho y la libertad de una persona violentada y víctima de un acto ilegítimo.
Como anotaba Hegel respecto al tema del derecho de conciencia respecto al derecho del Estado, ambas posturas contienen razones verdaderas y la resultante debe ser una convención debidamente discutida y resguardada.
Tomar los resguardos viene a significar que en caso de favorecer el nacimiento de un hijo producto de una violación, en la cual la madre no desee hacerse cargo de esa creatura, es el Estado el que debe hacerse cargo del nuevo ser traído al mundo en esas circunstancias. El Estado debe preocuparse de sostenerlo o darlo en adopción. Ahora, si el violador, padre de esa creatura es identificable, debe establecerse una normativa de responsabilidad paterna hasta que el hijo cumpla la mayoría de edad.
Si la madre desea hacerse cargo del hijo, el Estado debe darle una subvención, además del aporte del padre violador si es identificado, con lo cual se favorece una recepción más adecuada para el futuro de ese niño.
Las causalidades de salud, para definir un aborto terapéutico, también deben tener los resguardos de responsabilidad y seriedad, evitando certificar de manera fraudulenta la inviabilidad o el riesgo de la madre.
De todas formas, incluso en la prohibición total se dan los casos de facto, en que el aborto auto-infligido ya tiene un paso avanzado cuando acude al médico, y con riesgo de la madre, ante lo cual los médicos deben intervenir y completar el procedimiento. En estos casos la denuncia es un disuasivo importante, pero no determinante. También los casos de las familias acomodadas capaces de pagar por los servicios de un médico dispuesto a practicar un aborto bien remunerado y sin denuncia, es una realidad indesmentible aunque no constatable para la justicia. Son los espacios invisibles donde no llega la larga mano de la justicia, pero sí la del facultativo y sus emolumentos.