La economía chilena está muy rara, o a lo mejor solo sus comentaristas, pero es claro que no hay coherencia entre los discursos y la realidad.
Se habla de desaceleración económica, pero bajó la desocupación a 6,5%, según el INE en el trimestre móvil marzo y junio. Además, en el momento en que, diariamente, desaparecen nuevas fuentes de empleo en el mundo debido al desarrollo de la industria digital y los avances tecnológicos. Más aún, la Fundación Sol afirma hoy que en Chile está disminuyendo el trabajo precario de las mujeres.
Al mismo tiempo, pese a que la mayoría de los ocupados gana salarios miserables y los precios de la comida y los alquileres aumentan como nunca antes se había visto en Chile, desde el jueves todos los bares y “lugares de carrete”, de todos los barrios, no solo los ABC1, están repletos. La mayoría son jóvenes, los mismos que están endeudados en sus estudios y los que pertenecen al grupo de los “nini”, esos que ni estudian ni trabajan. Para qué vamos a comentar la participación de estos en los grandes espectáculos de música, en el Festival de Viña, en las recepciones a cantantes extranjeros o a footballistas. Tampoco se quejan por falta de demanda los dueños de los casinos de juego que se encuentran a lo largo del país. No parece una economía desacelerada.
El sobre endeudamiento explica parte de esta demanda excesiva, pero los empresarios no muestran ninguna preocupación para el caso en que se rompiera la cadena de pagos. Solo sufren si no los dejan reemplazar a los huelguistas por krumiros.
Los que hablan de desaceleración, se refieren a la baja en los precios del cobre, pero en los últimos veinte años, en algunos momentos estos han estado mucho más bajos que hoy. En 2001 llegó a US$72,5 la libra y nadie se aterró como ahora. Por tanto, parece que nuestra “desaceleración”, más que un vaticinio, es una amenaza contra el actual Gobierno que ha tratado de regular el pago de impuestos y modernizar las leyes laborales para ubicarnos más cerca de los países civilizados, a lo menos de los de la OCDE, donde nos lucimos con nuestros indicadores regresivos.
Pero es un problema si los empresarios amenazan con no invertir, porque el Estado no puede hacerlo por su rol subsidiario y el Ministro de Hacienda no quiere gastar.
En los años 30, cuando el salitre, nuestra riqueza básica, ya no fue más comprado en el mundo por haberse inventado el salitre sintético, cuando también nos afectaba la crisis mundial de ese año, cuando en el 82 también nos vimos afectados por otra crisis mundial, fue el Estado, mediante el gasto público, quien nos sacó adelante y sobrevivimos. Porque, debemos recordar, que aunque el Régimen Militar en 1982 se declaraba enemigo de los subsidios, de los que supuestamente eran objeto las empresas estatales, decidió salvar a bancos y empresas de la crisis, entregando un gigantesco subsidio al sector privado, que posteriormente pagamos todos los chilenos. Incluso estatizó empresas privadas para sacarlas de la crisis y, posteriormente, reprivatizarlas. Las llamadas del “área rara”.
Por tanto, a mi juicio, si los empresarios no quieren invertir, tendrá que ser nuevamente el Estado el que dinamice la economía, invirtiendo en los sectores que no interesan a los privados, aún cuando haya que cambiar el rol que la Constitución le otorga. Por ejemplo, todo lo referido a las energías renovables no interesa los privados porque requiere altas inversiones y su desarrollo neutralizaría a grandes monopolios como el de ENDESA y otras similares. Al igual que a fines de los años 30, la CORFO deberá jugar un rol en ello, aunque posteriormente dichas empresas pudieran entregarse a pequeños y medianos empresarios de regiones.
Tendrá que ser el Estado el que dé un apoyo decidido a las PYME, rompiendo con su estrategia de solo apoyar a los grandes y viables y dando al Bancoestado el papel para el que fue creado.
El Estado deberá invertir seriamente en la economía del conocimiento, en innovación, en centros de educación tecnológicos, en capacitación moderna considerando los cambios que está viviendo nuestra sociedad. Jamás nos haremos ricos, como país, basándonos solo en la venta de recursos naturales ya casi agotados y Chile está entre los países que menos patentes crea.
El Estado también deberá hacer un gasto decidido, es decir una Gran Inversión, en fortalecer a todas las instancias públicas de control y fiscalización. El empequeñecimiento del estado, su prescindencia de la economía y de lo que “ocurre entre privados”, solo nos ha traído problemas, lo que ha quedado demostrado con el aumento de la delincuencia, de la violencia a todo nivel, de los fraudes, de los robos, coimas y corrupción de empresas y pandillas.
Por lo tanto el Estado debe hacer una gran inversión en instituciones, profesionales calificados y normativas, para fiscalizar y controlar el sistema financiero y el lavado de dinero, al Servicio de Impuestos Internos impidiendo la evasión y prohibiendo “los perdonazos”, como el recientemente dado a Johnson’s. Se debe fortalecer la Dirección del Trabajo para impedir el abuso de los empleadores, particularmente en lo referente al trabajo infantil que lleva a la deserción escolar, al microtráfico y a la prostitución.
Aunque los empresarios impidan las reformas y el Gobierno decida ser realista con renuncia, los sectores de mayores ingresos están contra la delincuencia y habrá que explicarles que eso requiere de un Estado más fuerte, ya que la cárcel no ha sido suficiente.
Lamentablemente, aunque el neoliberalismo haya desplazado a Keynes, ante la desaceleración económica y el rechazo de los empresarios a invertir, la única solución es que invierta el Estado. No solo por la situación actual de baja en los precios del cobre, sino por todos los cambios que estamos viviendo y que ya hemos comentado en otras notas. No podemos seguir basándonos en un modelo poco sustentable desde todo punto de vista: basado en la exportación de recursos naturales no renovables, con una demanda sostenida por el sobre endeudamiento y el dinero ilegal, con grandes sectores vulnerables como ancianos, jubilados, enfermos, discapacitados o chilenos con capacidades especiales. Finalmente con un cambio drástico en la pirámide demográfica que dentro de pocos años constará de más viejos que jóvenes.
El laissez faire, laissez passer no sirve para buscar soluciones a todos los problemas que está presentando nuestra sociedad y el mercado no es capaz de solucionarlo todo.
ALICIA GARIAZZO
Directora de CONADECUS