Los panelistas del programa Tolerancia Cero, Villegas y Del Río, son sumisos ante los poderosos y muy soberbios y agresivos con todo el resto.
Siempre han dado muestras de su absoluta ignorancia en muchos temas de los que tocan, amparados en la impunidad que ofrece utilizar un medio de comunicación de propiedad de sus admirados patronos.
Un domingos de estos se dieron un festín ofendiendo a los profesores, asegurando con el mayor y más desvergonzado desparpajo que no se evalúan o no quieren evaluarse.
¿Torpeza extrema o simple ignorancia? ¿Conducta normal en quienes reciben un estipendio que suponemos generoso con tal de desprestigiar a todo lo que huela a perdedor, huelguista, revoltoso?
El caso confirma una de las aristas de la crisis moral que afecta al orden neoliberal. Este programa intenta parecer como irreverente y formulador de pautas políticas, pero no es sino un resumidero caracterizado por las actitudes genuflexas que manifiestan estos dos panelistas con los administradores del poder al que sirven, y por su bronca contra todo lo que huela a perdedor, indio, sindicalista, maricón, extranjero o mujer.
Son risibles sus intentos por enlucir opiniones retrógradas y muchas veces sin ninguna base argumental, con un tono que quiere ser producto de un agudo intelecto, o de una seria investigación periodística.
Las más de las veces las preguntas de los panelistas no son sino un vehículo por el cual contrabandean sus propias opiniones, cavernarias, ociosas, agresivas y superficiales y que buscan congraciarse con aquellos invitados que ostentan cargos y fortunas, y cuando corresponde, hacer pebre al roterío.
Ponga atención el roteque que por alguna razón llega a sentarse enfrente de ese pelotón de fusileros.
Como en todo lo demás, el periodismo que campea en los medios de comunicación oficiales, es decir, del duopolio que monopoliza los medios y los manejan a su arbitrio, es el que corresponde a esta cultura amordazada, corrupta y antipopular.
Estas empresas no son sino cajas de resonancia de los poderosos de siempre, mentirosos, manipuladores, vulgarizadores de la protesta de la gente y promotores de una cultura que cruje, hoy por hoy, producto del peso de su naturaleza ilegítima, indigna, corrupta e inmoral.
Descartados los escasos medios de comunicación llamados alternativos que intentan algo más que lo meramente testimonial, el resto está podrido.
Y es en esa realidad en la que Villegas y del Río tiene un rol. Superficiales con gestos de conocedores, provocadores con aspectos de inquisidores, se dan maña para intentar despostar al dirigente estudiantil, al líder gremial, al invitado que no representa lo que admiran y ante lo que se postran para justificar su sueldo.
Villegas es un matón de la pantalla pero acobardado cuando a las cosas son en vivo y en directo. Del Río, timorato y poca cosa, intenta lucir dotes que no tiene y que actúa malamente.
Un domingo reciente, vergonzosamente dieron explicaciones atarantadas y medrosas intentado demostrar que no dijeron lo que sí dijeron con relación a los profesores y la consabida evaluación y en esa penosa esgrima de palabras y definiciones, mostraban su temor y su apuro por desdecirse de lo dicho con la pachorra del rasca que se cree intocable.
Sumisos, picantes, bisagras, paliduchos reptantes, admiradores incondicionales de sus magnates empleadores, comunicadores con chillidos intelectuales que serán recordados no más se estabilice la cordura y la decencia en el país como infaltables papagayos dominicales, cómplices de todo lo que afanosamente ocultaron y prisioneros de lo que no alcanzaron a comprender.