No es ningún misterio el que Chile no es un país, sino el fundo de unas pocas familias de millonarios con apellidos “bancosos”, que condenan a una vida miserable al 90% de los “siervos de la gleba” – los siúticos y arribistas los llaman ciudadanos -. Hablar de república es una verdadera estulticia e insensatez, pues en Chile no existe la “cosa pública”, sino la cosa privada, donde todo se vende y se compra. Los adultos mayores, con jubilaciones paupérrimas están condenados a muerte por el oneroso precio de los medicamentos, o también por la larga espera en recibir atención hospitalaria. Hablar de democracia es otro sinsentido, pues no existe, ni siquiera, la democracia formal, menos aquella que J.J. Rousseau llamaba “asunto sólo para ángeles”.
En este paraíso de desigualdad, donde los señores feudales actúan a su antojo y se compran con sorprendente facilidad a los “condottieri” políticos – antes militares ladrones y hoy políticos, incluso con cargos parlamentarios -. Los ricos que concentran el poder, tanto económico como político, pueden darse una vida a cuerpo de rey, abusando, permanentemente, de sus esclavos, cuyos salarios y trato cada día están más degradados.
Ni ahora, ni antes, la plutocracia ha soportado que algunos de sus miembros de esta casta intocable sean conducidos ante la justicia ni, mucho menos, que sean condenados a la cárcel, aun cuando sus delitos sean muy graves. Antes, en Santiago, existía un recinto, el anexo Cárcel Capuchinos, que no era más malo que el convento de clausura, a donde iban a parar mujeres de la aristocracia, incluida la dote. Ese centro “social”, que gozaba de todas las comodidades para un retiro provechoso, se cerró a causa de un incendio, y nadie se ocurrió construir uno nuevo, pues “los caballeros no van a la cárcel” – puede parecer paradójico, pero hubo más presos de cuello y corbata durante la dictadura de Pinochet que en la imperfecta democracia concertacionista <incluso, anduvo clandestino el Pillín Sebastián Piñera, con su alias “padre padrone o también el Presidente> -.
Que hayan sido recibidos, Carlos Eugenio Lavín y Carlos Alberto Délano, como “huéspedes de honor” en la cárcel Capitán Yáber, es una afrenta que los “caballeros de Chile” no pueden soportar y tuvieron que mascar su rabia cuando un juez, que pretendían siguiera siendo su mozo – caballero y amable con los poderosos e implacable con los pobres diablos – se atreviera a pronunciar la “inaudita” sentencia de prisión preventiva, pero no pasaron más de 45 días para que la situación volviera a su curso: los “rotos a la cárcel y los ricos a robar”.
De esta “ofensa” hacia los poderosos, peor que la afrenta de Corpes para el Cid Campeador, necesariamente, tenía que ser vengada con el rodar de cabezas de algunos integrantes de la Nueva Mayoría, hecho que está ocurriendo en la realidad. Al final los oligarcas de la extrema derecha han logrado reclutar a los traidores de la Concertación, convirtiéndolos en sus mozos. La estrategia “Fuente Ovejuna” ha sido la mejor fórmula para seguir manteniendo la impunidad: si en Chile todos somos ladrones, nada más fácil que cerrar el boliche y declararlo en quiebra o bien, llamar al ángel vengador para que incendie el país, tal como lo hiciera con Sodoma y Gomorra.
La plutocracia reinante, dueña del poder político y económico, se caracteriza por una soberbia sin límites: el señor Jovino Novoa no puede tolerar que su “regia persona”, casi intocable, sea sometido al fiscal Carlos Gajardo, un “rotito” de Curicó hacia adentro, que se atreva a formalizarlo, y a él, que ha servido desinteresadamente al país, sobre todo al partido UDI; hay que ser muy tarado para hacer creer a los jueces que emitir un par de bloques de boletas falsas es un delito, cuando sólo es una acción altruista para proveer a Chile de “eximios parlamentarios” – algo similar al actual caso del cura Fernando Karadima al dotar a la iglesia de tantos curas y buenos obispos que, de vez en cuando, le toquen el “potito a los monaguillos”.
No pagar impuestos está en la lógica de la plutocracia y, si por alguna razón, se ven obligados a hacerlo, es de cristiano engañar al maldito Leviatán, el Estado, en pro de dar empleo a tantas personas que, si no fuera por Penta, estarían en la calle, como lo afirmó Carlos Alberto Délano, en una “salida de madre” ante los periodistas, a la salida de los Tribunales.
Que la Presidenta se haya atrevido a proponer proyectos de ley sobre algunas reformas, que por muy modestas que sean, pretendan cambiar la estructura de este injusto y desigual país, constituye una verdadera afrenta a los verdaderos dueños de Chile, razón por la cual, ante el inminente peligro de perder algunos privilegios, había que actuar con celeridad: primero, tirándole los perros bravos al gabinete ministerial – Pérez Yoma, Gutenberg Martínez, Ignacio Walker-; segundo, desplegar el pánico económico; tercero, movilizar a los borregos de las capas medias al servicio de los ricos, para oponerse a las reformas, especialmente a la educacional; cuarto, colocar al “cocinero” y enano maldito a repartir veneno en cada una de sus preparaciones culinarias – faltó el “monito” de César Borgia para probar los distintos manjares <no confundir con el subsecretario de Hacienda, Sergio Micco, por favor>-; quinto, colocar en el Servicio de Impuestos Internos a un funcionario tan probo como el que perdonó a Almacenes Johnson de las millonarias multas e intereses, para favorecer la compra barata de Horst Paulmann, el rey del retail; sexto, los empresarios están felices con los nuevos nombramientos de ministros, todos unos caballeros, al servicio de su causa libertaria.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
19/05/2015