Raúl Castro se entrevistó largamente con el Papa Francisco en Roma el 11 de mayo. Para reconocerlo e invitarlo oficialmente a la tercera visita de un Pontífice Católico a Cuba en los últimos años, posteriores al desplome de la URSS.
A su salida de la entrevista, entre otras alabanzas al Papa (que es esperado para septiembre en Cuba), Raúl dijo lo siguiente:
“Le dije que si sigue hablando así volveré a rezar y volveré a la Iglesia Católica, y no es broma, Soy comunista…el Partido no permitió jamás la misión de los creyentes. Hoy está permitido que haya creyentes. Es un paso adelante”. Y agregó “Él es jesuita y yo también fui a una escuela jesuita, y hay un sacerdote famoso, famoso en América Latina, Frei Betto, a quien le dije: Frei Betto, yo oí más misas que tú, y cuando el Papa vaya a Cuba en septiembre yo iré a todas las misas con satisfacción”.
El diario Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, informó el mismo 11 de mayo sobre la reunión pero no sobre los dichos de Raúl Castro sobre su posible conversión.
Sí lo hicieron, el mismo día, la BBC de Londres, Telesur de Caracas, el Nuevo Herald de Miami y diarios de derecha de América del Sur como El Mercurio, La Nación de Buenos Aires y el Comercio de Lima.
La información de la posible conversión, conocida en La Habana, debe haber hecho pensar a algunos vulgares ateos cubanos que el Jefe de Estado estaba “hablando cascaritas de piña” (algo como hablar cabezas de pescado en Chile) pero, al mismo tiempo, debe haber golpeado con fuerza en la Academia de Ciencias y en los altos mandos del Partido, el Estado y las Fuerzas Armadas de Cuba.
No cabe duda que en el último tiempo, desde 1990, las relaciones con la Iglesia mejoraron (dos Papas visitaron Cuba y un tercero está en espera) y se revisaron muchos principios económicos (hay presencia internacional en grandes empresas y servicios desde los 90 y se ha abierto últimamente la posibilidad de emprender a nivel de la pequeña empresa) pero creo que nadie esperaba este anuncio de posible conversión.
Cuba ha educado a su pueblo y a generaciones de estudiantes de todos los niveles en el marxismo leninismo, el materialismo filosófico y el llamado “comunismo científico”. Ha sido una formación estatal no sólo laica sino que atea.
Las costumbres santeras y cristianas, familiares y parroquiales en el segundo caso, no fueron reprimidas y, aunque crecieron en el último tiempo, están lejos de constituir un bloque ideológico creyente arrollador, que pueda impulsar o empujar a sus autoridades comunistas y ateas a volver a la abierta santería o al catolicismo que profesaron siendo niños, mucho antes de 1960.
Desde hace muchos años, decenas, las casas de los cubanos suelen estar engalanadas con un cuadro del Corazón de Jesús, uno de Fidel y uno del Che, y a los pies de la Virgen del Cobre, Patrona de Cuba, los soldados y oficiales cubanos, que han estado en guerra, acostumbran a depositar sus medallas conquistadas en África. Es lo que llaman el sincretismo, tan común en religiones fundadas en África o Asia cuando se mezclan con el politeísmo europeo, el marxismo, el leninismo, el maoísmo o las creencias indígenas americanas.
Raúl, además, se ha distinguido históricamente de Fidel en que no ha sido, hasta hace poco, un dirigente dialogante con la Iglesia en materias ideológicas y que, en esos terrenos, siempre fue visto como un marxista duro y bastante tradicional.
Recuerdo que a principios de la revolución algunos curas fidelistas, que no querían ver en los hermanos Castro militancia marxista o leninista, contaban que Fidel seguía siendo católico pero que Raúl, y ésa era un problema, seguía siendo protestante.
Fidel se ha referido a la religión en términos muy abiertos y dialogantes. En 1985 el cura brasileño Frei Betto, amigo actual del Papa Francisco y viejo amigo de Fidel, escribió “Fidel y la religión” en base a entrevistas con el líder.
Bajo el gobierno de Fidel Castro, en 1992, la nueva Constitución Política de Cuba autorizó la presencia de católicos y personas creyentes en general en el Partido, presencia que se había prohibido desde la formación del partido único (PURS, luego PCC) en los inicios de los años sesenta. A eso parece referirse Raúl Castro cuando dice que ahora está permitido a los católicos ser parte del partido y del proceso dirigente.
En una sociedad educada monolíticamente, como la cubana, la conversión posible de Raúl Castro no es sólo un asunto personal. No se parece a las que aquí han tenido, por ejemplo, Enrique Correa (desde el catolicismo al marxismo leninismo y desde el marxismo leninismo nuevamente al catolicismo) o Julio Silva Solar (del catolicismo de casi toda su vida al ateísmo en que habría muerto). Se parece más a las de Yeltsin o Putin y a las de los emperadores romanos del siglo IV y V que a las que puedan darse entre nosotros, importantes para los individuos y las familias pero intrascendentes en el ámbito social y político.
No me cabe duda que el Papa Francisco está por llevar adelante el “do ut des” de los antiguos romanos, el “te doy para que me des”, en sus relaciones actuales con La Habana. Ha jugado un rol decisivo (relevado por Raúl Castro y Obama) en el acercamiento y ahora deberá plantear, en septiembre, en La Habana, dos viejas aspiraciones de la Iglesia aún no concretadas: el que los católicos tengan medios de comunicación nacionales (hoy tienen sólo locales) y el que la Iglesia pueda reabrir sus colegios particulares, que la revolución cerró hace decenas de años, como todos los colegios privados y pagados existentes cuando estableció la conocida y exitosa educación de calidad, pública y gratuita cubana.
Por ahora la Iglesia está a la ofensiva: ha puesto en la comisión cubana encargada de preparar la visita del Papa Francisco al Arzobispo de Santiago de Cuba, el mismo que pronunció un conocido discurso anti gobierno en la misa de Juan Pablo II en la misma Santiago de Cuba hace 13 años, “sermón” que obligó a Raúl Castro y su comitiva a abandonar el amplio lugar de la misa.
Pinceladas finales
Los análisis históricos en América Latina (¿y el mundo?) nos permiten concluir que las situaciones sociales de miseria llevan a las personas a acercarse más a cosmovisiones religiosas (claros ejemplos son los de Cuba antes de la revolución y Haití hoy) y que, por el contrario, la existencia de sociedades que aseguren el pan para todos y la esperanza en sí mismos crea condiciones para el ateísmo (Cuba en los años sesenta).
Para Marx y otros pensadores ateos anteriores y posteriores a él no es Dios quien ha creado al hombre sino el hombre quien ha creado a dios.
Para Antonio Gramsci los sacerdotes católicos italianos (también los Papas desprendemos) no son más ni menos que los intelectuales orgánicos de las capas dominantes, partiendo por los del final del Imperio Romano y los de la alta Edad Media.
Y Fidel Castro afirmó en 1985: “Hay diez mil veces más coincidencia entre el cristianismo y el comunismo que entre el cristianismo y el capitalismo”. (Libro de Frei Betto “Fidel y la Religión”).
José Martí, noventa años antes: “La Iglesia es astuta y como se sabe batida en sus antiguas fortalezas se viene al campo moderno, evoluciona con la humanidad, toma una forma y actitud adecuada a la situación presente, y en el campo moderno presente toma puesto y presenta batalla”.
Pinceladas que hay que tomar en cuenta, creo, para analizar, desde la teoría, las posibles conversiones en Cuba desde el ateísmo al catolicismo.