En todas las grandes crisis se mezcla la tragedia con la farsa y un buen ejemplo es El Decamerón, un conjunto de nobles que han huido a los cerros para evitar la muerte segura, debido a la peste que, en ese entonces, asolaba Florencia. Desde ese lugar, este grupo de hombres pasa si tiempo entretenidos en narrar cuentos subidos de color. Otro ejemplo más contemporáneo fue el comienzo de la crisis de los partidos políticos italianos, en la época de Bettino Craxi, que empezó con algo tan banal como el descubrimiento de una estafa en un asilo de ancianos, por la cual un político desnaturalizado se robaba hasta los pañales de los viejos. Sin ir más lejos, en Chile no se hubiera descubierto la podredumbre de nuestra plutocracia de no haber mediado la delación de Hugo Bravo, por ejemplo, en el caso PENTA, un mozo de los aristocráticos controladores, Carlos Eugenio Lavín y Carlos Alberto Délano.
En el derrumbe de nuestra casta plutocrática – para no quedarse atrás de los ejemplos europeos – también aparece la farsa en medio de la tragedia, que se hace manifiesta en personajes como el Erika Silva, jefe de gabinete – de quien aún sabemos si es muy tonto, en extremos “macabeo” o un genio que se hace el huevón – Sebastián Dábalos. Como decía mi madre “no hay hoyos sin su tapa” y, por muy atrasado mental que uno sea, no falta una mujer que lo admire y lo idolatre – el caso de Erika Silva – y, como los periodistas siguen rindiendo pleitesía al poder, la jefe de gabinete logró sus minutos de fama al aparecer en todos los medios de prensa, que presurosos acudieron como perros fieles a su profesión, ante el llamado de este Circe chilena, cuyos cantos disonantes resonaron, como un retrato de la estupidez nacional, en el Patio de los Naranjos.
Este dama confesó, muy oronda, que se vengaba la “reguleque” suma de $3.600.000 mensuales, nada menos que con la tarea de asesorar al prodigio de Sebastián Dábalos quien, en pocos meses – según esta eficiente secretaria – terminó con el déficit de la serie de Fundaciones, dependientes de la Presidenta. Esta fanática militante del Partido Socialista, que se declara bacheletista “desde los pies hasta el pelo”, desnudó los abusivos emolumentos de los funcionarios de La Moneda – en Chile, un sueldo de más de tres millones lo gana apenas el 1% de los contribuyentes, y el 75%, menos de $500.000, y un gran porcentaje de jubilados, menos de $100.000 -. Si nos vamos por la arista anecdótica, la famosa Erika Silva mezcló la denuncia con el anuncio: acusó a Peñailillo de haber mal aconsejado a la Presidenta y a su retoño, Sebastián, al decirles que no deberían suspender sus vacaciones, pues él, “el Superman” de Cabrero, se encargaría de aquietar las turbulentas aguas, agitadas por algunos pocos futres de Santiago, “pues para eso soy un roto sufrido y la vida no me ha regalado nada”; luego pasó al anuncio: “Sebastián” Peñailillo en 15 años más va a ser Presidente de todos los chilenos – al fin y cabo, esta mierda del poder se ha convertido en un regalo para el más vivaracho – y, para no ser menos que su jefa Bachelet, nuestra heroína se negó, tajantemente, a seguir respondiendo preguntas: parodiando el título de la obra de Nietzsche, Así habló Zaratustra. Los sufridos periodistas tienen que aguantar que cualquier pinganilla se dé el lujo de decirles “no respondo preguntas, sólo hago declaraciones”.
La farsa de la plutocracia sólo está retratando su miseria moral al haber convertido la política en una ramera de los empresarios. Hoy el servicio público es el camino más rápido para aumentar las riquezas y/o convertirse en millonario por el solo hecho de ser fanática socialista – como el caso de la militante Erika Silva -. Nunca se había dado en la historia política de Chile una evidencia tan nítida de que el Estado no es más que el botín del cual se sirven los partidos en el poder.
Antes, en la crisis de dominación oligárquica de los años 20, sólo robaban los “caballeros” – los Errázuriz, los Montt, los Alessandri…luego, los dueños de la Banca; hoy lo hacen, con toda impunidad los dueños de la política y el dinero – los Luksic, los Ponce Lerou, los Piñera Echeñique… – todos parte de la famosa tribu de Judá y compradores de políticos, que hacen el papel de yanaconas, indios de servicio, mucho más duros con los desposeídos, que los mismos “caballeros” de antaño.
Rafael Luis Gumucio Rivas
13/05/2015