Noviembre 18, 2024

Crisis terminal del capitalismo o crisis terminal de la humanidad

 

La enorme contribución de creencias y religiones a la emancipación de nuestra América es uno de los grandes legados que tenemos y al que se añadió –entre luchas contra las oligarquías y los imperios, la fuerza de un liberalismo radical, que más que una ideología es parte esencial de nuestra cultura, tan viva hoy en la lucha por la libertad como en la nueva y enredada lucha de clases y contra el imperialismo.

 

 

La creación de espacios laicos en plazas, escuelas y universidades dio a la lucha por la Independencia y la libertad armas notables que se renovaron por pensadores, políticos y revolucionarios del más alto nivel. Muchos de ellos desde el siglo XIX han enriquecido nuestras revoluciones con los más variados combates y pensamientos. En todos estos sobresalen, con valiosas aportaciones, los zapatistas y sus sucesores en México y La Lacandona, así como los descendientes de Túpac Amaru y otros movimientos indios de América del Sur, que desde hace más de 500 años no han dejado de combatir por sus tierras y sus ideas, y a los que el movimiento boliviano, con Evo Morales y Álvaro García Linera, enriquecen con planteamientos de una democracia y un socialismo pluriétnicos.

 

A esa variedad de luchas se añaden otras más que siguiendo la vía pacífica de la Unidad Popular y de Salvador Allende en Chile, dan hoy primordial importancia a que del ejército salgan quienes apoyen a su pueblo con férrea lealtad y profundo compromiso moral e ideológico. El general cristiano y revolucionario Hugo Chávez, diestro en la teoría, la política y las armas, añadió a la memoria y la imaginación creadora de los movimientos anteriores la contribución insistente de que el socialismo será obra del pueblo o no será, y al mismo tiempo reformuló los planteamientos bolivarianos que enriquecen a la Revolución Latinoamericana y que contribuyen a unir en un proyecto común, contra las intervenciones extranjeras, a todos los dirigentes de América Latina –tengan la ideología y la posición política que tengan– para que se unan en la defensa de sus integrantes, a fin de que, como un solo bloque, actúen en un mundo dominado por bloques. Al mismo tiempo que Chávez planteó ese proyecto continental y por un mundo en que impere la paz, en su país se propuso emprender una clara lucha por la democracia, la independencia y el socialismo. Chávez se sumó así a quienes en América Latina han hecho importantes contribuciones a la emancipación y la vida humana, desde Cuba, Chile, el Sureste Mexicano, Bolivia y Ecuador.

La originalidad de esas contribuciones, y el hecho de que América Latina haya sido calificada como la región de avanzada mundial en los nuevos planteamientos por la emancipación, nos induce a pensar en términos locales y universales, sin esperar a que éstos nos vengan de Heidelberg o París como originales a copiar, y sin olvidar que cada movimiento emancipador actuará a su modo, desechando recetas que supuestamente se deben aplicar en todo tiempo y lugar, pero aprovechando conceptos derivados de las más variadas experiencias, y que se repiten aquí y ahora, y aun en esas más concretas hay que ver cómo se comportan en las circunstancias en que cada movimiento actúa.

Con este ánimo tenemos hoy que redefinir claramente el mundo que queremos para que se vea que no estamos hablando por hablar. Tenemos que redefinir y materializar palabras como libertad, justicia y democracia, de las que muchas veces se ha perdido la atención, la memoria y la práctica de su significado verbal y actual. Redefinirlas y materializarlas es parte de una tarea universal, pues en un momento de crisis mundial de las ideologías, como el que vivimos, nosotros mismos usamos esas palabras sin ver cómo las hemos redefinido y cómo las hemos materializado.

Estoy seguro de que ningún mensaje es más urgente y necesario que plantear la preservación de la vida en la Tierra, la emancipación del ser humano, y la organización local, regional y global de colectividades y colectivos de jóvenes, de pueblos, de trabajadores, de campesinos, de profesionales, que honren su palabra, articulen su voluntad y materialicen su experiencia, dominen su información, y su forma de dialogar y acordar con serenidad y firmeza para defender efectivamente la libertad y la vida.

No quiero extenderme mucho. Me limitaré a definiciones que tengan que ver con la lucha actual, real y material.

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Empezaré por la palabra democracia, que es la más vinculada al qué hacer y cómo hacerlo, la más instrumental. Por democracia entendemos que las grandes decisiones las tome el pueblo, y que en última instancia sea comportamiento obligado que el pueblo diga qué hacer o qué medida tomar, y que en las decisiones de riesgo se diga antes de la decisión ¿cuál medida se debe tomar y qué riesgos es preferible asumir?

Para que no se quede en palabras reconocer que corresponde al pueblo eso que llaman soberanía, hoy podemos combinar las técnicas más antiguas de la democracia directa, en localidades o empresas donde todo mundo se conoce, con las nuevas técnicas de la comunicación, información, organización. Con unas y otras podemos enfrentar los problemas a resolver, pero ya sin contraponer como un todo abstracto las organizaciones horizontales y las verticales, sino viendo qué tipo de organizaciones pueden permitirnos el logro más eficiente de nuestros proyectos emancipadores.

En terrenos como los órganos de defensa, y muchos de gobierno y administración, en especial los de servicios especializados como la salud, la construcción urbana o de presas y caminos, y otros servicios de gobierno, de defensa y educación, podemos combinar las organizaciones de tareas jerárquicas con organizaciones de tareas coordinadas y, al mismo tiempo, podemos promover las organizaciones de comunidades y sistemas de comunidades, de cooperativas y sistemas de cooperativas, aisladas o relacionadas entre sí.

En la organización de la vida, y de la democracia, a los flujos de información se añadirán los de bienes y servicios. Y en toda esta organización de organizaciones, las vanguardias y los especialistas tomarán muy en cuenta las experiencias pedagógicas del aprender a aprender, las que nos vienen de Paulo Freire entre muchos otros, y en que para la defensa y el gobierno de regiones y naciones enteras por ellas mismas, ha destacado la revolución cubana, lo que le ha permitido resistir más de 50 años de bloqueo imperialista, y mantenerse como estrella solitaria, tras la dramática caída del campo socialista. Semejante poder de la pequeña isla de Cuba sólo puede explicarse si está uno abierto a entender que en la gran lucha por el mundo moral y combativo, Cuba construyó y materializó una nueva categoría, la del Estado-Pueblo, o Pueblo-Estado.

A esas experiencias se añade en forma, no menos creadora, la que por la autonomía, la libertad, la justicia y la democracia emprendieron el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y los descendientes de los pueblos mayas, que hoy nos convocan, y cuyas aportaciones al diálogo político, al aprender a aprender del discurso que combina narrativas, reflexiones, razón e imaginación, se añade una estrecha unión o fusión entre actos y palabras, entre palabras-cosas-creaciones, caminos todos que han sido y son objeto de admiración mundial, en especial por la juventud. Todos ellos también explican la capacidad de resistir asedios y embates más de 20 años.

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En cuanto al esbozo combativo de la libertad, debo decir que en la libertad veo entre los muchos sentidos que tiene el que destaca moral y política, así como el de quienes no temen conocer la verdad sobre el mundo en que vivimos ni las mejores formas de enfrentar los problemas por poderosos y agresivos que sean los intereses que amenazan… “Para conocer… –nos dijo un miembro de la Junta de Buen Gobierno de una comunidad de la Selva– lo primero que tenemos que hacer es perder el miedo”. Jamás había oído expresar de manera tan clara esa teoría del conocimiento ni exponer un problema que atañe a pueblos y letrados, sobre todo ahora en que la moral se ha ido a la guerra. Y aquí empiezo a hablar de la moral de la integridad, de la que cuida quien tiene una conducta intachable. Y más ahora que el enemigo, entre modelos y escenarios formalizados, virtuales y reales, usa la clásica política de la zanahoria y el garrote.

Un hombre íntegro, intachable está al amparo de los chantajes y presiones del enemigo a quien se vendió…

Al que se vende le recuerda quien lo compró: Remember, you are my man. (“Nomás acuérdate que ya te compré y de lo que puedo decir y hacer decir de ti…”)

El vendido vive bajo la amenaza de que den a conocer sus manchas y tachas quienes lo compraron, y hasta de ser condenado por los jueces, si no obedece en todo lo que le exige, aunque sea más y más.

Si la libertad se da en los orígenes del pensar, decir y hacer, la libertad se enriquece con la batalla de quien ni se vendió ni se rindió.

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Acerca de la justicia es importante recordar que estamos luchando tanto por la justicia personal como por la social. Nada menos que por una y otra, construidas desde abajo y por los de abajo, y con vanguardias que aprenden al enseñar y enseñan al aprender, y que hacen del discurso político un discurso pedagógico, y de su enseñar un enseñar con el ejemplo de su conducta.

El que la justicia sea con todos y para todos implica no quedarse en la defensa de los propios derechos e intereses. Ha de recordar lo que dijo Martí: Patria es humanidad. Ni yo, ni los míos, ni individualismo, ni clientelismo, ni tribalismo antiguo o moderno.

La lucha por la justicia a personas y colectividades replantea los derechos humanos en serio, y no como mero bla-bla-bla. Quien lucha por la justicia de todos y cada uno tiene que estar consciente de que en esta guerra que vivimos, a la campaña que nuestros enemigos hacen para que predomine el individualismo y el consumismo –que tanto les sirve para su política de corrupción con represión, y de zanahoria con garrote– la lucha por la justicia tiene que plantearse como una política que se propone dar término a la sociedad de consumo, a la producción de lujo y de basura y que, al mismo tiempo respeta, como política, las grandes obras de arte de nuestros antepasados, sean arqueológicas o históricas, artísticas, científicas o folclóricas.

Pero entre nuestras prioridades morales y materiales está dar trabajo y con qué trabajar a los despojados, a los excluidos, a los marginados, a los desregulados, a los inmigrantes y trabajadores informales, sin papeles, a los sin techo, sin pan o tortilla, y en este continente, a los pueblos originarios que todavía sufren las lastras del colonialismo material y mental, así como a los descendientes de los esclavos africanos, que con las injusticias sufren la discriminación de ser africanos.

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Para lograr esas metas forzosamente tenemos que plantear la organización de la vida en torno a los valores de la libertad, la justicia y la democracia materializadas, frente a la falsa y mutilada cantinela de los derechos humanos pisoteados por los que hoy dominan de arriba abajo con sus corporaciones y complejos, sus estados, gobiernos y mercados, todos al servicio de la acumulación de su poder, utilidades y riquezas.

La solución de tamaños problemas no se dará por un camino corto ni acostumbrado, más bien obedecerá a una guerra que ya se declaró, como puede comprobarse en todas partes, y en que se combinan como armas principales la corrupción, la represión, y, cuando es el caso, la negociación. Digo que ya se declaró una guerra mundial no convencional que realmente es guerra, que es mundial, y que se está librando en nuestro país y en todos los países del mundo, sin decir que ya se declaró y que ya lleva tiempo de llevarse a cabo.

 

Si no la vemos, si no nos percatamos de que existe es porque se trata de una guerra hecha de muchas guerras, y unas se dice que son contra el terrorismo y entre terroristas, otras que de sus atrocidades sólo son culpables los musulmanes –que hoy representan lo que para Hitler fueron los judíos–, otras que son de sectas de musulmanes en que combaten sunitas contra chiítas, otras entre unas bandas de narcotraficantes por el extenso dominio de los mercados y así sucesivamente, todas con motivos variados según el tipo de luchas que pueden distraer la atención de la verdadera lucha de la guerra de recolonización del mundo, que de paso encubre los magníficos negocios que con ellas hacen complejos y corporaciones con la venta billonaria de aviones, barcos de guerra, armas de largo y corto alcance, municiones y aprovisionamientos de toda especie, incluso humanitarios, así como con inmensos préstamos impagables que ya ni siquiera para el desarrollo desequilibrado sirven, a cuyas colosales ganancias se añaden los despojos de los deudores que se quedan sin ciudad, sin casa, sin tierras, agua, servicios elementales, hospitales, escuelas, médicos y medicinas, vida, con millones de ellos debilitados por hambrunas, pandemias, virus genéticamente modificados como el ébola, entre otros.

Los países metropolitanos, sede de corporaciones y complejos – civilizados y cristianos–, desde sus comandos de guerra y mira, juegan con sus computadoras en el diseño de esta guerra de crueldades y confusiones que creen poder ganar, con muy pocas bajas de sus fuerzas –y ninguna en las más altas y cercanas.

A los muchos recursos económicos que la guerra les reporta ponen toda su atención y ninguna a los sufrimientos que provocan. Son presidentes, gerentes, gobiernos y comandos eficaces y eficientes que maximizan su poder y utilidades, ya sea en esas formas indirectas y confusas, ya con guerras y medidas abiertas que ponen al orden del día lo que Harvey ha llamado economía por desposesión y que en realidad es economía por despojo, abierto y encubierto, formal e informal, directo y subrogado, con ejércitos de línea y con bandas criminales y sádicas debidamente entrenadas, todas al servicio consciente o inconsciente de complejos y corporaciones que sacan billones y billones de los pobres de la tierra y de los recursos de la Tierra…

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¿A qué seguir? A palabras necias oídos sordos. O como decía aquel presidente norteamericano: They say, ¿what do they say? ¡Let them say! (Dicen, ¿qué dicen? ¡Qué digan!). Es cierto; más que agotar nuestra atención con críticas a los señores del poder y del dinero, tenemos que preguntarnos cuáles son las salidas posibles de este infierno, y cómo podemos hacer posible lo que ahora parece imposible a nivel mundial y en la mayoría de las naciones: construir y crear la libertad, la justicia y la democracia.

La guerra mundial actual no sólo es la que llaman los expertos una guerra de espectro completo, es decir, no sólo se lleva a cabo en el terreno militar, sino en el económico, el político, el ideológico, el informático, el social y cultural –en todos se da la guerra–, pero como si no bastara, la guerra también combina el mundo espectacular y el mundo real, las fuerzas mercenarias de viejo y nuevo tipo con los ejércitos de línea, los escenarios de guerra de distracción con los de guerra realmente existente de los opresores contra los oprimidos, de los explotadores contra los explotados.

Para el renovado engaño se usan las computadoras con escenarios de guerra virtual y de guerra real, de guerras de dominación y acumulación y de guerras a modo…

Es cierto, en medio de tanta pericia que hasta asusta, los neoliberales de la globalización no pueden impedir un enorme fracaso: nada menos que no pueden, como querían, ser una gran potencia unipolar, y en los hechos, el Gran Fracaso se manifiesta cuando quieren usar la política de la zanahoria y el garrote contra el antiguo imperio ruso, durante un tiempo integrado en la Unión Soviética, y en el que esa política no funciona. En la crisis de Ucrania con su presidente nazi, apoyado por el Bloque Occidental, Rusia no abandona sino abiertamente apoya, en lo político y en lo militar, a la gran población rusa que allí vive, y que ha sido golpeada por el nazi y sus aliados.

Tras todos los castigos de Occidente, Rusia les recuerda, por si lo olvidaron, que es una colosal potencia nuclear, absolutamente temible, y cuyas clases dirigentes muestran la decisión de mantener con sus posesiones el poder que les da, el inmenso bloque a que cada vez se suman otras naciones, que a más de disponer de armas nucleares y sistemas de lanzamiento altamente temibles y eficaces, cuentan con el poder de sus propias corporaciones y complejos en que a la cultura del manejo empresarial añaden la del manejo estatal. (Y aquí hablo en términos puramente coyunturales y tácticos).

En todo caso, semejante descalabro del proyecto unipolar –que Immanuel Wallerstein anunció– no le quita al Bloque Occidental su inmensa prepotencia ni su gran ceguera. Hasta hoy parece incapaz de ver la lucha que no puede ganar. Está como ofuscado frente a una crisis que ninguno de los dos bloques puede superar… Y esta tesis, lejos de corresponder a falta de conocimientos o meros deseos, está plenamente comprobada en una sociedad del desconocimiento como la del Bloque Occidental, que dispone de conocimientos notables de que tan orgullosa está, y con fundada razón, mientras al mismo tiempo no quiere ver, ni deja ver los que sin la menor duda implican su condición terminal.

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Voy a enunciar el problema científico más importante en toda la historia pasada y actual, y a terminar con unas observaciones y una pregunta.

Mis observaciones:

1ª. Si esta guerra se está llevando a cabo entre confrontaciones y negociaciones, el objeto de unas y otras es cambiar la correlación de fuerzas en relación con el estado inicial de las fuerzas de dominación y las fuerzas rebeldes, para nosotros emancipadoras. Por todo eso, en el terreno de las negociaciones, la guerra se perderá si la colusión, cooptación y corrupción ganan en ellas.

2ª. La guerra se está librando entre el Bloque Occidental y el Bloque Oriental. La guerra se perderá si los del Bloque Occidental logran derrocar a Putin y en su lugar –como un nuevo acuerdo de clase global– dejan que las fuerzas dominantes de Rusia coloquen a un representante de las corporaciones rusas.

3ª. Si la guerra entre bloques se detiene por un acuerdo globalizador, a muy poco tiempo y aunque se repartan el mundo como se lo repartan, tarde o temprano tendrá que renacer y aumentar la competencia mundial entre uno y otro bloques en necesaria lucha por los mercados y los recursos naturales, lucha que por lo demás ya está ocurriendo.

4ª. Con la alianza de los bloques de complejos y corporaciones seguirá desenfrenadamente la destrucción de la tierra y de sus recursos subterráneos y de la superficie terrestre: marinos, forestales, agrícolas, acuáticos, y de la capa atmosférica que envuelve a la Tierra. Indefectiblemente se probará que la maximización de utilidades y riquezas destruirá la biosfera, es decir, todo lo que hay de vida en la Tierra. Afirmación que nada tiene de catastrofista y que está científicamente comprobada por cientos de científicos del más alto nivel.

5ª. Dado el clima creciente de tensiones y ambiciones dominantes, patológicas y venales, con fomento organizado, subsidiado y entrenado de odios colectivos y de innumerables crueldades, la destrucción mutua asegurada que hace años fue doctrina militar oficial es más vigente que nunca. Corresponde a una tesis plenamente válida con el tipo de armamento actual y con los numerosos países que disponen del mismo, que no sólo son muchos, sino están inmersos en la cultura del odio…

6ª. Necesario y perfectamente posible es comprobar que las ciencias de los sistemas autorregulados y complejos que se manejan para entender y activar al sistema capitalista tienen una gran fiabilidad y exactitud en el estudio e impulso de numerosos problemas, pero que son totalmente incapaces de entender los problemas científicos prohibidos por quienes los contratan y mandan, y si los entienden, los grandes estadistas y exitosos banqueros y gerentes de los complejos militares-empresariales, los “decision Makers”, es decir, quienes toman las decisiones dominantes y soberanas, son totalmente incapaces de aplicarlos.

7ª. Como no solamente vemos que existen claros indicios de la crisis del capitalismo y también de la crisis de la vida humana, y que muchos de ellos o están prohibidos, o son perseguidos, o son desatendidos, o no pueden ser atendidos, consideramos necesario que para enfrentar con la mayor seriedad y libertad científica la defensa de la vida humana y de la vida en la Tierra deben analizar el perfil de una guerra como la actual que se da en varios campos, al mismo tiempo o sucesivamente.

Mirando la historia reciente de las guerras que por todo el mundo y en todos los terrenos y niveles se dan, advertimos no sólo cómo han sido, sino cómo serán las luchas y guerras futuras, formales e informales, con fuerzas armadas de línea y muchas otras subrogadas.

Todas o casi todas las guerras han ocurrido y van a ocurrir entre represiones, corrupciones y negociaciones, y como lo más probable es que así sigan ocurriendo es muy importante tener conciencia de que tras las dos realidades confrontadas se encuentran dos teorías. Realidades y teorías tienen un carácter histórico y variaciones en la geografía y en la organización de las partes considerables, pero entre variaciones hay fenómenos que muestran repetirse una y otra vez.

Las dos teorías en guerra son entre: UNA: La que corresponde a la teoría crítica y al marxismo clásico que destacan la lucha de clases, es decir, la lucha entre los explotadores y los explotados, entre los opresores y los oprimidos… que es la lucha por la libertad, por la justicia, por la democracia, por la autonomía y por la vida. FRENTE A ELLA SE ENCUENTRA: La lucha global neoliberal y neoconservadora, cuyo atractor principal es la maximización de utilidades, poder y riquezas y que para lograr sus metas emplea múltiples recursos, entre los que destacan los que rompen el interés general y de la clase que busca liberarse. Fomentando en sus miembros el individualismo con el yo frente al nosotros, con el nosotros frente a los muchos, excluyendo a los que sufren la explotación y la opresión como trabajadores informales, como pueblos y países despojados de sus tierras cultivables, de sus energéticos, de la producción de sus alimentos, del agua de sus manantiales, sus ríos y sus lagos…

Tal es la guerra que se ha dado y que se va a dar entre represiones, entre corrupciones y entre negociaciones. Y en las tres formas de guerra, de igual importancia será mantener y fortalecer la moral personal y la moral colectiva, la moral de lucha y la moral de cooperación y de compartición, la moral de servicio público en la defensa, y en la producción, y la moral en el respeto a las personas y sus diferencias…

Oventic, 6 de mayo de 2015

(*) Ponencia presentada en el seminario El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista, organizado por el EZLN

 

 

 

 

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