Es muy ridículo que Cuba y Estados Unidos estén ad portas de reanudar relaciones diplomáticos, luego de 53 años, y Chile y Bolivia sean incapaces de hacerlo después de muchos decenios. Nobleza obliga, debo expresar que en eso estoy de acuerdo con Ignacio Walker.
El tener relaciones diplomáticas no significa que los norteamericanos se conviertan en comunistas o que estos se hagan capitalistas y, más aún, abracen el neoliberalismo. Se puede tener esta categoría diplomática y pensar de forma diferente y sus beneficios son evidentes, pues posibilitan un diálogo más civilizado en la resolución de los conflictos.
Ha llegado el tiempo en que Chile, Bolivia y Perú lleven a cabo – podría ser en Arica o Tacna, como posibles puntos de referencia – un diálogo fructífero, que permita resolver el tema de la mediterraneidad de Bolivia. Por mi parte, siempre he pensado que una zona de libre comercio en las zonas cercanas a la Línea de la Concordia sería muy loable para los tres países, especialmente.
En momentos de baja en el precio de las materias primas es evidente que la complementariedad de las economías de estos tres países limítrofes podría permitir un gran polo de desarrollo en el norte de Chile, en el sur de Perú y en el altiplano boliviano. Baste pensar que el gran problema de nuestra minería – grande, mediana y pequeña – se centra en las carencias en materia energética. Cómo no pensar en el aporte que podría significar el aporte de gas natural de Bolivia y, en menor medida, pero importante, el de Perú.
Si en 1950 se pensó en un acuerdo con Bolivia con respecto al tema de las aguas del lago Titicaca, no se ve por qué ahora Chile se cierra a debatir sobre esta fuente de energía. Pienso, por ejemplo, que al liberar el transporte de personas y mercancías en la zona del norte podría diversificarse la economía, hoy prácticamente mono productora, posibilitando un gran polo de importación-exportación de recursos humanos – capacidades profesionales, técnicas, de servicios y otros -.
El Norte Grande, el sur de Perú y el Altiplano pueden convertirse, sin lugar a dudas, en una zona de energías renovables no convencionales, por ejemplo, en el caso de Perú y Chile, que tendría cerca a dos mil kilómetros, podríamos construir un gran parque de energía solar en el desierto; por otra parte, en forma tripartita, podría pensarse en la energía geotérmica.
Por desgracia, en estos tres países los chauvinistas han hecho hasta lo imposible para dificultar las relaciones de fraternidad latinoamericana. El nacionalismo, a mi modo de ver, junto que con ser una idea obsoleta, propia de desconformados cerebrales, es la expresión de la adolescencia de los pueblos; hoy estamos en la búsqueda de la patria grande y, en consecuencia, no podemos seguir rumiando los viejos resentimientos, que vienen de la guerra del nitrato,(1879-1883).
En la segunda década del siglo XXI estos conflictos limítrofes pasan a ser ridículos y nos ponen en manos de “los jueces de babero” del Tribunal Internacional de La Haya, desembolsando millones de dólares, sumas que bien podrían emplearse en beneficio de la salud, la educación, en beneficio de los más necesitados.
Los Presidentes que se atrevan a buscar un acuerdo definitivo en tres estas tres naciones habrán dado un gran a favor de la unidad latinoamericana.
Rafael Luis Gumucio Rivas
5 5 2015