Diciembre 5, 2024

Atenas sin resolver su situación y cada vez más cerca de la bancarrota

 

 “Vamos a colapsar”. “No, eso no va a pasar”. “Nos están estrangulando”. “No es cierto”. “Nos deben dinero de la Segunda Guerra Mundial”. “Ya pagamos”.

 

 

    El juego del gato y el ratón entre Grecia y sus acreedores internacionales se está convirtiendo en un círculo vicioso, en el que todos se echan la culpa mientras Atenas está cada vez más cerca de la bancarrota, sin un acuerdo de “dinero por reformas” a la vista.

 

    Los líderes políticos europeos, los responsables de los bancos centrales y los políticos griegos están de acuerdo en una sola cosa: si Grecia cae, no quieren tener sus huellas digitales en el arma del crimen.

    Si Atenas se queda sin efectivo e incurre en una cesación de pagos en las próximas semanas, como parece cada vez más probable, nadie quiere ser acusado de haberla empujado por el precipicio o de no haber intentado salvarla.

 

    El Gobierno izquierdista griego ya ha identificado a su culpable: Alemania, el principal financista de Europa, al que acusa de imponer unas políticas de austeridad tóxicas a los griegos, provocando una “crisis humanitaria”.

 

    Los gobiernos de la zona euro están preparando el terreno para culpar al novato Gobierno del primer ministro Alexis Tsipras por fanfarronear, obstruir, incumplir compromisos y evitar tomar elecciones difíciles mientras Atenas arde.

 

    “Estamos haciendo todo lo que posible para salvar a Grecia de sí misma, pero al final depende de ellos”, es el mensaje que sale de Berlín, Bruselas y de la sede del Fondo Monetario Internacional (FMI) en Washington.

 

    Tsipras y su extrovertido ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, intentaron montar al principio una coalición contra Berlín, visitando Francia, Italia, Gran Bretaña, Bruselas y a muchos medios tras su elección.

 

    Pero no hallaron aliados fuera de los medios.

 

    Tsipras resucitó las demandas de reparaciones por la ocupación de la Alemania Nazi en Grecia en 1941-1944, que su Gobierno tasa en 279.000 millones de euros (303.500 millones de dólares), más que el rescate de 240.000 millones de euros de la zona euro y el FMI.

 

    Berlín respondió que ya compensó a las víctimas y que un acuerdo en 1990 con las cuatro potencias victoriosas de la Segunda Guerra Mundial sobre la unificación de Alemania puso fin a las reivindicaciones de la guerra.

 

    La canciller alemana, Angela Merkel, ha sido cuidadosa al expresar su buena voluntad e intentó construir una relación de confianza con Tsipras, mientras insistía en que Grecia debe cumplir las condiciones de reforma, que incluyen recortes fieramente resistidos a las pensiones y reformas laborales.

 

    “Debe hacerse todo para evitar” que Grecia se quede sin dinero, dijo tras reunirse la semana pasada con Tsipras. “Por parte de Alemania, estamos preparados para dar todo el apoyo que se no pida. Pero, por supuesto, hay que hacer reformas”, agregó.

 

    Por momentos, los inversores tuvieron la esperanza de que su llamado pudiera ser un punto de inflexión, como cuando el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, dijo en 2012 que haría “todo lo que haga falta para preservar al euro”.

 

    No obstante, los comentarios de Merkel también podrían ser interpretados como un ejercicio preventivo para evitar ser culpada. A diferencia de Draghi, no dijo quién debe hacer todo para evitar que Grecia colapse.

 

    Los irritados ministros de Finanzas de la zona euro dejaron claro que están lejos de un acuerdo con Grecia y rechazaron una petición de Varoufakis de un adelanto de efectivo a cambio de una reforma parcial. Además, le dijeron que no discutirán siquiera una financiación a largo plazo y un alivio de la deuda hasta que Grecia firme y cumpla un plan completo de reformas.

 

     Mientras los líderes griegos insisten en que Europa debe hacer caso y respetar la voluntad democrática del pueblo griego, sus acreedores responden que ellos también tienen mandatos democráticos de sus votantes.

 

    REPARTO DE CULPAS 

 

Según la narrativa de Varoufakis, los países de la zona euro no dieron todo ese dinero para salvar a Grecia en primer lugar, sino para proteger a sus propios bancos, que habían prestado de forma imprudente miles de millones a Atenas.

 

    Tonterías, dicen los funcionarios de la zona euro. Esos bancos tuvieron pérdidas en 2012, cuando se reestructuró la deuda griega con tenedores privados de bonos.

 

    Varoufakis ha ampliado el círculo de culpa al BCE, al que acusa de “asfixiar” a Grecia al dejar a sus bancos sin liquidez y limitar su capacidad de préstamos a corto plazo al Gobierno.

 

    Eso provocó una indignada respuesta de Draghi, que dijo en el Parlamento Europeo que el apoyo del BCE a Grecia es de unos 110.000 millones de euros, pero que los tratados le impiden financiar monetariamente a los gobiernos.

 

    Funcionarios griegos han estado diciendo durante semanas a sus contrapartes de la zona euro que ya no les queda dinero, para luego hallar dinero disponible para realizar su próximo pago de deudas.

    “Han dicho ‘viene el lobo’ tantas veces, que cuando realmente vayan a colapsar nadie les va a creer”, afirmó un negociador de la Unión Europea bajo condición de anonimato.

 

    Fuentes internas aseguran que el BCE se niega a ser el que apague el interruptor. Si considera que su apoyo a los bancos griegos ya no es sostenible más tiempo, buscará una decisión política de los gobiernos de la Unión Europea.

 

    “No es algo que deban decidir los banqueros centrales no electos”, dijo una fuente en el Eurosistema de bancos centrales.

 

    El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, está dispuesto a ir de la mano con Tsipras hasta el último minuto, con la esperanza de que impondrá un desagradable acuerdo de reforma económica al ala izquierda de su partido Syriza antes de que sea demasiado tarde.

 

    Para Juncker, uno de los padres de la moneda única europea, la salida de un miembro de la zona euro de 19 naciones sería un duro golpe a la posición global del bloque y podría establecer un peligroso precedente, animando a los inversores a especular contra otros estados miembros en futuras crisis.

 

    Incluso si se queda en la zona euro, un cese de pagos de Grecia a otros gobiernos europeos o al BCE sería uno de los momentos más complicados de la historia de la Unión Europea.

 

    Entre mutuas recriminaciones por los arruinados ahorristas griegos y los engañados contribuyentes europeos, algunos temen manifestaciones de los pensionistas griegos o de los pacientes en los hospitales, y actos de violencia en Atenas.

 

    Si eso ocurre, habrá muchos a los que culpar, pero nadie para aceptar la responsabilidad.

 

 

 

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