Diciembre 26, 2024

Corrupción política: lo mejor está por venir

 

La crisis que sacude las intuiciones políticas y sus más selectos dirigentes es producto de un error operativo, una falla procedimental que no previó el inefable factor humano y que derivó en una acelerada pérdida de credibilidad en todo.

 

 

 

Lo realmente corrupto está por venir

 

El escándalo, que detonó la algarabía en los medios de comunicación y una alegría explicable en la chusma pesimista y resentida, cobró algunas víctimas notables, de momento la más dolorosa es la trizadura de la viga maestra del andamiaje de poder de Derecha/Nueva Mayoría: Michelle Bachelet.

 

Lo anterior, con toda su carga trágica, no quiere decir que hayamos entrado en una etapa terminal del modelo, un derrumbe definitivo, una vuelta a casa generalizada de la elite que se adueñó de todo el poder y un camino a una democracia de verdad, moderna y sólida. No. Los poderosos andan a la siga de la pócima para transformar el cagazo en una oportunidad, y de paso, deshacerse de gente molesta.

 

Como veremos, ambos extremos del poder intentarán recuperar el aplomo, y en breve acordarán atizar soluciones que dejarán las cosas en nada o en poco: con dos o tres operadores purgando alguna sanción social, algún empresario con firma mensual y arraigo, tres o cuatro promesas del relevo de la política en el congelador, y mucha literatura que removerá el escándalo por algún tiempo hasta que la amnesia, que lo cura todo, ponga las cosas en su lugar.

 

Y sobre todo, veremos que la lista de candidatos a todo va a correr vertiginosamente. Y quien solo crea que le anda por ahí una boletita misteriosa, se va abstener de meterse en líos.

 

Es que lo sucedido dista mucho de ser una cosa novedosa. Que los empresarios financien a sus políticos es cosa de siempre, que los poderosos mantengan su brazo político mediante el arrendamiento, leasing o compra de presidentes, diputados, senadores, alcaldes, concejales o simples operadores, es algo tan viejo como la política misma.

 

Lo que le agrega una pimienta especial al caso es que muchos otrora revolucionarios, varios de ellos víctimas y otros familiares de víctimas de la dictadura, aceptaran a conciencia pura ser aceitados con dineros venidos directamente de la cripta del tirano.

 

Se dirá que el dinero tiene un solo color, que no importa de donde venga, sino para donde va, que es una variante legítima para financiar la democracia, y que al final, somos todos chilenos y lo importante es que al país le vaya bien y para eso debe irle bien a todos.

 

Pero lo que en verdad pasa es que la costra que ocultaba la purulencia de un sistema esencialmente corrupto está dejando salir a gotas una hediondez que solo era denunciada por los resentidos de siempre.

 

Derruida la izquierda, otrora defensora de las causas más humanas y moralmente superiores a la derecha, devenida en esporas que surcan el aire viciado del capitalismo, la derecha más abyecta del planeta encontró el camino sin obstáculos de cuidado en su marcha triunfal hacia el capitalismo más perfecto.

 

Y sin pudor, ni falta que le hace, instaló una cultura en la cual lo que vale es el dinero, no importa el medio ni la forma de adquirirlo.

 

Y en el ínterin, convencieron a muchos de sus anteriores enemigos zurdos de camisa guerrera y pendones amenazantes, del error de haber intentado algo tan descabellado como puede llegar a ser un país en que los atorrantes sean los que manden. Horror de horrores.

 

Y los convencieron además de que el sol del éxito nace para todos en la medida en que se olviden de causas comunes, de los caminos solidarios y de las consignas de igualdad, libertad y fraternidad. Sálvate solo y verás lo bueno y seguro que es.

 

Así, sin una referencia diferente que proponga algún horizonte, ni una fuerza que se cruce en su camino, el sistema va a encontrar una salida el atolladero incómodo en que se encuentra porque no se trata de nada que no tenga solución. Para eso trabajan.

 

Ya se barajan opciones: elecciones anticipadas que resultarían no más que un ejercicio de reemplazo de los más quemados; propuestas de la comisión ad hoc cuyo trabajo con formato de proyecto de ley aterrizará entre aquellos que hipotéticamente deberían ser sujetos de castigo por parte de esa misma ley; un acuerdo político en top less: que haga público una parte, y la otra quede con forma de cover action, y que eche tierra, aplane lo tumultuoso para que luego todo siga su camino; hasta la no desdeñable opción presidencial de convocar a un plebiscito para tantear una posible Asamblea Constituyente.

 

Es decir, la no despreciable vía de huir hacia adelante por cuanto estamos en medio solo de un remezón que agita la superestructura del dominio, pero que no pone en riesgo su existencia. Eso lo haría la gente movilizada.

 

Porque otra cosa hubiera sido enfrentar este escándalo con el pueblo en estado de dar esta batalla para hacerla una crisis política de gran magnitud.

 

Atenazado por la violencia, el tráfico, la delincuencia, las deudas, la desorientación, la falta de dirigentes honestos y por las frecuentes tragedias provocadas por la codicia que desafía a la naturaleza, la gente silvestre que podría hacer mucho, no es sino un espectador inmóvil de la crisis moral del sistema.

 

Y en ese escenario se planea el blanqueo del sistema por la vía de noquear a la que hasta ahora había sido la dama símbolo de la pos dictadura: Michelle Bachelet. Paradojalmente, la Comisión que se aboca a proponer medidas para superar la corrupción y la cópula entre dinero y política, podría proponer medidas que terminen de barrer con Michelle y sus tarjetas nemotécnicas, como sería adelantar las elecciones aduciendo que un pilar básico para evitar la crisis es que las instituciones tengan la confianza de la gente.

 

Y como sabemos, Bachelet perdió quizás el único atributo político del que hacía gala.

 

Pero como en política nadie está muerto ni siquiera en el cajón, a la presidenta le queda el expedito camino de la vuelta a las Naciones Unidas, que con urgencia necesita otra cara menos desgastada que la de de Ban Ki Moon.

 

Y la suma de todo será el verdadero rostro de la corrupción. Que al final, no pase nada. Que ningún sinvergüenza vaya a la cárcel. Que se vuelvan a tomar de la manitas y en un gesto patriótico firmen un acuerdo de impunidad generalizada. Que todos los actores del bochorno más reprochable del último tiempo, quienes violaron la ley, y sus propias palabras, los que se rieron del gilerío que aún les cree, y se llevaron para la casa dineros que se suponen de todos, van a salir limpios como blancas palomas, con unas caras de inocentes que partirá el alma.

 

Y luego vendrá el 18 de septiembre, que este año es bastante largo.

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