La severa derrota de la izquierda en el poder en Francia en los comicios locales del domingo es una señal de alarma para el presidente FrançoisHollande, que corre el riesgo de ser eliminado frente a la derecha y la extrema derecha en la primera vuelta de la presidencial, si no logra aglutinar sus fuerzas.
En la derecha, el expresidente Nicolas Sarkozy, líder del partido UMP, gritó victoria, pero muchos observadores señalan que su resultado se debe más al rechazo de la política del ejecutivo socialista que a un apoyo claro a su proyecto político, aún poco preciso.
Al perder cerca de la mitad de los 61 (sobre un total de 101) departamentos que administraba junto con sus aliados, el Partido Socialista sufrió el domingo el cuarto revés electoral en un año, después de las municipales, las europeas y las senatoriales de 2014.
Esta “bofetada”, como la calificó el lunes el diario popular Le Parisien, es la más fuerte recibida por la izquierda en comicios departamentales desde hace un cuarto de siglo, en 1992.
“Sin victoria, aunque sea parcial, frente al desempleo, la izquierda será inevitablemente expulsada del poder” en 2017, resumió el diario Libération (izquierda), estimando que el gobierno debe también “reconciliarse” con su electorado.
La derrota fue tanto más ruda para Hollande cuanto el departamento de Corrze, su bastión, así como el del primer ministro Manuel Valls, el Essonne, figuran entre los 28 departamentos conquistados por la oposición.
“Se trata evidentemente de una nueva edición del voto sanción (…) Su situación se torna muy complicada a dos años de la elección presidencial”, estima el politólogo Frédéric Dabi, del instituto Ifop.
Anteúltimo test para 2017, en espera de las elecciones regionales a fines de 2015, los comicios departamentales relegaron al PS al tercer lugar por el número de votos, detrás de la derecha y del Frente Nacional (extrema derecha) de Marine Le Pen.
Aunque no logró ganar su reto de conquistar al menos un departamento, el FN registra una progresión histórica, con 25,1% de los votos en la primera vuelta y 62 ediles elegidos en la segunda, cuando antes tenía uno solo.
– ‘Rumbo mantenido’ –
“Si no hay reacción” del gobierno, esta elección “habrá sido un ensayo general de lo que nos va a pasar en 2017”, declaró Jérome Guedj, una de las figuras de los “rebeldes” socialistas que se oponen al giro liberal dado por el gobierno.
“No vamos a seguir precipitándonos contra el muro tocando bocina”, acotó la exministra socialista Aurélie Filipetti, apartada del gobierno el año pasado tras manifestar las mismas críticas.
Manuel Valls recoció la derrota de la izquierda “demasiado dividida” y afirmó que había escuchado “la cólera” de los franceses, la mitad de los cuales no fueron a votar. No obstante, descartó un cambio de política.
“El rumbo será mantenido”, se afirmó también en el equipo de Hollande, que había afirmado de antemano que fuera cual fuese el resultado de los comicios Valls seguiría siendo el jefe de gobierno.
Pero, prueba de la preocupación por los resultados, Valls anuló su viaje a Alemania –donde debía participar en el consejo de ministros franco-alemán previsto el martes en Berlín y visitar el Banco Central Europeo en Fráncfort– para reunirse con los diputados socialistas y participar en la sesión de preguntas al gobierno en la Asamblea Nacional.
Al día siguiente de su amplia victoria, la oposición de derecha, en la que las divisiones internas son también fuertes, evitaba la euforia mostrada la víspera por Sarkozy, quien afirmó que “la alternancia está en marcha y nada la detendrá”.
“Esto no quiere decir que ganemos las regionales o la presidencial”, declaró Gérald Darmanin, allegado del expresidente.
Después de un difícil retorno a la dirección de su partido en noviembre, el éxito del domingo refuerza las esperanzas de Sarkozy de tener en 2017 la revancha frente a Hollande, que lo derrotó en 2012.
Pero para ello tendrá que vencer primeramente a su rival declarado para las primarias del partido, el ex primer ministro Alain Juppé.