Diciembre 7, 2024

Chile, zona franca, casino o burdel

El ingreso a prisión de los controladores del grupo Penta junto a parte de su red de fraude y corrupción ha sido no sólo un evento transmitido en directo por los medios de comunicación de masas, sino un episodio judicial que ha penetrado a todas las estructuras de la sociedad. Un juicio recogido y difundido hasta por los matinales de televisión y portadas de la prensa de farándula es sin duda un acontecimiento que cruza desde el habla cotidiana a la conciencia del país. Hay un creciente proceso en curso en el núcleo más interno de las estructuras públicas y privadas nacionales que está expresando una crisis, con un diagnóstico cada día más preciso, de grandes proporciones.

 

 

 

Es posible observar el inicio de la caída de viejas máscaras y creencias, pero sin duda la amplificación y expectación en torno al proceso y sus detalles expresan un evento que trasciende a las personas y empresas involucradas. Podemos decir que es un juicio a un modo de vida, a una visión global de la política y los negocios, a las estructuras, desde las económicas a las culturales, sobre las cuales se ha sostenido Chile desde la dictadura. La libertad de emprendimiento, de iniciativa, de oportunidades, la desregulación de los mercados y las normas, el valor del individuo por sobre la colectividad, en fin, la ley de la selva neoliberal en su conjunto, están presentes en ciertas aristas de este juicio. Un juicio popular y rabioso, tal como lo interpreta el despiadado humorista Yerko Puchento, a las elites, su cultura, modos de enriquecimiento. A toda su red de privilegios, desde sus empresas y bancos, a su comprado sistema político pasando por sus universidades y colegios privados.

 

La crisis que presenciamos es la caída de los falsos dioses de la transición neoliberal. Viejos héroes del libre mercado mutados en rufianes tras las rejas junto a la evaporación del mito del crecimiento, el emprendimiento y el desarrollo como destino nacional. Si hace unos años las estafas masivas de La Polar dejaron el relato neoliberal escorado, los delitos tributarios de Penta-Soquimich y su compra de políticos de todas las raleas lo han llevado al suelo. Dos grandes eventos unidos por una continuidad con otros fraudes de distinta magnitud, como las colusiones de farmacias y pollos, el lucro en la educación y sus créditos usureros al abuso empresarial en todos sus matices y facetas.

 

El desfile que han iniciado los controladores de Penta por los tribunales es una primera expresión de una justicia largamente demandada por la ciudadanía, desde trabajadores maltratados a consumidores burlados y asediados. Los dueños de Penta, también representantes de la elite y la oligarquía nacional, fiel reflejo del techo de la pirámide de la desigualdad nacional, más que representantes desviados de un sistema modélico, son su expresión propia y natural.

 

No solo ruedan las cabezas de Penta. Además del mito neoliberal como palanca del progreso nacional, transparentado ahora en su categoría de simple superchería, cae bajo la rueda el modelo de negocio de los últimos 25 a 35 años, que exhibe en total impudicia sus bases: corrupción, mentira, estafa, soborno, cohecho o delito fiscal como argumento de rentabilidad.

 

 

El héroe neoliberal gozó de plena libertad de acción y de un poder ilimitado. Se le entregó el país a sus pies. Sin regulaciones, sin un Estado controlador, dueños de los mercados y los recursos naturales, de la política y de las finanzas. Sin más dirección que la acumulación y la rentabilidad y sin más medio que el cálculo económico orientado a sus bolsillos. Bajo este criterio se erigió un país como expresión de sus propias ambiciones. Un país no solo discontinuo y desigual, sino con la ética de una zona franca, de un casino o un burdel.

 

El Chile de la transición, que es la continuidad, el acomodo y la consolidación de los relatos instalados durante la dictadura, se precipita a pedazos como un falso decorado. El edificio neoliberal, presentado cual modelo y paradigma regional, es un andamiaje liviano, cual galpón de mercado persa, con bases corroídas. Su derrumbe completo parece inminente.

 

PAUL WALDER

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