Diciembre 2, 2024

La casta política y sus miserias…

La nominación de la senadora Jacqueline van Rysselberghe, como presidenta de la comisión de derechos humanos del Senado, y la inclusión de la abogada Olga Feliú en la cuestionada Comisión Anticorrupción convocada por la presidenta Michelle Bachelet, nos demuestra el estado de putrefacción en que se encuentra la política chilena y quienes gobiernan Chile a través de los poderes del Estado.

 

 

 

Las dos personas reconocidas con los cargos mencionados, son defensoras contumaces de la dictadura genocida de Augusto Pinochet. Esto es como si los alemanes o judíos nombraran personajes nazis o fascistas en estamentos que investigan el holocausto judío. Es una demostración más de cómo la elite dirigente de la Concertación, hoy devenida en Nueva Mayoría -al incluir al Partido Comunista entre sus filas- vendió su alma al Diablo (léase empresariado). Recordemos que todo comenzó con el pacto entre la Concertación y la derecha fascista impulsado por Enrique Correa y Edgardo Boeninger a principios de los años noventa. Con una justicia “en la medida de lo posible” pregonada por el entonces presidente Patricio Aylwin (golpista del 73, no lo olvidemos), que incluso nominó como integrante de la comisión Rettig de  derechos humanos al historiador Gonzalo Vial, autor del Libro blanco del cambio de gobierno en Chile. En el volumen Vial justifica el golpe de Estado e inventa la existencia del llamado Plan Z, que significó la persecución y muerte de miles de chilenos. La participación de Vial en la comisión Rettig motivó que se ocultaran los nombres de cientos de torturadores y asesinos.   

 

Tras los hechos anteriores, el presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, por “razones de Estado”, echó tierra a los actos de corrupción de uno de los hijos del dictador Augusto Pinochet, además de rescatar al propio Pinochet, prisionero en Londres, y en colaboración con Ricardo Lagos Escobar construirles cárceles de lujo a los pocos militares presos por violar los derechos humanos. La lista de colusiones, engaños, embaucamientos y gatopardismo es larga y podríamos llenar varios tomos, lo mismo que con las justificaciones de los políticos para tratar de encubrir sus fechorías. Los gobiernos posteriores al de Frei, los de Lagos, Bachelet, Piñera y Bachelet nuevamente, están llenos de episodios oscuros, que poco a poco han ido saliendo a la luz. Los revolucionarios de ayer, como por ejemplo, Sergio Bitar, Óscar Guillermo Garretón, Osvaldo Andrade, Gido Girardi o Camilo Escalona, hoy no son más que unos yanaconas de Agustín Edwards, el dueño de El Mercurio y uno de los principales culpables del derrocamiento del presidente Salvador Allende. Podríamos dar muchos nombres más, pero los citados grafican claramente la situación a que se ha llegado.  

 

Los dirigentes de la Concertación (salvo honrosas excepciones) aprendieron y se coludieron con la derecha pinochetista para enriquecerse a costa del Estado y las coimas de los empresarios. El diputado René Saffirio, de la Democracia Cristiana, ha dicho, acertadamente, que “hubo gente de la Concertación o de la Nueva Mayoría que estuvo dispuesta a vender su alma a cambio de dinero manchado con sangre de la dictadura y eso el país lo tiene que saber”. A mi parecer, y apoyado en hechos concretos, Enrique Correa es el ejemplo más emblemático de las afirmaciones de Saffirio. Y no olvidemos a charlatanes infiltrados como Francisco Vidal ni a tontitos-patrioteros como el diputado Jorge Tarud. ¿Es curioso, por decir lo menos, que ningún parlamentario critique como se merece a Julio Ponce de Lerou, el empresario yerno de Pinochet acusado de financiar campañas políticas? En fin, hoy es más necesaria que nunca una asamblea constituyente que desaloje para siempre a la casta política y sus miserables conductas.

 

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