Diciembre 10, 2024

Corrupción en Chile, una probable solución

Todos los países del mundo sufren de algún grado de corrupción. Esto tiene que ver con la naturaleza humana y cientos de filósofos a lo largo de la historia, han discutido este problema incluyendo sus causas y sus devastadores efectos sobre la sociedad.i

 

 

 

 

En la inmensa mayoría de los casos, la corrupción puede ser controlada, aliviada y reducida utilizando los mecanismos internos que el sistema político tiene para enfrentar estos problemas. Todos los países tienen leyes que penalizan de una u otra manera los casos de corrupción. Cuando ésta llega a niveles peligrosos, el Estado utiliza su sistema judicial para restablecer un aceptable equilibrio. La corrupción se reduce así a niveles aislados y a casos individuales y controlados. No obstante, hay raras ocasiones históricas donde se producen macro fenómenos socioeconómicos que desatan una avalancha de corrupción y que el país afectado no puede controlar. Esto generalmente ocurre cuando el país en referencia entra en un acelerado proceso de modernización. El país cambia rápidamente su conducta productiva y pasa de ser un productor agrícola a un productor industrial y también de servicios. Esto conlleva un inmenso movimiento de población del campo a la ciudad. Los hábitos, costumbres y valores cambian aceleradamente y la vieja y apacible vida campesina se transforma en una vorágine urbana que lo inunda todo. El viejo sistema jurídico y legal ya no es pertinente y es preciso crear un nuevo sistema legal que sea congruente con las nuevas necesidades que crea el proceso de modernización económica acelerado. ii Los dueños de los medios de producción, gracias a su inmensa riqueza, se las arreglan para conseguir que políticos favorables a sus intereses, ocupen los cargos principales del sistema político, particularmente los del poder ejecutivo y los del poder legislativo. Con esta alianza entre intereses económicos e intereses políticos, el Estado empieza a elaborar un sistema legal extremadamente favorable a los intereses del capital. La desigualdad social original y existente en la antigua sociedad agraria, se multiplica exponencialmente y la sociedad entera se hace extremadamente injusta y desigual. Una ínfima minoría de grandes empresarios y sus sirvientes políticos, gozan de un estándar de vida inimaginable para las generaciones pasadas. No obstante, la inmensa mayoría sufre un sistema tiránico y corrupto a todos sus niveles. Ante este mayúsculo problema, el Estado pierde su capacidad para auto reformarse. En un continuo y acelerado proceso de descomposición social, todo termina en una catastrófica revolución, seguida por una aún más catastrófica guerra civil. Por lo general la vieja elite oligarca, es sobrepasada por la furia popular y la sociedad cae en un caos de venganza y muerte. Esto es lo que ha pasado en todas las grandes revoluciones de los tiempos modernos. Empezando por la revolución inglesa del siglo XVII, seguida por las revoluciones estadounidense y francesa del siglo XVIII y naturalmente, seguida por las grandes revoluciones en Latinoamérica y Europa del siglo XIX y principios del siglo XX. El mismo catastrófico fenómeno se replica en el tercer mundo, con las revoluciones anticoloniales de África, Asia y América Latina. Últimamente la revolución árabe iniciada el 2010 ha seguido un patrón de crisis y muerte similar a los periodos revolucionarios de siglos anteriores.

 

La otra opción para un Estado que desafortunadamente ha caído en el gravísimo problema de la corrupción sistémica. Consiste en recurrir a la ayuda internacional. Las Naciones Unidas han desarrollado un sistema de intervención internacional que bien utilizado podría salvar a millones vidas. En efecto, después que la Declaración Universal de Derechos Humanos, obtuvo el estatus de tratado internacional obligatorio; el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, si obtiene el voto afirmativo de sus cinco miembros permanentes, puede decidir intervenir si el caso lo amerita. En la Declaración Universal de Derechos Humanos, la corrupción sistémica ha sido considerada un crimen contra la humanidad. Esta corrupción sistémica se da cuando ella infecta a los organismos e instituciones superiores del Estado, particularmente su poder ejecutivo y legislativo. Cuando esto ocurre, los productos (out puts) del sistema político tales como leyes, regulaciones y políticas públicas se consideran corruptas y que sólo producen daño irreparable a la inmensa mayoría de la población del país afectado. Este es así un típico caso de crimen contra la humanidad y como tal, no sólo interesa al país afectado sino que a toda la comunidad internacional. Si el Consejo de Seguridad decide investigar, este nombra una comisión de expertos internacionales que se trasladan al país afectado. Estos expertos hacen su diagnóstico y luego informan al consejo de seguridad dando sus recomendaciones. Si este Consejo considera que hay crimen contra la humanidad, entonces envía los antecedentes del caso a la Corte Internacional de Justicia, para que ésta inicie un proceso judicial y luego pase su correspondiente sentencia.iii

 

Para que todo el mecanismo de intervención de Naciones Unidas entre en funcionamiento es preciso que los ciudadanos del país, víctima de la corrupción sistémica, haga en forma absolutamente pacífica, su petición de ayuda a la comunidad internacional. El modelo de conducta civilizada de estas manifestaciones populares debería seguir muy de cerca la protesta ciudadana que se hizo en India bajo el liderazgo de Gandhi o en los Estados Unidos bajo el liderazgo de Martin Luther King o en Sudáfrica bajo el liderazgo de Nelson Mandela. La no violencia civil es aquí un pre requisito sine qua non.

 

Desafortunadamente, al parecer, la corrupción del sistema político chileno está alcanzando rápidamente el nivel de corrupción sistémica. Tanto el poder ejecutivo como el legislativo, están implicados en graves casos de corrupción. Si esta situación no se controla a tiempo, el funcionamiento del sistema político puede paralizarse y esto haría entrar a la sociedad chilena en un peligroso camino de confrontación e inestabilidad extrema. Los jóvenes chilenos son el sector más sano de la sociedad. Ellos iniciaron la revolución pingüina, hace unos años atrás. Por lo tanto, les corresponde a los jóvenes, tratar de hacer todo lo posible para que la comunidad internacional pueda ejercer sus buenos oficios y así evitar una catástrofe nacional.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

i Osterfeld define la corrupción como: “1. Actividades realizadas por individuos particulares fuera del gobierno, que dan beneficios a un funcionario público en un intento para inducirlo a que éste les permita: a) evadir leyes o políticas públicas existentes y/o b) obtener un cambio en las políticas ya sea promulgadas o por promulgarse, lo que redunda en beneficios inmediatos para el particular en referencia. 2. Actividades de aquellos dentro del gobierno destinados a obtener beneficios para ellos mismos, sus familias y amigos, al usar sus posiciones para: a) solicitar o aceptar beneficios de individuos privados a cambio de dar beneficios directos e inmediatos a dichos individuos y b) pasar leyes o rechazar leyes y políticas, cuyo efecto inmediato sea recibir beneficios para sí mismos.” D. Osterfeld, “Corruption and Development”. Journal of Economic Growth Vol. 2, Nº 11 Pg. 14

ii Huntington examinando la corrupción asociada al proceso de desarrollo, ve la corrupción como una medida o indicador de la ausencia de un proceso de institucionalización política, efectivo. Esto es prevaleciente durante la fase más intensa del proceso de modernización. En este caso, ella no es el resultado de un desvío de la conducta con respecto a normas aceptadas. Por el contrario, es un desvío de las nuevas normas con respecto a padrones de conducta tradicionales. Son las nuevas normas las que no son congruentes con la conducta normal de la población. Señala con toda claridad, que en sociedades que pasan por un intenso periodo de muy rápido cambio normativo, es precisamente donde se produce la mayor corrupción. Huntington, S.P., Political Order in Changing Societies, Yale University Press, New Haven, 1968; Huntington S. P. “Political Development and Political Decay” Macridis, R. and Brown, E. Comparative Politics The Dorsey Press, Illinois, 1968; Huntington, S.P., The Clash of Civilization Simon and Schulster. New York, 1996, Chapter 6.

iii “En el hecho, es imposible lidiar con la corrupción cuando ella penetra las más elevadas posiciones de poder de la organización estatal. En este organizado sistema de corrupción, la legislatura misma puede estar corrupta y así las leyes también están pervertidas en la medida que ellas sirven para perpetuar la tiranía del sistema corrupto. Para escapar del dilema de este sistema legal ambiguo, es necesario considerar la corrupción no sólo como un abuso del poder público, sino también como una muy seria violación de derechos humanos básicos. Visto desde esta perspectiva, la corrupción se transforma en una violación de derechos humanos protegidos internacionalmente. La corrupción en esta situación especial se realiza a cualquier nivel del gobierno ya sea esta violación sancionada por la legislación nacional, o sancionada como transgresión a la Declaración Universal de Derechos Humanos y a la Convención Internacional de Derechos Políticos y Civiles. De tal forma que este tipo de corrupción se transforma en materia de sumo interés y de altísima preocupación internacional. Cuando esta corrupción victimiza a grandes sectores de la población, ella se debe catalogar como un grave crimen contra la humanidad por el cual los líderes gubernamentales del país afectado, deben ser juzgados”. United Nations, Department of Technical Co-operation for Development and Centre for Social Development and Humanitarian Affairs. Corruption in Government The Hague, The Netherlands, December, 1989 pg. 24 (TCD/SEM.90/2 INT-89-R56)

 

 

F. Duque Ph.D.

Cientísta Político

Puerto Montt, marzo de 2015

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