Si la investigación avanza y la Fiscalía logra romper los frenos de Impuestos Internos y de su máxima dirección, que está en La Moneda, pronto sabremos cómo es esto de pactar con el enemigo y acostarse con él. Y qué consecuencias puede traer, no sólo para los que pactaron y se acostaron, sino para todo el país.
Para que se entienda: se presume que Soquimich, es decir Ponce Lerou y Hernán Büchi, habrían entregado dineros mafiosos tipo Penta a parlamentarios de la Nueva Mayoría, que los habrían solicitado como Wagner (hoy en Yáber) o como Moreira, pidiendo todos los raspados posibles de las ollas.
Si eso es así el asunto sería mucho más condenable y peligroso que el conocido de Penta.
Penta y la UDI son caras del mismo monstruo: grandes empresarios enriquecidos con Pinochet y señores políticos que gobernaron con Pinochet y que hoy obedecen los mismos intereses que obedecieron con Pinochet, los de los grandes empresarios y el capital financiero. No hay allí sino una relación secreta y perniciosa para Chile de conocidos y antiguos camaradas.
En el caso Soquimich, Ponce Lerou y Hernán Büchi son, aparentemente, todo lo contrario a los políticos de la Nueva Mayoría. Son hijos predilectos del dictador e íconos de la dictadura.
Ponce Lerou es el yerno predilecto, que fue enriquecido por las dádivas públicas, sustraídas del capital nacional. Hernán Büchi, político (fue candidato presidencial pinochetista en vida de Pinochet) es el economista neoliberal, distribuidor de prebendas a sus cómplices y defensor a ultranza del régimen que asesinó a ex dirigentes y militantes de los partidos de la Nueva Mayoría.
La asociación entre Ponce y Büchi con parlamentarios y políticos de la Nueva Mayoría sería anormal, repelente, traidora, execrable. De verdad, un ejemplo paradigmático de lo que es pactar y acostarse con el enemigo.
La asociación entre Carlos Délano y Carlos Lavín, miembros conspicuos de la extrema derecha empresarial, con Novoa o Longueira o Moreira o Von Baer o Wagner puede ser ilegal pero es normal. Políticamente normal. Comercialmente normal. Ideológicamente normal. Sicológicamente normal.
La entre Ponce y Büchi con parlamentarios y políticos de la Nueva Mayoría sería anormal, repelente, traidora, execrable. De verdad, un ejemplo paradigmático de lo que es pactar y acostarse con el enemigo.
Aunque igualmente repudiables y legalmente parecidas, ambas “operaciones” serían de diverso calado. Será mucho más sorpresiva y vergonzosa la posible entre Soquimich y la Nueva Mayoría.
Y traería consecuencias inmanejables para el porvenir de la democracia. No sólo para su profundización y perfeccionamiento, sino para su sencilla conservación.
¿A dónde mirar si está “todo el mundo” corrompido, incluso los que padecieron la antidemocracia y luego proclamaban su superación? ¿Qué legitimidad tendría una elección de representantes con el 70 u 80 por ciento de abstención?
¿Tenían razón los primeros corruptos, incluso los que se acostaron literalmente con el enemigo?
Estos excesos irían mucho más lejos que los imaginados por Freud y Lacan, por Andrés Bello y los códigos romanos, y su pandemia en personalidades públicas de la plaza, podrían ser nefastos para la sociedad.
Habría que buscar razones más allá que la ambición desmesurada por el dinero fácil o las “necesidades impostergables“ de las campañas. ¿Por qué no en un generalizado síndrome de Estocolmo, la costumbre de tener en las manos siempre el poder público o, sencillamente, los goces secretos de un posible sadismo en unos y un posible masoquismo en otros? ¿O las tres anteriores?
Los estudiosos señalan que alrededor del 25 por ciento de las personas víctimas de represión padecen el síndrome de Estocolmo porque malinterpretan la ausencia de excesiva violencia contra sus personas como un acto de humanidad de sus poderosos represores. Una minoría de mujeres maltratadas por sus parejas y unos pocos ex prisioneros y víctimas políticos, padecen el síndrome.
Por otro lado, la parafilia, el sadismo y el masoquismo van en aumento en Occidente.
Estos excesos irían mucho más lejos que los imaginados por Freud y Lacan, por Andrés Bello y los códigos romanos, y su pandemia en personalidades públicas de la plaza, podrían ser nefastos para la sociedad.