Cuando hablamos de “clase política” estamos usando mal el término o el concepto.En esta sociedad hay solo dos clases sociales: La clase dominante o burguesía que es la dueña de los medios de producción y la clase dominada o proletariado que vende su fuerza de trabajo. Lo que nuestro país enfrenta hoy es la existencia de un pequeño grupo de políticos y empresarios que controlan y manejan los hilos del poder en todas las esferas del aparato del estado , así como también en la estructura económica del país.Esta casta que se ha enquistado y eternizado en el poder, es la que le hace daño a la política e inhibe y aleja al pueblo de participar en ella.Hemos llegado a esto porque aún seguimos en un periodo de postdictadura regidos por una constitución antidemocrática que penaliza la participación política del pueblo y de sus organizaciones en la toma de decisiones a todo nivel.Desde el gobierno local hasta el gobierno nacional, pasando por todas las estructuras de poder de nuestra sociedad.
Política hacemos las organizaciones sociales ya sean estas territoriales, barriales, sindicales, estudiantiles, ambientalistas, de derechos humanos, del arte y la cultura, etc., y no solo esa casta que cree poseer el monopolio de la misma y que nos acusa de “politizar a las organizaciones” cuyos dirigentes y dirigentas tienen el legitimo derecho a participar activa y abiertamente en política.
La única forma de reencantar a las mayorías en ser capaces de cambiar las formas de hacer política. Esta noble actividad de servicio publico debe recuperar el espacio que tuvo en Chile hasta el golpe militar y que no se ha recuperado hasta hoy.Debe dejar de ser un trampolín para enriquecerse y acomodarse a costa de lo que sea.Debe ponerse al servicio del pueblo y no de las minorías con las cuales esta casta se colude para defender sus intereses como lo hemos vuelto a ver en estos meses con los casos de corrupción y de relación biunívoca que existe entre esta casta y los propietarios de los medios de producción en Chile. Ni leyes de transparencia ni Consejos Asesores Presidenciales son la solución. Aquí el único camino es el cambio de la actual constitución pinochetista por una nueva constitución democrática generada a partir de un proceso de participación real que culmine en una Asamblea Constituyente , la que debe ser aprobada en un plebiscito nacional vinculante porque le guste a no le guste a esta casta, la soberanía reside en el pueblo y no en La Nación como reza el articulo 5o de la constitución del 80.