Diciembre 5, 2024

8 de marzo: De la lucha al manicure

Cada 8 de marzo es para mí un dolor hondo como quebrada cordillerana. Porque la tragedia vuelve a arderme como vaginitis por coito obligatorio. Cada 8 de marzo se clavan mis pies con clavos a la manufactura asalariada como empleada del patriarcado capitalista en una interminable línea de producción. Porque aunque hoy, el 8 de marzo se ha convertido en el día dedicado a la manicure y el masaje, yo no olvido que esa misma estructura que lo paga, es la que quemó a 123 niñas-mujeres de entre 14 y 23 años, inmigrantes y pobres que confeccionaban lindas camisas para el varón moderno de principios de siglo XX en Nueva York. No olvido que ellas luchaban por mejores condiciones laborales y que fueron sus cenizas las que dieron vida al Día Internacional de la Mujer Trabajadora que quedó resumido, en un por supuesto comercial, Día de la Mujer.

 

 

Pero ni todas las rosas rojas del mundo sacarán la espina de la doble jornada, la brecha salarial, la utilización ya no sólo del cuerpo sino de la mente y del concepto de lo femenino para relavar el sistema  que sirve a los intereses más macabros de destrucción y de dominio. Primero, porque todas esas rosas regaladas, son parte de la explotación de floristas rociadas con pesticidas en quizás qué parte del “tercer mundo”, y segundo porque ni una presidenta mujer y el presupuesto para el Sernam de $41.209.607.000, que hoy convertido en Ministerio, aumentará, ha hecho cambiar la cultura profundamente machista de nuestro país. Ahí están intactos los 40 femicidios anuales, los 10 mil abortos clandestinos, las 200 lucas menos en el sueldo respecto al del hombre, la usura de los planes médicos, y todo un entramado que protege el imperio del poder misógino.

Es por eso que me duele el 8 de marzo. Más cuando veo a compañeras, que como yo por Gómez, siguen siendo utilizadas para mantener en pie a este cadáver putrefacto, en vez de enterrarlo a varios kilómetros bajo tierra para por fin poner equilibrio en este sistema de explotación de todo por el todo, frenando la “máquina de dar empleos” a costa de absolutamente todo. El agua de Caimanes, la salud de las comunidades y sus hábitats, las necesidades más esenciales de salud y educación, de vivienda, de dignidad laboral, cuestión clave en este día, pero que por acción negligente de una oficialista CUT dirigida por una mujer, Bárbara Figueroa, los sofofos se suben por el chorro, mientras Javiera Blanco en vez de hablar de la reforma laboral, aparece en matinales explicando el bono marzo, expresión del asistencialismo que evade cualquier derecho social.

Presos de la especulación, la acumulación, la avaricia y las pequeñas dádivas, seguimos constreñidas en la determinación biológica como engranaje vasallo en esta machine. Nuestro rol histórico de recolección, nos hace consumidoras a todo evento y con nuestra cartera con poder de compra,  damos vuelta la manija al círculo virtuoso de la economía. Y callamos cuando debiéramos gritar. El hábito del “paso”, en un laico pecado por omisión, nos tiene en una falsa idea de que las “niñas también pueden”. ¿Pueden qué? ¿Unirse al enemigo para triunfar junto a él? Albornoz en Codelco y Cariola citando a Allende para defender una reforma tributaria sin royalty.

Ahí en la Estación Mapocho estaban las empoderadas mujeres ONU, horrorizadas y rasgando vestiduras porque la prensa no cubría sus ponencias y sí el piscinazo de  Jhendelyn Núñez. La “utilización” que se hace de su cuerpo, criticaban sesudas,  mientras, “prestaban ropa” a quien es utilizada por su hijo, por los viejos patriarcas de la Concertación mayorista y por un sistema económico capitalista solapado en un rostro de mujer y reformas de juguete. Y nadie dice nada. Es tan acrítico el escenario, y por lo tanto poco serio, que el Colegio de Periodistas, dirigido por Javiera Olivares, también encargada de comunicaciones del PC en el Congreso, que no se condena el pauteo que hace Palacio a los periodistas, advirtiéndoles hacer “preguntas respetuosas” y sin derecho a contra-pregunta.

Seamos honestas. En Chile, las mujeres participan escasamente en la vida política. Sólo 5 senadoras entre 38 senadores, sólo 17 diputadas entre 120, sólo 43 alcaldesas en 345 municipios, sólo 493 concejalas de 2140 cargos, sólo 4 ministras de los 22 miembros que conforman el actual gabinete.

¿No les parece grave prestar el cerebro y ser consciente de que eso sirve para desatar el marketing hembrista? ¿Para que la mujer sea vista como un “cambio” y para que todo sea igual? ¿O acaso las empoderadas mujeres de la ONU, no se han dado cuenta que simplemente son útiles a las mismas políticas de siempre? Desde Bachelet a Merkel nos damos cuenta de eso. Y es triste, porque se ha cumplido la sentencia de Norman Mailer, ese sarcástico macho cabrío de las letras gringas: “La revolución feminista ha convertido a la mujer en ese tipo de hombre que a mí me entristecía cuando era joven, ese que tenía que trabajar de nueve a cinco de manera aburrida y nunca era dueño de su destino. Ahí es donde acabó su revolución, su asalto al poder”. ¡Feliz 8 de Marzo, compañeras!

 

Fuente: http://eldesconcierto.cl/8-de-marzo-de-la-lucha-al-manicure/

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